Crítica de 'Ariaferma' (2021): Las cárceles del alma

'Ariaferma' describe con un ritmo pausado los avatares que rodean los trámites burocráticos en una vieja prisión italiana, a punto de ser abandonada, donde sólo unos pocos presos y otros tantos funcionarios son los encargados de mantener los antiguos protocolos, ahora en trance de desaparecer. El claustrofóbico relato se centra sobre todo en dos personajes contrapuestos, Gaetano y Carmine, interpretados de forma convincente por Toni Servillo y Silvio Orlando, dentro de una historia trágica, filtrada por un complejo tono de farsa. Estilo que sirve a su director, Leonardo di Costanzo, para elaborar un impactante discurso sobre el mundo carcelario.

Todas las piezas de la película remiten a una postura premeditada: desde la fotografía del singular camarógrafo milanés Luca Bigazzi, que amortigua los colores de decorados y vestuario, hasta la propia psicología de los personajes. Basta invocar la última cena que comparten internos y funcionarios para comprobar la valía del filme. Aquí, todos ellos se preguntan: ¿Cómo llenarte, soledad, sino contigo misma? Y cantan con la misma fuerza y con igual esperanza, mientras añoran la libertad y su reencuentro con los seres queridos. Una añoranza que es como una herida abierta, mientras sueñan con una peregrina paloma imaginaria que enardece pasados amores.

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