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El trabajo de estos dos biólogos ha demostrado que nos encontramos en «un periodo de especial aceleración en la pérdida de especies»
Los científicos mexicanos Gerardo Ceballos y Rodolfo Dirzo han sigo galardonados con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Ecología y la Biología de la Conservación, por cuantificar la magnitud de la Sexta Gran Extinción de especies. Ambos ecólogos son referentes en el estudio de la llamada ‘defaunación’, un término acuñado por Dirzo para describir las alteraciones causantes de la desaparición de animales en la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas. Su trabajo conjunto en Latinoamérica y África ha demostrado, según el jurado, que «las tasas actuales de extinción para muchos organismos son mucho más altas que las producidas a lo largo de los dos millones de años precedentes”. De esta manera, ambos han revelado que la actual crisis de biodiversidad es «un periodo de especial aceleración en la pérdida de especies que está teniendo lugar en todo el mundo y para todos los grupos de organismos, y el primero que está ligado directamente al impacto de una sola especie: la nuestra». Sus investigaciones han contribuido a aportar «la base científica necesaria» para impulsar la adopción de medidas de conservación fundamentadas en la evidencia.
El origen de la colaboración entre Ceballos (Universidad Nacional Autónoma de México) y Dirzo (Universidad de Stanford) se remonta a principios de los años 80, cuando coincidieron en la Universidad de Gales. Sus primeras conexiones empezaron a establecerse a raíz de sus preocupaciones sobre el impacto del ser humano en la naturaleza, que comenzaba a ser evidente. Tras esta etapa, el trabajo de Gerardo Ceballos se centró en el estudio de la fauna y la cuantificación de las tasas de extinción actuales en comparación con las de épocas pasadas.
Tras un minucioso análisis de numerosas especies, Ceballos concluyó –en una investigación publicada en 2015 en Science Advances– que las tasas de extinción de vertebrados hoy en día son entre 100 y 1.000 veces más altas que las que han prevalecido en los últimos millones de años. «Esto quiere decir que las especies de vertebrados que se extinguieron en el último siglo deberían haberse extinguido en 10.000 años. Esa es la magnitud de la extinción», explica. Este trabajo logró determinar que se había entrado en la sexta extinción masiva, un escenario que para Ceballos tiene tres implicaciones importantes: «La primera es que estamos perdiendo esa historia biológica. La segunda es que estamos perdiendo a estos seres vivos que nos han acompañado y que han sido fundamentales en la evolución del ser humano. Y la tercera es que todas estas especies están ensambladas en ecosistemas que proveen a los seres humanos de servicios ambientales que hacen posible que haya vida en la Tierra, como la combinación correcta de los gases de la atmósfera, el agua potable, la fertilización… Sin estos servicios ambientales no hay manera de que se pueda mantener la civilización como la conocemos», advierte.
Ceballos enfatiza que la extinción de especies es el punto final de este proceso, pero que la extinción de poblaciones es igualmente preocupante porque son las poblaciones de especies las que proveen los servicios ambientales a nivel local y regional. «No importa que haya jaguares en Brasil, por ejemplo, si se acaban en México, porque los servicios ambientales que prestaron en México se acabaron». Por todo ello, para Ceballos la crisis de la biodiversidad que vivimos es de una magnitud similar a la del cambio climático: «Tenemos que vincular el problema de la extinción de especies con el problema del cambio climático y entender que es una amenaza para el futuro de la humanidad».
Por su parte, Rodolfo Dirzo se incorporó a la UNAM tras su etapa en Gales y viajó a una reserva natural perteneciente a la Universidad en el estado de Veracruz, donde está el bosque tropical que se encuentra más al norte en el planeta. «Ahí me di cuenta del impacto antropogénico en los alrededores de la reserva», recuerda Dirzo: «Y muy pronto me pregunté: estas cosas fascinantes que yo estudio, la ecología y evolución de plantas y animales y sus interacciones, probablemente no va a haber manera de estudiarlas si no nos ponemos a hacer algo al respecto de lo que está ocurriendo con los sistemas naturales».
Aquella reserva en Veracruz contaba con una selva exuberante y muy verde, pero Dirzo pudo constatar que allí apenas vivían animales y, por tanto, las hojas de las plantas crecían sin límite al no servir de alimento a ningún otro organismo. Por analogía con el concepto de deforestación, acuñó el término ‘defaunación’ para referirse a esta ausencia descompensada de animales. «Todo el mundo se hace una imagen visual cuando decimos deforestación. Entendemos que está viendo un problema, un impacto que lleva a la erosión de los ecosistemas desde el punto de vista vegetal. Entonces, se me ocurrió que ‘defaunación’ sería una forma de ilustrar que, así como hay un problema serio de deforestación en los ecosistemas del planeta, también hay un problema serio en la disminución y posible extinción de las especies de animales», comenta Dirzo.
«Sus investigaciones han contribuido a aportar la base científica para impulsar medidas de conservación fundamentadas en la evidencia»
Acta del jurado
«Las especies no viven en un vacío ecológico», advierte, destacando que, más allá de la desaparición de especies, debería preocuparnos la extinción de poblaciones de una especie y, sobre todo, las interacciones entre especies, que deberían ponerse en el foco de las acciones de conservación. Unos efectos que desencadenan un fenómeno que el premiado llama de «ganadores y perdedores». Cuando animales grandes como jirafas o elefantes se extinguen localmente, se convierten en perdedores, y los animales más pequeños, como los roedores, se benefician de su ausencia y por tanto son ganadores. Pero estos animales más pequeños portan patógenos como la Leptospira, la Leishmania o incluso la bacteria responsable de la peste bubónica. A su vez, si aumentan las poblaciones de los animales portadores de patógenos, podrían transmitir estas enfermedades a los seres humanos. «Nos pueden poner en riesgo de afrontar una siguiente pandemia, dada la proliferación de esas enfermedades y la movilidad actual del ser humano», alerta Dirzo.
La cacería es solo una de las acciones provocadas por el ser humano que favorecen la extinción, total o parcial, de poblaciones de especies y pueden desencadenar efectos tan graves como una pandemia. En este sentido, el premiado identifica cinco factores clave que contribuyen a la defaunación: el cambio de uso de la tierra, para convertirla en pastizales o urbanizarla; la sobreexplotación de los recursos, la contaminación –desde los productos químicos nocivos hasta el plástico en los océanos–, la introducción de especies no nativas, o invasoras, en ecosistemas donde no pertenecen; y el cambio climático. «Pero ninguno de estos cinco factores», apunta, “opera en aislamiento: todos están entrelazados, y esto vuelve el problema de atender la extinción biológica mucho más complejo”.
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