Al Guggenheim se llega en patera
Inmigrantes argelinos y marroquíes, entre ellos una atleta de los 800 metros lisos, reinterpretan varias obras, en una visita taller dentro del programa social del museo
Al Guggenheim se llega de muchas maneras. Extranjeros de todo el mundo recorren miles de kilómetros para visitarlo. Sin embargo, otros que llevan ya tiempo en la ciudad piensan que nunca podrán acceder a él, que ese museo que tienen a diez minutos a pie no es para ellos. Rabah Temmar, natural de Bumerdés (norte de Argelia), de 35 años, vive desde hace dos en Bilbao, y lo pisó por vez primera la semana pasada. Para llegar a recorrer este edificio que a él tanto le recuerda a un barco, tuvo primero que llegar a España por mar, 300 kilómetros de navegación. La sonrisa amplia y los ojos brillantes contrastan con el relato que hace de aquel viaje: «Vine desde Bumberdés a Palma de Mallorca, íbamos 24 hombres en una patera pequeña, tres días y medio dentro del mar. Miedo no tuve, el miedo estaba en Argelia, porque allí no tenía vida, sin dinero, sin estudios, sin forma de salir adelante, nada. Cada año era igual al anterior, la vida no cambia allí, pero aquí ha cambiado mucho, ahora hablo español, sé cosas nuevas».
Entre esas cosas, las que se pueden descubrir en este museo –el primero que recorre en su vida–, gracias a una iniciativa del Guggenheim, las 'Visitas Taller', englobadas dentro de sus programas sociales, con el patrocinio de BBK. Buscan favorecer la inclusión de colectivos vulnerables y personas con necesidades especiales, y está probado que acercarse al arte es buena manera de empezar a conseguirlo: «Hacemos actividades dirigidas a entidades que trabajan con personas con discapacidad intelectual y psíquica, vulnerables o en riesgo de exclusión. El propósito es inspirar y abrir nuevas perspectivas a través del arte y sus valores. Cultura inclusiva e integradora, se llama», explican sus responsables. Esta propuesta se puso en marcha en 2023 y en esta segunda edición se han organizado diez visitas (9 grupos de Bizkaia y uno alavés).
Y entre ellos está Izangai Elkartea, asociación que acompaña a personas en situación o riesgo de exclusión social para que puedan incorporarse a la sociedad, como Rabah. Nada más llegar fueron recibidos por personal del museo y por Oihana Marco, psicóloga y fotógrafa que hizo de guía para este argelino y sus diez compañeros. Primeramente, visitaron tres obras de la colección permanente, y después acudieron al taller, donde pudieron elegir láminas con las obras vistas y alguna más para realizar un encuadre de algún detalle elegido, recortarlo, pegarlo en un papel, titularlo y firmarlo. «El resultado siempre es interesante», resaltó la guía, que trabajó con ellos las emociones e ideas suscitadas durante la visita.
Tapones de bebidas
La primera obra fue 'Instalación para Bilbao' de Jenny Holzer, que recibe a los visitantes con sus carteles luminosos, las letras en rojo y azul que suben hasta el techo en diferentes idiomas. La segunda, la monumental 'Mar creciente', de El Anatsui, artista de Ghana radicado en Nigeria que empezó a utilizar tapones de aluminio de bebidas alcohólicas para confeccionar sus obras, ofreciendo varias lecturas sobre África y el colonialismo. Y la tercera, la colorista 'Despertándose', un ejemplo de arte pop de Gilbert & George.
«Aunque no tenga trabajo ni papeles, aquí en Bilbao se vive bien –dice Rabah–, los vascos son buena gente, estoy aprendiendo cosas nuevas y me encanta. Allí trabajaba en chapa y pintura, tengo experiencia de siete años, y es lo que podría hacer aquí, me gustaría hacer un curso amplio de ello, también de soldador».
Primera vez en un museo
El argelino, que antes de dormir en un piso de acogida estuvo en los viejos pabellones industriales de Zorrozaurre, escoge 'La materia del tiempo', de Richard Serra, «porque parece un laberinto, y me recuerda a los problemas de la vida. La vida es así, cuando sales de un problema entras en otro, no acaba nunca, no podemos esperar que las cosas nos lleguen como regalos. Hay que sufrir, es la vida. En mi país no estuve en ningún museo, es mi primera vez.Esto parece un barco y me encanta».
También se vino en patera Abderrahman Siri, marroquí de Beni Melal. Llegó a Algeciras hace un año, ahora tiene 23, y tras pasar unos meses en Cádiz decidió instalarse en Bilbao: «Me vine porque cuesta mucho salir adelante en mi país. Aquí puedes estudiar, trabajar y hacer muchas cosas, cambiar tu vida. Ahora estoy estudiando, este año voy a hacer un grado medio, y después un grado superior de electricidad, tengo experiencia en eso».
En su caso, la elegida es la colorida obra de arte pop de la pareja artística Gilbert & George 'Despertándose', y de ella ha decidido encuadrar el detalle que muestra a un joven negro agachado: «Con esto quería mandar un mensaje de que todos somos iguales, que no hay blanco o negro». ¿Acaso ha tenido problemas con el racismo? «A veces veo que hay chicos africanos, negros, que tienen problemas en la calle, y me salen vídeos racistas en el móvil, aunque yo no lo he sufrido», asegura.
Atleta de 800 metros
Chaymae Arrouf tiene 23 años y es de Fez (Marruecos). Lleva aquí solo 3 meses y ya puede defenderse en castellano. Buscando su nombre en internet salen fotos de ella corriendo los 800 metros lisos. «En mi país era atleta, me llevaron a vivir a Ifrán, con la Academia de Atletismo, y competía a nivel internacional: estuve en París, Dinamarca, Kenia, Argelia... Corrí mucho, pero me empezó a doler la rodilla y tuve que dejar de entrenar, además llegó el coronavirus. Así que volví a casa de mi familia a estudiar. Me mandaron de Holanda una invitación para ir a correr pero no podía. Y tampoco podía seguir en Marruecos porque no tenía dinero, ni ropa, ni nada. Corría y nada más. Tenía un futuro incierto. Me vine a Madrid en avión con una visa de trabajo a casa de una amiga de la familia, y luego a Gijón, pero me habían hablado bien de Bilbao y me vine sola».
Curiosamente, aquí, en Izangai, se encontró con una compañera marroquí de carreras con la que comparte habitación en el albergue de Elejabarri. «Quiero hacer un grado superior en cocina», informa. Su obra escogida fue otro detalle de 'Despertándose': «La he elegido porque hay tres figuras, pequeña, mediana y grande. Significa crecer, y ahora yo sería la mediana, pero querría volver a ser la pequeña, una niña, para poder estar con mi padre». ¿El título? 'El tiempo no espera a que vivas la vida. Vive la vida'.
«La experiencia de luz, materiales, espacio y obras les chocó mucho»
Amaia Subinas fue una de las educadoras de Izangai Elkartea que acompañó al grupo en su visita al museo. De regreso a casa, tuvo la oportunidad de preguntarles por lo que acababan de vivir: «Estaban muy contentos con la experiencia. Al principio se quedaron un poco impresionados porque, salvo uno de los chicos que ya lleva más tiempo aquí, ninguno había visitado el Guggenheim y no podían imaginar cómo era. De hecho, algunos no han estado nunca en un museo. La experiencia de luz, materiales, espacio y de todas las obras les chocó, fue muy fuerte, muchos no tienen referencia de arte contemporáneo». También disfrutaron con el taller, con elegir un detalle de una obra y decir lo que les hacía sentir: «Es una forma de dar valor a la experiencia de cada uno, a tu origen, a lo que has dejado atrás, y da visión a tus esperanzas de futuro. En algunos países, por cultura, religión, el expresar sentimientos está muy limitado, sobre todo en hombres, expresar tristeza, dolor... Poder sacarlo fuera ayuda».
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