Discurso atractivo
rdua tarea la de resumir cinco siglos de historia del arte en 39 obras realizadas por 37 artistas, encima escogidas entre los fondos de una colección privada, la del BBVA, un fondo excepcional pero no exhaustivo. Con todo, la muestra del banco vasco en su sede histórica logra un discurso atractivo que recorre esa amplia cronología enlazando periodos, temáticas y géneros con piezas de indudable calidad, trabando una cohesión expositiva en el tránsito de la pintura antigua a la moderna. El arranque en el patio del edificio lo certifica, agrupando formidablemente el retrato y la pintura devocional en el Renacimiento y el Barroco, reflejando por un lado la representación del poder, la solemnidad y el detalle en el retrato de corte español (Pantoja de la Cruz y Carreño de Miranda), su notable evolución al realismo y al naturalismo de Goya, la profundidad psicológica y los claroscuros de la pintura flamenca y holandesa o incluso el detallismo y las variaciones cromáticas del enigmático Coneille de Lyon. Por otro lado, Murillo, Valentin de Boulogne o Van Dyck dan cuenta de la temática religiosa y su énfasis emotivo, a veces idealizado y a veces naturalista o realista. La pintura de género, los paisajes y las naturalezas muertas se incluyen en otra sala, en la que destacan los jardines barrocos, la teatralidad y la arquitectura (Breensbergh), una 'veduta' precisa de Fabri y el simbolismo y la iluminación en los bodegones y los floreros de Yepes y Thielen. Esta reducida pero excepcional muestra concluye con su reto más difícil, el del camino a la modernidad, buscando también un contraste final entre la España Negra y la luz de la modernidad. Se echa de menos a Solana en lo primero -aquí sustituido por un valioso óleo de Corredoyra y por el costumbrismo de Zubiaurre y Sotomayor-; y en lo segundo a Anglada Camarasa, Casas o a ciertos autores vascos. Afortunadamente, esa primacía de Cataluña y el País Vasco en la introducción de las vanguardias se reafirma en el recorrido con un Iturrino claramente fauvista, un retrato de Zuloaga de contornos y colores modernos, un jardín de Rusiñol y hasta con una sorprendente obra simbolista de Arteta.
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