De ruta por lo viejo: los esqueletos de los tres primeros bilbaínos y otras huellas del pasado
De los dólmenes de Artxanda y la lápida de Deusto a la piedra blanca y la muralla en San Antón y Ronda, pasando por el arco medieval superviviente de la que fue la casa más antigua de la villa
Hay tres esqueletos en el almacén del Museo Arqueológico, al pie de las calzadas de Mallona, que esperan a ser estudiados. Dos jóvenes y un niño. Fueron descubiertos durante las excavaciones realizadas en 1997 en la catedral de Santiago, donde se recuperaron restos de las dos antiguas iglesias levantadas en ese mismo lugar en diferentes momentos antes que el templo actual, construido entre finales del siglo XIV y principios del XVI. Los arqueólogos llegaron a la conclusión de que se encontraban ante los huesos humanos más antiguos hallados hasta el día de hoy en la villa, ya que los enterramientos pertenecen al primer asentamiento de Bilbao, anterior al 1300 de su fundación. De momento, solo los investigadores que lo soliciten pueden ver los huesos de estos tres habitantes de la ciudad que estaba a punto de nacer, hace 725 años. Y después de casi tres décadas reposando a oscuras en el almacén, EL CORREO ha podido acceder y fotografiar a los que podríamos llamar los tres primeros bilbaínos.
No quedan a la vista muchos vestigios de esa época (XIV y XV), muchos menos de tiempos anteriores, y tampoco demasiados del XVI y XVII, pero los tres esqueletos nos llevan de la mano a un viaje por las huellas que han logrado sobrevivir al paso del tiempo y las sucesivas reconstrucciones. Si tuviéramos que 'bautizar' a estas tres personas, podríamos echar mano de un estudio de Arsenio Dacosta publicado por Eusko Ikaskuntza sobre los nombres más utilizados en la Baja Edad Media (XIV y XV) en Bizkaia: «Los varones vizcaínos no suelen salirse del Juan, Pero, Rodrigo, Diego, Martín, Gonzalo, Sancho, Fortún, García, Ochoa o Íñigo, con sus variantes correspondientes. En cuanto a las mujeres, el problema es aún más acusado, ya que la hegemonía de María es absoluta, seguida de lejos por un puñado de nombres que se repiten constantemente: Mencia, Mayor, Teresa, Juana, Elvira y Sancha». Desconociendo el sexo de los difuntos hallados en la catedral, bien podrían haberse llamado Juan, Martín y María.
Pero antes de seguir... ¿Había algo en Bilbao anterior a su fundación y qué queda de aquello? Lo explica el historiador Iñaki García Camino, primer director del Bizkaiko Arkeologia Museoa, en el cargo hasta su jubilación hace un año y jefe de los expertos que descubrieron aquellos tres esqueletos: «Bilbao fue fundado en 1300 por la voluntad del señor de Bizkaia, don Diego López de Haro. Pero, como otras villas vizcaínas, no surgió repentinamente en tierra 'de nadie', escasamente habitada o en un estadio de vida casi prehistórico. Se construyó sobre una antigua aldea que junto a otras constituían un territorio organizado, capaz de producir y abastecer de materias primas a los mercados urbanos, pues como se señala en algunas cartas pueblas, 'sin vender e comprar non se puede mantener ninguna villa'».
Los dólmenes de Artxanda
Hay que ir prepararando las botas de monte. El experto asegura que si seguimos viajando hacia atrás, «veríamos entre brumas retazos de la historia de los habitantes que ocuparon Bilbao mucho antes de 1300. Sus protagonistas son hombres y mujeres cuyos nombres desconocemos y que nacieron, trabajaron, amaron y sufrieron en este mismo espacio donde hoy vivimos». Así, plantea comenzar la ruta con una visita a los restos prehistóricos que sobreviven desde el Neolítico.
En Artxanda se puede ver y tocar algo de los cinco dólmenes plantados en los lugares llamados Hirumugarrieta y Gastelu Landa. La visita a estos restos, que aparecen señalados en Google Maps, resulta bastante frustrante, pues pese a las prometedoras vallas que en cierto modo los protegen y señalizan, helechos y otras hierbas han crecido sobre ellos, dejando entrever apenas unas pocas piedras. Se echa de menos un poco más de cuidado, un cerco protector, un cristal para observar el resultado de las excavaciones sin vegetación encima. Al menos hay paneles informativos muy detallados en cada una de las localizaciones.

«Son monumentos funerarios, enterramientos colectivos en una cámara rectangular construida con piedras sobre el suelo y cubierta por lajas. En su interior se depositaban los cadáveres junto a ajuares, durante cientos de años». En los de Hirumugarrieta se encontraron puntas de flecha, herramientas y cuentas de collares. A juicio del experto, todos estos dólmenes formaban parte de una necrópolis que se mantuvo en funcionamiento entre el IV y III milenio antes de Cristo. «Y se construyeron en altura, lo que los hacia visibles desde el valle, por lo que sirvieron también de referentes territoriales».

El Castro de Malmasin
Ahora será necesario aguzar la vista para descubrir otra de las escasas huellas de nuestra historia más remota. En el mirador de Artxanda, dirigiendo la mirada hacia Basauri, se detecta sin mucho problema el Castro de Malmasin, del siglo IV antes de Cristo. «En ese monte de Malmasin se instaló un poblado amurallado que pudo acoger unos 200 habitantes», informa el arqueólogo. Aun hoy es posible ver los círculos concéntricos de la muralla, las líneas defensivas y los fosos que protegían las casas, los huertos y corrales y los lugares comunes del castro.

Los vecunienses de Begoña
A los romanos en principio no debieron interesarles demasiado los terrenos de arenales e inundables donde iban a nacer las Siete Calles originales, pues no se han encontrado por el momento restos de aquella época. «Un escrito del siglo XVII de Gabriel Henao describía una peña situada en el camino de Lauroeta (Loiu), con una inscripción que decía 'VECVNIENSES HOC MVNIERVNT' que significa 'Esta (obra) la hicieron los Vecunienses'. Aunque la inscripción haya desaparecido, no hay duda de que existió, y plantea una cuestión: ¿quiénes eran los vecunienses? La mejor hipótesis es que hablamos de habitantes de un poblado indígena romanizado que se llamaba Vecunia y que podría estar situado la colina que desde la Edad Media llamamos Begoña». Habrá que esperar nuevos descubrimientos cuando comiencen las prometidas e inminentes excavaciones en la basílica.
El sepulcro de Deusto
Con otro salto importante en el tiempo llegamos hasta la fundación de los primeros templos de culto cristiano; los de Begoña y Deusto, en el mismo lugar donde mucho después y sobre sus cimientos se levantaron la iglesia de San Pedro y la basílica de Begoña. «Antes de 1300, algunas aldeas fueron integradas en la red de parroquias creada y controlada por reyes y obispos para organizar la sociedad y la producción, difundiendo el sistema feudal». Como testigo de aquellas iglesias primigenias queda una cubierta de un sepulcro de la Alta Edad Media (alrededor del siglo X), trasladada al Euskal Museoa de Bilbao, actualmente en obras. Perteneció a una necrópolis muy cercana a lo que hoy es la iglesia de San Pedro.

Los esqueletos de Santiago
Regresemos con los tres primeros bilbaínos. Recuerda García Camino que en el siglo XII Bilbao estaba configurado «en torno a dos elementos: la iglesia de Santiago y una lonja o almacén de mercancías donde luego se edificó la iglesia de San Antón». El arqueólogo y su grupo descubrieron en 1997 los cimientos de dos iglesias anteriores a la catedral actual bajo el presbiterio: «Fue precisamente en el exterior de la más antigua de ellas donde se hallaron los huesos de los que pueden ser los bilbaínos más antiguos, datados en principio en torno a 1200. La segunda iglesia era una ampliación de la primitiva realizada en torno a 1300, y sobre ella a finales del siglo XIV se empezó a edificar el templo que se culminó en el XVI».

Etor Telleria es el actual director del Bizkaiko Arkeologia Museoa. Ha localizado aquellos huesos en el almacén y los muestra para EL CORREO en dos bandejas, pese a que los esqueletos hallados eran tres, dos jóvenes y un crío. «Sí, aquí hay unos dientes pequeños que podrían corresponder a un niño. Esto es un cráneo en trozos, un pedazo de omóplato, una clavícula...».

– ¿Cómo es que están aún sin estudiar, y que no sean exhibidos, siendo tan relevantes para la historia de la villa?
– Ocurre con más cosas. En ese momento era una excavación interesante, fue noticia, pero a veces los proyectos bajan en intensidad, en interés. El procedimiento es el adecuado: se excava y los restos vienen a los fondos del museo, aquí se conservan. Y luego ya queda en manos de los investigadores que vuelvan sobre ellos y extraigan la información. Tiene que haber alguien que se interese por el material y presente un proyecto de investigación.
Con estos restos y los correspondientes estudios antropológicos (ADN, isótopos...) se podrían conocer la edad, el sexo y otros datos de estas personas.

La peña blanca en San Antón
Toca estirarse y agacharse un poco para contemplar la peña blanca que dio nombre a Atxuri (aitz, piedra y zuri, blanca). Estamos hablando del otro lugar reseñable, la lonja, construida en el único sitio seco de la ribera de la ría, que acogió después la iglesia de San Antón.

Hay que entrar al templo, dar toda la vuelta y, a la derecha y mirando hacia el altar, al retablo pintado por Iñaki García Ergüín, nos inclinamos en la medida de lo posible para descubrir, bajo el cristal y junto a los restos de la muralla de Bilbao, la famosa piedra blanca que tanto destacaba entre los humedales junto a la ría del Bilbao primigenio. En las ilustraciones que muestran los planos de cómo podía ser nuestra ciudad en aquella época, aparece bien destacada esta roca.

El rastro de la muralla
Intentando seguir el rastro de la muralla que ya hemos observado en San Antón, podemos acercarnos a otro par de lugares donde sobrevive el muro de seis metros de alto y unos dos de ancho levantado alrededor de las Siete Calles, que empezaron a crecer todas a la vez conformando el núcleo de la nueva villa. Se contempla tras un cristal en el interior del palacio Yhon, el edificio de la Bolsa, pasando la escalinata y el patio, en un pasillo a la izquierda.

Pero el lugar más sencillo para verla, incluso tocarla, es en Ronda, aunque antes esta calle no estaba donde la actual, sino dentro de la muralla, donde efectivamente se hacía la ronda para vigilar. Con el paso del tiempo, las casas fueron engullendo el muro. Hay una placa en altura que la señala hacia el número 19;en ese lugar pueden palparse las piedras areniscas, donde la tienda Geure queda incrustrada en ella. Yendo hacia el mercado, hay otro tramo similar. Y si observamos la esquina de la casa pintada de verde frente al número 2 de esa calle, justo donde la corta el cantón Julián Echevarría 'Camarón', se distingue perfectamente la altura y anchura originales de la muralla.

El arco medieval superviviente
Crucemos el puente de San Antón hacia Bilbao La Vieja, fuera de las murallas del medievo. Nada más comenzar a subir hacia Miribilla, el barrio más moderno, en una isleta con hierba entre dos carreteras nos topamos con el último arco medieval, superviviente de la que fue la vivienda más antigua de la villa. La llamaban 'la casa de pescadores' y se mantenía en pie desde el siglo XV; estaba en Iturburu 6 y fue derruida en 2006. Conservaron el arco y lo colocaron semitumbado, poco visible, en ese inapropiado lugar para un resto de su importancia, donde injustamente pasa desapercibido.

Los palacios de Yhon y Arana
Tras la serie de inundaciones e incendios sufridos, Bilbao empezó a construir a finales del siglo XVI palacios urbanos para las clases altas, como el de Yohn, uno de los edificios más emblemáticos del Casco Viejo. Hay una leyenda que habla de un pasadizo para que los contrabandistas llegaran a la ría, pero, para desgracia de los más románticos, no hay ninguna evidencia de ello. El palacio Yohn que vemos actualmente es del siglo XVIII, aunque en ese lugar existió uno anterior descubierto en las excavaciones para su reciente restauración. El otro palacio importante es el de Arana, el de los soportales frente al mercado de la Ribera, con entrada por un llamativo portón en Belosticalle.

La vivienda más antigua

Tras la desaparición de la casa del siglo XV de la calle Iturburu, el edificio de viviendas más antiguo de la ciudad se encuentra en Bidebarrieta 10, es del XVII y está pintado de rosa. Resulta muy reconocible como edificio característico del Casco Viejo, donde casi todas las construcciones son del siglo XVIII. Lo más asombroso es que aún se mantiene habitado.
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