Crítica de 'Gagarine' (2020): Por un mundo mejor
Crítica de cine ·
Puro cine independiente francés: actores desconocidos, planos fijos, foto semidocumental, estructura coral y una crítica de denuncia social que gira en torno a Yuri, un chaval de 16 años que ha vivido siempre en las Torres Gagarine en las afueras de París. Cuando se entera de los planes para demoler el bloque de apartamentos, Yuri se embarca, junto a sus colegas Diana y Houssan, en una misión para salvar el edificio y reconvertirlo en el proyecto de viviendas Cité Gagarine, en Ivry-sur-Seine. A partir de ahí, el filme explora el modesto universo personal de un soñador adolescente, en días idénticos a nubes, admirador del cosmonauta ruso Yuri Gagarin.
Por fortuna, gracias a un ritmo 'molto spiritoso', la película retrata con el imprescindible calor humano una sociedad abierta, plural. Si en el cine actual hay un proceso degenerativo llamado trivialidad -y no me refiero sólo a los argumentos-, los concienciados cineastas Fanny Liatard y Jérémy Trouilh bombean en esta ocasión anticuerpos con un entusiasmo tan obstinado como gratificante. Hasta el punto de romper una lanza por un mundo más tolerante y mejor, como quien busca amigos o ignorados amantes; sin fanatismos, sin demagogos, sin odios y sin fronteras. Porque los humildes protagonistas de 'Gagarine' son en última instancia ciudadanos del mundo.
Gagarine
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Francia. 2020. 95 m. (12). Drama.
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Directores: Fanny Liatard y Jérémy Trouilh.
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Intérpretes: Alseni Bathily, Lyna Khoudri.