Crítica de 'El crack cero' (2019): Sombras de sospecha

A veces, es como si sonaran los ecos distantes de esta canción: «¿Por qué debería resistirme cuando, nena, sé perfectamente que te llevo bajo mi piel? ¿No sabes pequeño tonto que nunca ganarás? Usa tu cerebro. Despierta a la realidad». Sea como sea, estamos ante un 'film noir' que nos sumerge en un mundo que es como un espejo que muestra a cada cual el reflejo de su propio rostro. Un mundo plasmado en sombreado blanco y negro, que guarda ciertas semejanzas con los fotogramas creados en su día por el singular camarógrafo John Alton en el 'thriller' de Anthony Mann 'La brigada suicida' (1947). Pero, la vida debe continuar: los muertos callan en sus tumbas.

Influida de alguna manera por 'thrillers' de la categoría de 'Perdición' (Billy Wilder, 1944) y 'Los ojos dejan huella' (José Luis Sáenz de Heredia, 1952), el oscarizado realizador logra transmitir al espectador las tensiones que recorren a los personajes con un martilleo casi constante, como si fuera el sonido de los pistones de un motor bien engrasado, o con la extraña sensación de llevar a un tipo pisándote los talones. Y, a pesar de que en algunos momentos los diálogos resultan un tanto rimbombantes, 'El crack cero' se convierte en una película a la vieja usanza, que entra y sale de la carne como un cuchillo afilado. Cuando se cierra el filme sólo queda la herida.