Crítica de 'El profesor de esgrima' (2024): El honor, cosa de hombres

Reconózcanlo, es mucho más atractivo el título original de esta buena película que el que le han plantado en castellano. Suena mejor 'Un asunto de honor' que 'El profesor de esgrima', entre otras cosas porque no existe tal figura en ninguna sala de armas. No hay 'profesores' de sable o florete y si llamas así a tu maestro, serás tenido por felón y se te expulsará de pista.

Dicho esto, no es extraño que este filme del actor y realizador Vincent Perez lograse el premio del público en el festival de Karlovy Vary.

Porque está dirigido con mano firme, iluminado en claroscuros de lo más sugestivos y hasta inquietantes por la cámara de Lucie Baudinaud, una interesante cineasta parisina, y porque Vincent, ella y su jefa de montaje, Sylvie Lager , saben usar con tino los primeros planos. Porque hay un buen maestro de armas (Michel Carliez, hijo del gran esgrimista Claude) coreografiando los duelos. Porque el filme tiene la pulsión y la pasión de las viejas y eternas películas de capa y espada. Porque, sin saberlo, rinde honores a 'El maestro de esgrima', de Olea. Porque contextualiza muy bien el momento histórico donde se desarrolla la acción, una Francia en la que las ofensas se dirimían con la espada o la pistola y donde, por supuesto, el honor era solo cosa de hombres. Las mujeres no teníamos de eso. Y en caso de tenerlo, nos lo defendían ellos.

Buena película. El maestro de esgrima es en verdad un personaje de ficción. Su alumna, no. Marie-Rose Astié de Valsayre existió, se fajó por los derechos de la mujer, peleó, se enfrentó a políticos y militares, amó y se batió en duelo. Protestó siempre. Mucho contra una ley que nos prohibía llevar pantalones. Ley que cayó en desuso pero siguió en vigor hasta ¡2013!

Ah, las mujeres sí nos batíamos en duelo. Compruébenlo en la gran revista 'El agente provocador'(abril 2018).

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