Crítica de 'Las cartas de amor no existen' (2021): El amor tiene dos caras
Crítica de cine ·
De nuevo, la siempre deslumbrante Ciudad de la Luz, es el marco donde tiene lugar esta convencional comedieta gala, protagonizada por Jonas, el típico cuarentón, que sigue enamorado hasta las trancas de su «pichurri», Léa. Insulsos ribetes más o menos dramáticos, la mayor parte metidos con calzador, intentan dotar de alguna credibilidad a 'Las cartas de amor no existen', donde la misiva que el citado pretendiente despechado dedica a su dicharachera 'ex' -y que los espectadores nunca conoceremos sus términos- constituye el eje sobre el que pivota uno de los enredos más tontorrones que hayamos tenido ocasión de ver en mucho tiempo.
Desmantelado en el plano personal y también en el profesional, Jonas trata de recomponer una pasión ciega, sin que en ningún momento vislumbre la posibilidad de éxito. Desde luego, se ha perdido en esta ocasión una oportunidad de oro a la hora de establecer una urgente reflexión sobre las consecuencias de un idilio finiquitado. Un amor de perdición que nació en una limpia mañana de besos morenos, cuando los rayos de la aurora comenzaban a marcar iniciales en el cielo y que, por culpa del devastador paso del tiempo, termina como el rosario de la aurora. Trufado en este caso de tanta espuma inútil, que pierde su liviandad y se integra en la corriente del olvido.
Las cartas de amor no existen
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Francia. 2021. 89 m. (12). Comedia.
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Director: Jérôme Bonnell.
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Intérpretes: Grégory Montel, Anaïs Demoustier.