Carlos Morán cierra un cartel con 1.500 obras y 500 conciertos
El director del SKA se jubila tras 36 años como programador y gestor cultural, desde Santurtzi hasta la presidencia de la Red de Teatros
Los pioneros del teatro vasco tal como lo conocemos ahora no solo estaban en los escenarios. A finales de los 70 faltaban infraestructuras, «no había ... programación estable y las compañías independientes actuaban donde podían. En iglesias, frontones...». Lo recuerda Carlos Morán (Santurtzi, 1958), que acaba de jubilarse tras 36 años como programador y gestor cultural en Santurtzi y en la Red Española de Teatros de titularidad pública, que llegó a presidir. En el instituto actuaba en un grupo y montaron una comedia con el mítico actor argentino Claudio Nadie. Pero encontró su vocación lejos de los focos, en la cartelera que estaba por hacer.
Licenciado en Sociología, se incorporó al Ayuntamiento de Santurtzi como animador sociocultural en 1987, cuando en el pueblo había «seis cines muy grandes» y ningún teatro. Pero existía «una masa crítica importante de público y de creadores». El festival de teatro de la localidad, decano de Bizkaia, comenzó en 1979 y tuvo un éxito «arrollador». Al principio lo hacían en el cine Serantes, luego «empezaron a desaparecer» y solo quedó el Consa, que el Ayuntamiento compró y reformó como el SKA (Serantes Kultur Aretoa).
Morán se implicó de lleno en este proceso, asumió la dirección del teatro y también dio un impulso a los conciertos de las fiestas. «Hemos hecho cosas muy locas, trajimos a Village People y a Boney M. y fuimos los primeros en recuperar a Fórmula V en Euskadi», dice. Calcula que ha programado 1.500 obras y 500 conciertos, siempre atento a la reacción del público «porque te sirve para vislumbrar caminos que debes recorrer. La producción tiene que acompañar los procesos sociales, como siempre ha ocurrido».
«Había una masa crítica de público y de creadores, pero nosotros tuvimos que inventárnoslo todo»
Es algo que ha comentado con Lola Herrera. El SKA ha programado cuatro veces 'Cinco horas con Mario' y «es curioso cómo ha cambiado la reacción del público. En las últimas funciones hay momentos en que la gente se ríe y hace treinta años no se reía absolutamente nadie, porque lo que veían era rompedor y muchos se reconocían en ese matrimonio sin escapatoria». El teatro «evoluciona con la realidad social» y en estos años «se ha profesionalizado mucho. Nosotros tuvimos que inventárnoslo todo. La producción es cada vez es más ambiciosa, aunque todavía existe demasiada precariedad».
Presidió la red que agrupa a 800 teatros públicos en España desde 2018 hasta 2022. El impacto de la pandemia «fue muy duro, puso de manifiesto la desprotección del sector, pero todo el mundo entendió que había que asociarse y se creó una estructura organizativa» que perdura. Queda pendiente la reducción del IVA de la contratación del 21% al 10%. «Habría un 11% más de dinero para programar y eso redundaría en más ingresos para el Estado, además de menos gente en la cola del paro».
«Cada año se estrenan 900 espectáculos, son muchos los llamados y pocos los elegidos»
Sigue en la junta directiva de la Academia de las Artes Escénicas, donde coordinó un grupo de trabajo de los premios Talía. Le preocupa la «inflación» de proyectos -«cada año hay 900 estrenos en España, son muchos los llamados y pocos los elegidos»- y la respuesta del público. Frente al espectador «omnívoro, que viene de nuestra época, hay una cierta crisis con los jóvenes».
Su agenda es de muchos quilates. «La gente de la escena es más cercana que la de la música. Los actores son muy sensibles», cuenta. «Luis Merlo, cuando hacían 'Arte', llegó por los pelos, había caído una nevada inmensa y se bloqueó la carretera». Al acabar la obra soltó la tensión, «se echó a llorar y tuvimos que ir a darle abrazos». Aprecia mucho «a Ramón Barea, Fernando Bernués, María Goiricelaya, Jokin Oregi...» pero nunca ha pedido autógrafos ni fotos. Solo guarda dos imágenes de recuerdo, con «Peret y M Clan». Seguirá yendo al teatro con la misma frecuencia y lo disfrutará más que antes. «Solo lo veía cómodo fuera de aquí porque estaba pendiente de que algo ocurriera. Una tos ya te pone como una moto, un ruido, el aire que no sale caliente...». Ahora podrá olvidarse de todo cuando se levante el telón.
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