Crítica de 'Ad Astra' (2019): Hasta las estrellas

Uno de esos viajeros de las estrellas protagoniza el opus espacial de James Gray. Se trata del hijo del astronauta más legendario de una flota estelar que en el futuro cercano está bajo el control de una empresa privada, lo que nos anima a sospechar que el poder de los gobiernos se ha extinguido bajo la presión de megacorporaciones colonizadoras que han plantado sus bases en la Luna y Marte, y ahora apuntan a Júpiter. Una amenaza catastrófica se cierne sobre el sistema solar como producto de una serie de explosiones de antimateria que tienen su nicho en las últimas coordenadas registradas en el cuaderno de bitácora de la nave comandada por H. Clifford McBride: es el comienzo de una odisea que recae sobre los hombros de su único heredero, un hombre solitario que ha renunciado a fundar una familia para evitar cargar sobre otros el sufrimiento de una vida llena de peligros.

La subjetividad de la voz en off y su mirada nos guían a través del prólogo de un tortuoso camino hacia el corazón de las tinieblas del espacio profundo, anticipando el tono introspectivo de un relato que superpone la gravedad de las imágenes trascendentes a un torrente de emociones íntimas. Gray no desdeña la aventura pero lo que late en el fondo de 'Ad Astra' es una conflictiva relación paterno filial frustrada por la obsesión de encontrar una respuesta las grandes preguntas que afligen al ser humano desde su origen.