«Me gustaría trabajar más en Euskadi»
Ana Garay ha ganado su primer Max con 'Rebelión' tras 32 años de trayectoria en escenografía y vestuario
Ana Garay (Bilbao, 1964) creció en un entorno propicio para destacar en el arte y la moda. Su padre, que ama el teatro, ejerció de sastre y propietario de tiendas de alta costura. Ella bailaba desde niña. Estudió Bellas Artes en Bilbao y Arte Dramático en Barcelona, donde descubrió que tenía «alma de escenógrafa». En esta faceta ha sido candidata a los Max en dos ocasiones por 'El mágico prodigioso' y 'El caballero de Olmedo', «un Calderón y un Lope de Vega». Ahora lo ha conseguido por el vestuario de 'Rebelión'.
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– Después de una carrera de 32 años , ¿qué supone este reconocimiento?
– Lo estoy asimilando porque entran en juego muchas cosas aparte del trabajo. Tu amor propio, cómo remontas los períodos de crisis, cómo te reconstruyes para empezar una nueva etapa cuando las cosas no fluyen. Sigo viviendo la vida inesperada, no me imaginaba que esto iba a ocurrir. Estoy con resaca emocional, al encender el móvil me quedé abrumada por la cantidad de mensajes. El Max y yo nos estamos conociendo, lo voy asimilando. No me lo quiero creer mucho porque hoy tengo que volver a la faena.
– Eso es buena señal.
– Sí, te podría decir nombres de gente muy potente que le dan un premio y se pasa cinco años sin hacer una película.
– ¿Le gustaría trabajar más en Euskadi?
– Sin duda, ahora es un buen momento en lo personal y estaría muy a gusto haciendo proyectos con compañías que conozco. Las últimas veces que he colaborado me he podido mirar en ese espejo al que pertenezco y sin duda estoy más por esa labor que por meterme en un musical en Gran Vía, que ya he hecho muchos. Quiero algo que me trascienda desde otro lugar.
– ¿Su última colaboración fue con las óperas de la ABAO?
– Sí, 'La voz humana' y 'Una tragedia florentina'. Fue un gran proyecto con Paco Azorín. Cesidio Niño apostó por ese programa tan poco convencional siendo tan convencional el público de allí.
– ¿Qué importancia tienen el vestuario y la escenografía en las producciones teatrales?
– Mucha, porque vivimos en una sociedad hiperestimulada desde lo visual. La caja escénica y todos sus recursos ofrecen al espectador una inmersión inmediata. Te sientas en un patio de butacas y vienes de tu mundo, tu barullo, tu móvil... a través de lo visual, de la luz y todos los lenguajes escénicos, activas la narración. El vestuario habla de quién es el personaje y los espacios te sumergen en atmósferas e incluso te plantean dilemas.
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– ¿Qué tipo de dilemas?
– Cada vez me interesan más los espacios más conceptuales donde puedes ligar todo el teatro al hombre contemporáneo, más que trasladar un Lope de Vega al tiempo en que se escribió. Todo eso requiere un trabajo de reflexión, desbrozar el texto y el contenido para para encontrar un concepto que luego puedas trasladar a la plástica.
– En estas disciplinas es donde más se nota si hay mucho o poco presupuesto.
– Bueno, yo he trabajado con todo tipo de presupuestos, desde los que dices 'se han vuelto locos' hasta propuestas mucho más austeras. Que haya dinero no significa que eso vaya a ser la bomba. El dinero te da tranquilidad para trabajar pero he estado en producciones con una inversión de dinero mal empleado, ostentosa y sin fundamento.
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– En 'Rebelión', un espectáculo de danza basado en la novela de George Orwell, ha trabajado con una compañía austera.
– Sí, creo que han premiado el concepto, la originalidad. Las intérpretes defienden el vestuario con fuerza y el director me ha permitido llegar a esa abstracción porque cree que los niños son un público inteligente y hay que plantearles retos.
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