Un año para echar el freno y reflexionar
Aniversarios ·
Las efemérides de la ópera 'Carmen', que fracasó en su estreno, y de Thomas Mann, encumbrado como novelista a los 26 años, se festejarán junto a las de figuras como Paul Newman y Celia CruzLos cuartos de siglo tienen una impronta solemne, como una llamada de atención. Vamos encarrilados, que 2025 marca la primera baliza de fuste del segundo ... milenio. Hora de echar el freno, reflexionar y seguir manos a la obra. Como hacía Miguel Ángel, del que se cumplen 550 años de su nacimiento, cada vez que el papa Julio II le metía prisa para que terminara de pintar la Capilla Sixtina. «Terminaré cuando... termine», repetía el genio italiano, que no dudó en destruir su obra y empezar de cero. Lo importante no es llegar el primero, sino saber llegar. Pocas imágenes más icónicas que el índice de Dios acercándose al dedo de Adán. Fascina como el primer día y no extraña que se haya recreado en el póster de 'E.T.' o en las campañas publicitarias de Nokia.
Hay trabajos que nunca dejan de recoger frutos. La propia Azoka de Durango, que llegará en diciembre a su 60 edición, se ha convertido en un fenómeno multitudinario que no remite y atrae a un público de todas las edades, ávido de novedades editoriales y musicales en euskera. Es una marea humana que tiene por destino más de 270 casetas en Landako Gunea y toca la fibra más sensible de autores y cantantes euskaldunes. A todo el mundo le gusta sentirse arropado. En estos tiempos de permanente aceleración y apuestas inmediatas por el caballo ganador, no hay que perder de vista que una obra maestra tan archiconocida como 'Carmen', estrenada hace 150 años, fue un fracaso el día de su estreno en el Teatro Nacional de la Opéra-Comique de París. Un fiasco que hundió moralmente a Georges Bizet.
Un éxito al poco de su funeral
El compositor francés murió en junio de 1875, apenas tres meses después de la prèmiere de su obra más ambiciosa. El día de su funeral, a modo de homenaje postrero y sin ninguna esperanza, se ofreció una representación de 'Carmen' y el éxito fue colosal. Paradojas del destino. Todo puede cambiar de un día para otro, así que conviene no dejarse llevar por las primeras impresiones o juicios categóricos. Hasta el propio Paul Newman, que nació hace un siglo, nunca creyó tener mucho talento sino fuerza de voluntad y belleza. Su padre pensaba que no llegaría a nada y su madre lo veía como «un objeto decorativo». No lo tuvo nada fácil, pese a unos espléndidos ojos azules que hacían temblar las piernas de hombres y mujeres. Le fue infiel tanto a la primera como a su segunda mujer, bebía más de la cuenta y su único hijo varón murió de sobredosis a los 28 años. Dolor que sobrellevó como pudo.
Superado el alcoholismo, el protagonista de 'El buscavidas' siguió adelante, aprendió a perdonarse y se reencontró consigo mismo. Se volcó en actividades filantrópicas, consiguió la cotizada estatuilla con 'El color del dinero' y, según sus propias palabras, dejó de comportarse como «un tarado». Habría suscrito las palabras de Antonio Machado, del que se conmemoran 150 años de su nacimiento, cuando recordaba la importancia de «procurar que el enemigo no tenga razón». Tarde o temprano, más vale espabilar. Eso lo sabía muy bien el poeta sevillano, que en plena Guerra Civil tenía las ideas claras y una prosa afilada: «¿Conservadores? Muy bien -decía Mairena-. Siempre que no lo entendamos a la manera de aquel sarnoso que se emperraba en conservar, no la salud, sino la sarna». Hay que meditar las lealtades y elegir lo mejor posible.
Turner pintaba lo que veía y sentía hasta el punto de que se pensaba que acabaría en el manicomio
La Reina de la Salsa, Celia Cruz pidió que la enterraran con un puñado de tierra cubana dentro del ataúd. Estrella suprema de guarachas, danzones, sones y rumbas en tiempos de la dictadura de Batista, no comulgó con la revolución castrista y su rostro brilla en las monedas de 25 centavos de Estados Unidos. Su santo y seña era '¡azúuucar!', que soltaba desde lo alto de tacones vertiginosos mientras agitaba la cabeza y no se le movía ni un mechón de la peluca. Venida al mundo hace un siglo, ganó un Grammy al mejor álbum de salsa a los 77 años y su último trabajo, ya póstumo, se publicó bajo el título de 'Regalo del alma'.
Su vitalidad arrolladora y luminosa habría dejado sin palabras a Jane Austen, que en una época particularmente mojigata dejó sentado que «la mitad del mundo no puede comprender los placeres de la otra mitad». La autora de 'Orgullo y prejuicio' y 'Sentido y sensibilidad' nació hace 250 años y no salió de Inglaterra. Muy irónica y perspicaz, nunca desaprovechaba la oportunidad de poner en solfa una sociedad que hacía de las mujeres un bien mueble similar a un caballo o un piano. Había excepciones pero la burguesía, en general, que ella conocía muy bien, solo prestaba atención a su libro de contabilidad.
Naturaleza destructora
Thomas Mann, que vino al mundo hace 150 años, también estaba abocado a los negocios pero la muerte de su padre supuso la liquidación del negocio familiar de cereales. Una liberación ya que nunca se le habían dado bien los números y pudo centrarse en lo que realmente le interesaba. No perdió el tiempo. A los 26 años publicó 'Los Buddenbrook', una historia sobre el auge y decadencia de una familia de comerciantes, y se ganó la admiración de toda Alemania. En 1929 ganó el Nobel de Literatura en reconocimiento a una sensibilidad deudora de Wagner y Schopenhauer, al tiempo que devota del Mediterráneo y el hedonismo. Hijo de brasileña y homosexual reprimido, no se ajustaba al estereotipo de germano de cuello almidonado.
'El bello Danubio azul' fracasó en Viena y solo triunfó al llegar a París
Igualmente rompía moldes Joseph Mallord William Turner, el llamado 'cazador de tormentas', un pintor adicto a las vorágines y el poder destructor de la naturaleza. Nacido hace 250 años, fue un visionario que se aferraba a la experiencia directa. Plasmaba lo que le entraba por los ojos y nada más. Se adelantó al impresionismo en medio siglo y muchos creían que terminaría sus días en un manicomio de Londres como su madre. De trato difícil, extravagante y poco dado a los ambientes sofisticados, solo toleraba la compañía de su padre, con el que convivió hasta casi los 60 años.
La sombra del progenitor era asimismo muy alargada en el caso de Johann Strauss II, compositor de celebérrimos valses, polcas, marchas y operetas, que no dudó en competir en popularidad y caché con su padre. Ambos tenían un carácter beligerante y a la mínima saltaba la chispa. De no ser por esa energía y ansias de conquista, Johann Strauss II, del que se cumple su 200 aniversario, habría tardado más en recuperarse tras el fracaso de 'El bello Danubio azul' en Viena. En su ciudad natal tardaron en ver la gracia a un vals que sugiere más que embriaga. Pleno de majestuosidad, elegante y contenido, hasta que no se interpretó en París no despegó su fama.
La 7ª Sinfonía 'Leningrado', emblema de la lucha contra los nazis, tiene un efecto hipnótico y liberador
Nunca se sabe donde soplarán los vientos a favor. Alguien como Ignacio Aldecoa, por ejemplo, un vitoriano que estudió en Salamanca y Madrid, terminó encontrando su paraíso en la isla canaria de La Graciosa, que en los años 60 no era más que un terruño aislado y árido. Allí conoció a pescadores que le abrieron los ojos y los poros a una realidad amarga y humana. Lejos del asfalto y las tertulias literarias escribió su última novela 'Parte de una historia', ambientada en el microcosmos de La Graciosa y llena de presagios y deseos de huida.
La angustia de Aldecoa, del que conmemoramos un siglo de su nacimiento, era avasalladora y muy fértil, a la altura de la que sufría Dmitri Shostakóvich, fallecido hace 50 años, que se las veía y deseaba para encauzar su inspiración bajo la opresión del régimen de la URSS. Con su ópera 'Lady Macbeth de Mtsensk' -que escandalizó a Stalin por su audacia argumental y musical- cayó en desgracia, pero su talento no claudicó. Pocas obras más hipnóticas y liberadoras que la Sinfonía nº 7 'Leningrado', emblema de la lucha contra el nazismo que se prolonga 80 minutos y siempre invita a reflexionar. Este año, con motivo de la efeméride del colosal compositor de San Petersburgo, se escuchará más de lo habitual y eso es una muy buena noticia.
Amantes del detalle, de Vermeer a Martín Gaite
Johannes Vermeer amaba con locura los detalles. Minucioso y atento a la realidad más sencilla, inmortalizó callejuelas, lecheras y muchachas con perlas. Al hilo del 350 aniversario del fallecimiento del pintor neerlandés, se analizarán con lupa sus obras y lo mismo sucederá con las partituras de Maurice Ravel, nacido en 1875, al que Stravinsky definió como «el más perfecto relojero de todos los compositores». El ritmo del músico vasco-francés atrapa como la prosa de Carmen Martín Gaite y Ana María Matute, de las que se festeja su centenario. Ambas sabían llevar de la mano a los lectores hasta lo más profundo de los temores para conjurar fantasmas de ayer y siempre. Mujeres valientes, que no falten.
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