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Los cinco científicos han sido galardonados por «descubrir en el hielo polar el vínculo entre los gases de efecto invernadero y el aumento global de la temperatura».
El XVI Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático ha sido concedido a cinco investigadores europeos que mediante la exploración pionera del hielo polar comprobaron el «vínculo fundamental» entre las concentraciones de gases de efecto invernadero y el aumento de la temperatura atmosférica en todo el planeta a lo largo de los últimos 800.000 años. Según recoge el acta del jurado, las investigaciones de la danesa Dorthe Dahl-Jensen (Universidad de Copenhague), los franceses Jean Jouzel y Valérie Masson-Delmotte (Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medioambiente de París), y los suizos Jakob Schwander y Thomas Stocker (Universidad de Berna) sobre la variabilidad natural del clima de la Tierra han permitido «contextualizar las concentraciones actuales de gases de efecto invernadero y el calentamiento global asociado a ellas» en el marco de la historia de nuestro planeta.
Sus investigaciones «tienen un atractivo y una virtud especial porque permiten enmarcar la situación actual del calentamiento global»
«La nieve a partir de la cual se forman los hielos polares, captura, a medida que se va acumulando, el aire que hay a su alrededor», explica Miquel Canals, director de la Cátedra de Economía Azul Sostenible en la Universidad de Barcelona y miembro del jurado. «Este aire queda atrapado dentro de burbujas en el hielo, y esas burbujas son como un libro sobre las condiciones atmosféricas a lo largo del tiempo, que hay que descifrar en términos de su composición y significado». Y es lo que han hecho los cinco galardonados, reconstruir este valioso registro del clima de la Tierra conservado en los hielos polares, lo cual «tiene un atractivo y una virtud especial porque nos permite enmarcar la situación actual del calentamiento global», señala Canals.
Contribuciones que, además, «han exigido avances científicos, técnicos y logísticos en muchos ámbitos para poder medir las concentraciones de gases de efecto invernadero» y »se basan en la colaboración internacional ininterrumpida de varias generaciones de investigadores», concluye el jurado.
El análisis de los testigos de hielo –muestras cilíndricas que se obtienen mediante la perforación del sustrato a diferentes profundidades– supuso la comprobación definitiva del vínculo entre los gases de efecto invernadero y la temperatura de la Tierra. Desde los años 60 existían modelos climáticos basados en la física que mostraban que un aumento en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera produciría un incremento de temperatura, pero para validar esta conclusión faltaban datos concretos sobre la composición de la atmósfera a lo largo de la historia. El análisis de Jean Jouzel de un testigo de hielo antártico procedente de la base de Vostok constituyó esa comprobación definitiva.
Una década después de la publicación de aquel Nature, Valérie Masson-Delmotte ahondó en el trabajo de Jouzel y amplió su análisis a testigos de hielo procedentes de Groenlandia. Sus conclusiones coincidían con las que Jouzel había obtenido en el otro extremo del planeta, volviéndolas mucho más robustas. Desde entonces, Masson-Delmotte, Jouzel y los demás premiados han investigado para refinar aún más el estudio de climas pasados, conocer su evolución a lo largo de cientos de miles de años y constatar hasta qué punto la actividad humana ha desbocado los niveles de gases invernadero en la atmósfera.
Las contribuciones de Dorthe Dahl-Jensen se han centrado en la reconstrucción del clima del pasado a partir del estudio de testigos de hielo en Groenlandia: «El conocimiento del pasado que nos ofrece el registro conservado en el hielo es importante para comprender lo que puede suceder en el futuro», explica la premiada. «El hielo nos dice cuál ha sido la temperatura y las concentraciones de gases de efecto invernadero gracias al aire atrapado en su interior», explica Dahl-Jensen. Su investigación ha comprobado que en el pasado hubo aumentos de temperatura durante periodos de mayor influjo solar, que a su vez aumentaron el CO2 mediante un mecanismo de retroalimentación positiva. Sin embargo, las investigaciones de Dahl-Jensen han comprobado que las concentraciones de gases de efecto invernadero jamás alcanzaron los niveles de hoy.
Todas estas investigaciones no habrían sido posibles sin la tecnología necesaria para obtener los testigos de hielo, y Jakob Schwander ha sido un gran innovador, desarrollando, mejorando y creando nuevos dispositivos para llegar a capas más profundas de hielo prístino. Gracias a sus invenciones, Schwander pudo analizar las burbujas de aire atrapadas en el firn, la capa de nieve compacta a más 70 metros de profundidad que permanece invierno tras invierno y que se sitúa encima del hielo glaciar, donde se concentra un 25% de aire. Hace poco más de una década, comenzó a desarrollar la perforadora de hielo más pequeña del mundo, que con un diámetro de tan sólo 2 centímetros, consiguió alcanzar en 2021 los 320 metros de profundidad en el hielo de la Antártida, a -55ºC, en pocos días: «Una técnica completamente nueva, ya que muchas piezas tuvieron que ser rediseñadas para hacerlas muy pequeñas».
Thomas Stocker ha trabajado en la medición de las concentraciones de dióxido de carbono atrapado en las burbujas de aire de los testigos de hielo de 800.000 años de antigüedad y desarrolló varios modelos climáticos para interpretar los datos obtenidos, y así poder comprender los cambios climáticos en una escala temporal muy larga que abarca varias edades del hielo. Una investigación de la que sacó tres conclusiones fundamentales: «Que las concentraciones de dióxido de carbono son un 35% más altas que en los últimos 800.000 años; que el calentamiento global no tiene precedentes en los últimos 2.000 años; y que gracias a los testigos de hielo polar hemos podido saber que hubo inestabilidades en el sistema climático que podrían volver a ocurrir en el futuro debido a las importantes alteraciones que el ser humano está infligiendo en el clima», destaca Stocker. Además, un punto importante de estas conclusiones es que las mismas provienen de datos de la Antártida y de Groenlandia, lo que aporta «un conocimiento único» sobre la dinámica del sistema de la Tierra.
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