¿Quimera?
Pues sí, es probable que la forma armoniosa con la que Tarsila do Amaral subvirtió las tradiciones eurocéntricas, incorporando sin complejos a sus obras la ... identidad nacional y multicultural de Brasil, sea hoy una quimera en un mundo de extremos, de rencorosos indigenismos radicales y de globalizadores miopes y totalitarios. Seguramente, pero al menos del recorrido por la amplia monográfica que le dedica el Guggenheim sale el espectador, sí, con una esperanzadora sensación sobre la vigencia y la riqueza de la interculturalidad. En efecto, el tránsito por las salas refleja que su 'canibalismo' o su 'antropofagia' discursiva es una genial síntesis digestiva que impone con rotundidad la cultura afrobrasileña, pero sobre la base del gran angular de las vanguardias históricas, ofreciendo una obra de indudable valor, armonía y singularidad.
Así, en el estilo cubista que fractura objetos en formas geométricas se integran con naturalidad las culturas y las narrativas locales, con un lenguaje visual de estética vernácula y con una paleta de colores audaces, casi como un 'fauvismo' aplicado a las pinturas naif de Rousseau, solo que con un exotismo mucho más creíble. Igualmente, lo surrealista y lo onírico se vinculan sintéticamente con unas figuraciones sensuales, a veces simbolistas en las formas, las líneas y los colores, y en otras con un sentido más lúdico y hasta etnográfico.
Leitmotiv de este modernismo brasileño a golpe de afinada y singular fusión creativa es, también, la mirada de Tarsila a la explosión urbana, a la metropolitanización, reflejada con líneas nítidas, colores primarios y ese enfoque vanguardista que expresa visualmente el caos y el dinamismo. Su transitoria ideologización izquierdista, historicista y cuasi muralista, no le quita un ápice de interés a su obra, como tampoco se la detraería a Diego Rivera. Lo mismo sucede con su retorno a las temáticas primitivistas y populares o con ese notable final, casi una abstracción geométrica, en la que mengua la distracción del color. Falta en esta muestra su icónica 'A Negra'. Mejor, sí, porque quizás su presencia hubiera dado pie al debate de siempre, radical y rencoroso.
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