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Han sido galardonados por su influencia en la macroeconomía moderna y en el diseño de reglas de política monetaria y fiscal
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Economía, Finanzas y Gestión de Empresas ha recaído en los economistas Olivier Blanchard, Jordi Galí y Michael Woodford por influir «profundamente en el análisis macroeconómico moderno al establecer bases rigurosas para el estudio de las fluctuaciones del ciclo económico», subraya el jurado. Estos «arquitectos centrales del paradigma neokeynesiano» han sido capaces de integrar «la competencia monopolística y las rigideces nominales y reales en modelos dinámicos de equilibrio general con expectativas racionales». Este paradigma, continúa el acta, «se ha utilizado ampliamente para analizar el efecto estabilizador de la política monetaria y fiscal sobre los movimientos cíclicos de la actividad económica real, el desempleo y la inflación».
«Han establecido bases rigurosas para el estudio de las fluctuaciones del ciclo económico»
Acta del jurado
Esta combinación entre trabajo académico e influencia sobre el diseño de políticas públicas ha hecho que su modelo «se utilice en todos los bancos centrales del mundo para tomar decisiones de política monetaria y sea el que se enseña en el mundo académico», destaca Antonio Ciccone, catedrático de Macroeconomía y Mercados Financieros en la Universidad de Mannheim y miembro del jurado.
«La nueva teoría keynesiana —sostiene Fabrizio Zilibotti, también miembro del jurado— tiene en cuenta el papel de las expectativas, mientras que los modelos tradicionales prácticamente lo ignoraban. En este modelo la demanda depende de las expectativas y de cómo será la economía en el futuro. Es decir, se mira al futuro para tomar decisiones en el presente. Esto supone invertir los modelos clásicos que adoptaban medidas en el presente mirando lo ocurrido en el pasado».
Los tres galardonados se conocieron a principios de los años ochenta en Estados Unidos. Olivier Blanchard (Paris School of Economics y MIT), uno de los investigadores con mayor impacto en la macroeconomía, dirigió la tesis de Jordi Galí (Centre de Recerca en Economia Internacional y Universitat Pompeu Fabra) y fue un «joven profesor brillante» de Michael Woodford (Universidad de Columbia). El papel fundamental del profesor Blanchard en los fundamentos de la economía neokeynesiana se puede encontrar por primera vez en un artículo que escribió junto a Nobuhiro Kiyotaki (Premio Fronteras del Conocimiento en Economía en su XIII edición) en 1987, en el que estudiaban los efectos de las políticas monetarias en condiciones de competencia monopolística. Según su análisis, una de las claves era la importancia de las rigideces nominales como principal distorsión: cuando los consumidores se vuelven pesimistas y gastan menos, la producción agregada baja. Si no hubiera rigideces nominales, lo que ocurriría es que el tipo de interés se ajustaría con el objetivo de que se siguiera comprando lo suficiente para que la economía no sufriera una recesión. Pero existen rigideces nominales y este mecanismo no funciona.
«La respuesta que dimos», explica el premiado sobre ese influyente trabajo, «fue que existía una externalidad de los precios en el sentido de que, en un entorno de competencia imperfecta, quienes fijaban los precios tenían muy pocos incentivos para cambiarlos en respuesta a la demanda. Pero el resultado de que cada uno fijara los precios o no los cambiara era que el nivel de precios no se movía, y esto hacía que el efecto de la demanda cayera sobre la producción y no sobre los precios. Creo que la contribución consistió más en aclarar el mecanismo, pero el artículo tuvo mucha influencia».
En 1997, Michael Woodford publicó, junto a Julio Rotemberg, un artículo que llevaba a cabo una estimación econométrica de un modelo cuantitativo en el marco neokeynesiano y sentó algunos de los fundamentos teóricos que serían clave para el desarrollo del modelo neokeynesiano de política monetaria.
Dos años después, Jordi Galí amplió en parte y sintetizó el marco teórico. El investigador catalán publicó un artículo junto a Mark Gertler (Premio Fronteras del Conocimiento en Economía en su XIII edición) y Robert Clarida en el que fijaban su atención en la regla de Taylor, un conjunto de funciones que relaciona la inflación, los tipos de interés y otra variable económica que puede ser el crecimiento del PIB o la demanda agregada. A través de ella, la investigación llegaba a concluir cuál era la política monetaria más adecuada para un periodo concreto.
«El modelo neokeynesiano básico», explica el profesor Galí, «consiste en tres ecuaciones. La primera ecuación describe el comportamiento del nivel de actividad económica en función del tipo de interés. La segunda ecuación describe la evolución de la inflación en función del nivel de actividad económica. Y finalmente, hay una tercera ecuación que describe cuál es la regla de política monetaria que implementa el Banco Central».
«La importancia de la regla de Taylor», destaca el profesor Woodford, «es que llevó a un renacimiento de la investigación por parte de los economistas monetarios académicos sobre el estudio del comportamiento real de los bancos centrales y el intento de utilizar modelos sofisticados para pensar en los efectos específicos más realistas de la política monetaria».
Esos análisis se convirtieron, en pocos años, en las políticas monetarias no convencionales que definieron, en gran medida, la lucha contra la crisis financiera de principios de siglo. En palabras del profesor Galí: «Las contribuciones de Woodford son clave en ayudar a diseñar esas políticas que se adoptan por parte de los principales bancos centrales cuando los tipos de interés llegan a cero y, por lo tanto, no pueden reducirse más».
La primera vez que se pusieron en marcha fue en 2002, tras el estallido de la burbuja de las puntocom. A la economía norteamericana le estaba costando salir de la recesión y se temía la amenaza de la deflación. La Reserva Federal había recortado los tipos de interés todo lo que pensaba que era posible y sus directivos creían que no tenían mayor margen de maniobra sobre la política monetaria, hasta que Michael Woodford les convenció de que podían hacer algo más: en el verano del año 2003 “experimentaron, y creo que con éxito”, en sus propias palabras, con el uso de la ‘forward guidance’, el manejo de expectativas de los tipos de interés futuros: anunciaron su compromiso de mantener el tipo de interés bajo durante un período de tiempo considerable y hasta que se produjeran ciertos acontecimientos económicos.
La base de este principio es la idea de que una parte importante de lo que hacen los bancos centrales con su política debe ser comunicar a los agentes económicos privados cuáles son las perspectivas de la política monetaria en el futuro. «Antes de la década de los 2000», desarrolla Woodford, «era comúnmente aceptado por los bancos centrales que debían tomar decisiones sobre cómo intervenir en los mercados, pero que no necesitaban hablar con el público en absoluto sobre lo que estaban haciendo y, desde luego, no dar ninguna pista por adelantado sobre lo que podrían hacer en cualquier momento en el futuro. En cambio, la idea de la ‘forward guidance’ sostiene que, además de intervenir directamente en los mercados, es muy importante lo que los bancos centrales dicen a la gente, no sólo mientras lo están haciendo, sino para darles una idea de lo que esperarían hacer más adelante, quizás meses o incluso algunos años en el futuro».
Cuando llegó la crisis financiera de 2008, las políticas ya se habían puesto a prueba en una situación real y eso permitió una más rápida reacción de la Reserva Federal: tanto las ‘forward guidance’ como el ‘quantitative easing’, los programas de compras masivas de deuda soberana. Casi al mismo tiempo, Olivier Blanchard ingresaba como economista jefe en el Fondo Monetario Internacional. Durante el desempeño de ese cargo, en múltiples ocasiones utilizó los modelos que su investigación había ayudado a crear. Con ellos trataba de dar contexto a la situación en la que se encontraba y las posibles medidas que se dibujaban como alternativas. Terminó de modelar así, a través del impulso a determinadas políticas públicas, una contribución central en la economía moderna.
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