Tenía Verónica Forqué ese tono de voz medio trémolo, agudo e ingenuo, quizás a veces sobreactuado en su registro interpretativo, de buscado descaro enfundado en ... aparente inocencia, de indudable comicidad expresiva y de manifiesta efectividad para dibujar caracteres tan simples como definidores de un tiempo y un lugar.
Publicidad
Por eso la Forqué fue una actriz característica, singular y ciertamente importante en el tránsito desde el destape y el landismo al reflejo de la Transición o a la comedia y el melodrama urbano de los 80, es decir, en el advenimiento de un cine con raíces casticistas, pero moderno, tan idealista como desencantado o tan revisionista como costumbrista y hasta sainetesco. Bien interpretaba a gran altura el estereotipo o el cliché cómico de las tipologías urbanas de la nueva contemporaneidad, o bien con desparpajo melodramático la mirada cómica, nostálgica y crítica a la España de la guerra y la posguerra.
Esa versatilidad para la expresión simple y compleja de la comicidad y el melodrama pasado y presente le hizo tan apta y válida para el cine comercial y vodevilesco de importación, para los papeles de reparto o de protagonista, como también imprescindible y destacada en las películas de Almodóvar, Trueba, Saura, Colomo, Gómez Pereira y de muchos más, lo mismo que en el teatro con papeles importantes en obras de Valle Inclán, Lorca, Alonso de Santos, etc. Una pena que su madurez interpretativa -excelente en la versión teatral de '¡Ay, Carmela!', de Sanchis Sinisterra- no vaya a tener por su repentina muerte el enorme desarrollo y el éxito que su experiencia merecía.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión