Alicia en el hotel de las maravillas
Rut Olabarri presenta en la Sala Rekalde una exposición interdisciplinar basada en sus recuerdos infantiles.
No hay que arrojarse al interior de una madriguera para conocer el peculiar universo de Rut Olabarri, un imaginario que, como el de Alicia, resulta singular y sugerente. La artista nos invita a entrar por una puerta profusamente decorada a 'Trucada e imperfecta', la exposición que inauguró este martes en la Sala Rekalde y que sugiere tanto un itinerario por sus múltiples inquietudes plásticas como un viaje al pasado, al desaparecido Hotel Torrontegui, empresa familiar que se hallaba en el Arenal bilbaíno y que cerró en 1973. El título de la muestra alude a aquel edificio lleno de puertas giratorias, trucos y trampillas. «Entrábamos en casa por su entreplanta», explicó la autora. «Es una vuelta al imaginario forjado en la infancia».
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La fusión entre realidad y ficción caracteriza un trabajo en el que se integran sueños y pesadillas, juegos y recuerdos de todo tipo. El trabajo exhibido, realizado en los últimos seis años, se despliega a través de una serie de dispositivos, a la manera de instalaciones independientes en las que encontramos alusiones a la memoria de aquella niña que también disfrutaba en una casa granja de Arrigorriaga.
Una serie de imágenes extraída de un álbum familiar contrasta con una composición con personajes inquietantes y una muñeca rota, y su libérrima interpretación de una merienda protagonizada por el Sombrerero Loco, el personaje creado por Lewis Carroll. Tal y como señaló la diputada Leixuri Arrizabalaga en la presentación del proyecto, la artista combina la labor artesanal de la costura y la tejeduría con el dibujo y la pintura, disciplinas más académicas y convencionales, y la experimentación audiovisual. «No programo casi nada», confiesa la protagonista y señala que la producción textil siempre es más fácil porque le permite trabajar en el estudio o el hogar. También reconoce que le genera menos miedo. «Cuando utilizo los pinceles me cuesta mucho más».
Una especie de retablo elaborado con retratos de los suyos ocupa el centro de la sala, a la manera de íntimo homenaje, mientras que, en un lateral, varios abrigos arrojados sobre taburetes parecen cobrar vida, convertidos en inquietantes seres antropomórficos. El espacio se trocea mediante la creación de estancias que parecen remitir a las habitaciones de aquel hotel o a los compartimentos de la memoria, siempre parciales y huidizos, como si la artista hubiera querido establecer una división con carácter temático.
Los objetos extraídos del hotel son utilizados para construir dispositivos escultóricos y las piezas textiles surgen del propósito de coser encajes y otros elementos. Según confiesa, comienza a crear sin un propósito determinado y los descubrimientos guían su acción. «Me gusta mucho el trabajo manual», revela. La exposición también se enriquece con sus iniciativas en el campo de la cerámica o la animación. «Aunque soy barroca, tiendo a concentrar y unificar las piezas, y todo el conjunto tiene que ver con mi infancia», señala. 'Trucada e imperfecta' permanecerá abierta hasta el próximo 15 de febrero y ha contado con el asesoramiento del fotógrafo Eduardo Sourrouille.
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