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Veinte escultores radicados en Bizkaia exhiben su obra en la Sala de Exposiciones de las Juntas Generales. La muestra, abierta hasta el 21 de febrero, ... está impulsada por Eskuahaldunak Eskultoreen Elkartea, entidad que pretende dar a conocer el panorama actual de la disciplina en la comunidad autónoma. La selección, con paridad de hombres y mujeres, ofrece una visión amplia de formas, técnicas y materiales en pequeño y mediano formato. Dora Salazar, Bárbara Camhi, Amaia Conde, Javier Villarroel, Joseba Galarza y Rafa Cantera son algunos de los autores representados.
La variedad conceptual de las piezas da cuenta de la situación actual de esta disciplina. «Estamos haciendo un esfuerzo para reflotar la escultura vasca y que recupere el lugar que ocupaba en épocas pasadas», asegura Guillermo Olmo, portavoz de la asociación. Durante su intervención apuntó la necesidad de responder a un mundo nuevo con otros retos y destacó la creciente presencia de autoras. «Carecían de presencia y las nuevas generaciones cuentan con mayoría de creadoras. El futuro de la escultura vasca es femenino».
La 'amama' con un cerrojo en la boca representa explícitamente ese pasado de marginación personal y profesional. La obra de Amaia Conde, una pamplonesa radicada en Bilbao, forma parte de la serie 'Domesticadas', aún en desarrollo, que habla de ese silencio y control que las recluía de puertas adentro. «Lo tenemos más difícil porque, a veces, se nos da menos valor, como si por trabajar con materiales como el papel o recurriendo a dimensiones pequeñas no fuéramos escultoras», lamenta.
En cualquier caso, su trabajo es rotundo y de gran tamaño, vinculado a la figuración dramática y, frecuentemente, basado en la reutilización de elementos como puertas o tablas de lavar. «Me gusta que los objetos también cuenten parte de la historia». La madera es su pasión. «Pero la investigación siempre está presente, no te puedes quedar con aquello que funcione y has de explorar otras posibilidades, como hacía Koldobika Jauregi».
Los cambios del mercado del arte han complicado la proyección de los escultores vascos. «Vender resulta complicadísimo», indica. «Ya no existe aquel interés por poseer una obra de arte, algo importante que se puede revalorizar». Su compañero Joseba Galarza, en ejercicio desde 1975, se refiere al trabajo de la asociación para visibilizar las nuevas hornadas. La obra que presenta este veterano es una estructura con ecos antropológicos, reflejo de sus viajes y conocimientos de las culturas egipcia, inca e india. La pieza de bronce fundido de Rafael Cantera también refleja una experiencia personal. Bajo su aparente sobriedad formal se esconde su pasado como calderero de Altos Hornos y la pasión por la capacidad expresiva del hierro y el acero.
La cita en Juntas Generales forma parte de las más de sesenta exposiciones que Eskuahaldunak Eskultoreen Elkartea ha organizado en sus tres años de existencia. Aunque reúne a un centenar de socios, ha movido la producción de más de 150 artistas. «Hace falta que la escultura esté en la programación, que se incluya en la agenda cultural», aduce Olmo. La creación de un centro artístico constituye una de sus aspiraciones más ambiciosas. «Se precisa un lugar para el estudio, la formación y producción», señalan. Es importante para la promoción de la escultura monumental y urbana y la preservación de oficios en trance de desaparición. «Hablamos de técnicas tan importantes como las nuevas tecnologías en el ámbito de la creación».
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