Carlo Padial: «Internet nos ha enfermado y ahora empezamos a despertar»

Cuando trabajaba en 'Playground', Carlo Padial (Barcelona, 1977) asistía al absurdo de la existencia de 'flow designers', sacos de quinoa antiestrés en las mesas de reuniones y compañeros andaluces que hablaban entre sí en inglés. La revista barcelonesa era tan 'cool' como las 'start-ups' al estilo de 'Buzzfeed' y 'Vice', que a mediados de la década pasada iban a acabar con los medios periodísticos tradicionales. Hasta que Facebook cambió su algoritmo de búsqueda y estalló la burbuja de medios nativos digitales.

Padial, escritor y director de 'Algo muy gordo' y 'Doctor Portuondo', satiriza aquel periodo de megalomanía y dictadura de internet del que hoy estamos desenganchándonos en 'Contenido', una novela editada por Blackie Books que presentó este viernes en el Festival Tracking de cultura digital en una charla junto a Borja Crespo.

–'Contenido' es un término que periodistas y cineastas contemplamos de manera despectiva.

–Es un término que da muchísimo asco. Lo ha reducido todo por debajo, todo es contenido. Uno de los motivos para escribir el libro fue la sensación de desprecio a tu propia profesión que fui desarrollando. Hago cine y tele, pero me he pasado muchos años dirigiendo equipos para 'Playground' y el Grupo Z. He vivido en primera persona la degradación. Todo es monetizable, ya no importa el qué, sino el cuánto. El libro habla de unos años clave que nos han dejado descolocados y desquiciados.

–Los influencers ahora son 'creadores de contenido'.

–Es terrible. Contenidos que solo engendran más contenidos y de los que no queda nada, porque se los traga ese gran agujero negro que es internet. Si ahora quiero enseñarte algo de lo que hice en aquel periodo, casi con toda probabilidad no lo voy a encontrar. Son links muertos.

–Por eso escribe libros.

–Claro, cuando me desespero en un ámbito me voy a otro. Soy un neurótico que rueda una serie y después se refugia en la escritura.

–¿Qué ofrecían aquellos medios que no daban los tradicionales? ¿Por qué eran tan 'cool' trabajar en ellos?

–Creíamos estar creando algo nuevo. El gancho con el que nos captaron (y utilizo captar como si fuera una secta digital ) era la promesa de refundar todo. Ibas a poder crear algo puro sin los saboteadores del mundo antiguo. Y lo prometido no era verdad. Te encontrabas con algo igual de malo o puede que incluso peor. Se fusionaba la implicación personal, el culto del yo. Si en el mundo real no habías encontrado tu sitio, lo podrías hallar en el mundo de Facebook.

–También hubo un momento en el que el periodismo ciudadano parecía una amenaza, todo el mundo se iba a convertir en un reportero con su móvil. No fue así.

–Sí. Yo no he querido hacer un libro demagogo o populista, lo fácil hubiera sido contar qué malos eran. Describo una secta horizontal, donde todo el mundo tenía su parcela de poder. Fue un disparate en muchas cosas, pero yo pude hacer con libertad algunos de mis mejores reportajes, con millones de visualizaciones. Era un 'Far West' digital, sin control.

–¿Cómo era la cultura del trabajo? Uno imagina oficinas cuquis con cojines y gominolas, donde dejarse la vida.

–Era un mundo muy caótico e improvisado. La realidad de las 'start-ups' en España es precaria e improvisada, detrás hay gente sin mucho fundamento. Ibas un día y habían echado a la mitad y contratado a gente que no conocías. Emulabas de modo infantiloide cosas que sabías que sucedían en las oficinas de BuzzFeed y Facebook. Nos metimos en un delirio colectivo hasta que Facebook nos barrió y la fantasía acabó.

–No había un modelo de negocio detrás.

–No. El libro abarca desde 2012 hasta justo antes de la pandemia. No incluyo cuando los dueños de 'Playground' visitan las oficinas de Facebook unas semanas antes del cambio de algoritmos que los va a invisibilizar. Se creen los reyes del pollo frito. Les anuncian que va a haber cambios y les preguntan cuánta gente tienen trabajando, unas 200 personas entre España y Latinoamérica. En Facebook se quedaron blancos, porque sabían que les estaban dejando sin trabajo.

–¿Cuál será la siguiente burbuja que estalle? ¿Las series? ¿Las plataformas?

–Está empezando a suceder. Ha hecho series hasta gente que no quería hacerlas, una locura de producción que no tiene sentido. Un alivio financiero para los equipos, pero se ha rodado sin ton ni son. La mayoría de cosas no se han visto. 'Perdona que no haya visto tu serie, pero es que estaba rodando la mía', se dice por Barcelona. También están de bajada los influencers, la gente empieza a estar harta de personas histriónicas recomendándote cremas.

–¿No cree que vivimos en un proceso de despertar de internet tras años de enganche? Tuiteamos menos, nos preocupa el uso del móvil de nuestros hijos...

–Totalmente de acuerdo. Este es el año del cuestionamiento de las tecnológicas y de la relación que tenemos con internet. La revolución ha sido tan bestia que nos ha enfermado gravemente. Nos ha hecho relacionarnos de una manera para la que no estábamos preparados, a todos los niveles. Creativamente también nos ha enfermado, devaluándonos a nosotros mismos. Estamos despertando, empiezo a ver briznas de cambio. La gente está harta de que todos los productos de las plataformas sean tan parecidos, de que la traten de idiota. Y de la polarización en redes, de personalidades histriónicas capitaneando el descontento en Twitter. Eso solo nos ha traído cosas horribles: Trump, Milei, Vox... Ese fenómeno lo ves en el colega tuyo escritor o director, al que como no le va demasiado bien se politiza y extrema sus opiniones, sean del signo que sean, solo para capitalizar el descontento y sacar algún rédito en su carrera o que le den un programa. Politizarse de manera demagógica ha logrado que vivamos en una burbuja.

–Escritor, guionista, director, colaborador televisivo... ¿Ya sabe qué quiere ser de mayor?

– Me flagelo mucho con eso. La gente que admiro es así, uno de mis héroes es Frank Zappa, que hacía música, cine y hasta intentó ser presidente. Soy hijo único, he pasado mucho tiempo solo viendo la tele y leyendo. No veo por qué hay que elegir. Topor y Arrabal, dos genios, lo han probado todo.Después ya veremos con qué nos quedamos.

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