De la 'burguesía roja' al estrellato artístico
Marina Abramovic, la creadora que ha acercado la performance a la gente, publica sus memorias, tituladas 'Derribando muros'
De ser una variante esotérica del arte, limitada a los iniciados, la performance se ha convertido en algo muy próximo a un género popular. ... La difusión de los museos ha contribuido a este cambio, y también artistas como Marina Abramovic, que salió de los estrictos círculos artísticos de la antigua Yugoslavia, vivió en una furgoneta con su compañero Ulay y acreditó su valía ante Joseph Beuys antes de hacerse una estrella del mundo del arte.
Con sus acciones provocativas se fue haciendo un hueco en los medios, en el mundo artístico y en el social. En 1977, en Bolonia, ella y su pareja se colocaron desnudos a ambos lados de un paso estrecho por el que debían entrar los asistentes al museo, rozando inevitablemente sus cuerpos. Querían significar que sin los artistas, en toda su carnalidad y con todas sus necesidades, no habría centros artísticos.
Se suponía que la performance iba a durar seis horas. Sólo duró tres porque aparecieron «dos apuestos oficiales», según recuerda la creadora. Les pidieron los pasaportes, lo que obviamente no llevaban encima. Y tuvieron que parar la acción bajo la acusación de conducta obscena.

Entre el arte conceptual y el papel couché, los 73 años de la vida de Abramovic han dado para mucho, según se puede leer en su autobiografía recién publicada en español, 'Derribando muros' (editorial Malpaso), y dedicada «a los amigos y a los enemigos».
«Provengo de un lugar sombrío». Con esta frase comienza sus memorias la artista serbia, nacida en Belgrado el 30 de noviembre de 1946, poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial y en el seno de una familia que, como ella mismo define, pertenecía a la «burguesía roja». Su padre fue miembro de la guardia de élite del mariscal Tito; y su madre, directora del Museo de la Revolución y el Arte.
«El salón tenía estantes llenos de libros, un piano de cola negro y cuadros en todas las paredes». Ella pensaba que era la «cúspide del lujo», y podía serlo en la Yugoslavia de aquel tiempo, sólo que confiscado a una familia judía durante la ocupación nazi.
En este ambiente exquisito, su educación familiar fue a base de sopapos, que le producían abundantes sangrados por la nariz. A los seis o siete años supo que deseaba ser artista. Así como su madre solía recibir sus ideas con castigos, este deseo la convenció de inmediato y le habilitó una habitación en el piso como estudio.
Abramovic estudió en la Academia de Bellas Artes de Belgrado, si bien lo más importante en su proceso formativo fue su participación en el Grupo 70, un sexteto de estudiantes en el que ella era la única mujer. Hablaban de Lawrence Wiener, Joseph Kosuth y el arte conceptual; del 'povera' italiano y de las performances de Fluxus, el movimiento de Beuys y Nam June Paik.

El cacahuete y su sombra
Todavía pintaba, aunque proponía acciones que eran rechazadas por las autoridades artísticas. Hasta que llegó a un centro de Belgrado una directora que acababa de estar en una Documenta de Kassel comisariada por Harald Szeemann. Su grupo protoganizó una exposición en aquella galería, y Abramovic presentó un cacahuete sin pelar fijado a la pared, una obra que tituló 'Nube con su sombra'. Al ver cómo había quedado se convenció de que nunca volvería a pintar.
En 1972 la invitaron al Festival de Edimburgo y escenificó, delante de Beuys, su performance 'Ritmo 10', basada en un juego de bebedores eslavos. Sobre un papel colocó su mano izquierda extendida de modo que quedaran huecos entre sus dedos. Con la derecha cogía un cuchillo y lo pasaba por ellos tan rápido como podía. Cuando se pinchaba, una grabadora registraba su gritos de dolor. Cogía otro cuchillo y así hasta diez.

Fue el primer 'hit' de una serie de 'Ritmos' en la que expuso su cuerpo al fuego y la electricidad. «Nada de ensayos, nada de repeticiones, vulneralibilidad extendida, exposición al azar, reacciones primarias», rezaba su ideario 'Arte vital'.
Desde entonces el interés por su obra fue creciendo. En 1997 ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia y en 2010 tuvo una retrospectiva en el Museum of Modern Art (MoMA). Ahora es una figura tan popular en Estados Unidos que ideó un proyecto -fallido- con el rapero Jay Z, y a la que han atacado los trolls de la extrema derecha acusándola de prácticas satánicas.
La intensa relación con Ulay y el pleito por los derechos de autor
Marina Abramovic y su pareja artística y en la vida diaria Ulay se conocieron en Ámsterdam en 1975. Se dieron cuenta de que los dos cumplían años el mismo día, el 30 de noviembre, y empezaron una relación que duró doce años muy intensos. Con él realizó muchas de sus performances, incluida la que representó su ruptura. La llamaron 'Amantes'. Se les veía a cada uno en una punta de la Muralla China y avanzaban hasta encontrarse justo en el punto medio, para decirse «adiós». Mientras avanzaba en su trayecto, el artista se enamoró de su traductora. En 2015, Ulay puso una demanda contra su exmujer reclamándole los derechos de autor que le pertenecían por sus acciones conjuntas. La sentencia le fue favorable y Abramovic tuvo que soltarle 250.000 dólares.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.