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El plástico: una ‘adicción’ que envenena nuestros océanos

Cada año, 400 millones de toneladas de plástico se producen en el mundo y una parte acaba en los océanos

Jazmín Romero

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El plástico es, probablemente, el material más omnipresente de nuestro tiempo. Y para muestra, basta un botón. Sea lo que estés haciendo, te invito a hacer una pausa y observar a tu alrededor. ¿Cuánto plástico puedes ver ahora mismo? ¿Cuántos objetos hechos de este material te acompañan cada día, casi sin darte cuenta? Está en el bolígrafo con el que escribes, en la carcasa del móvil, en tus gafas, la ropa, el ordenador, los envases que usas y los que desechas. El plástico está en todas partes. Y esa presencia silenciosa-aparentemente inofensiva- es hoy una de las mayores amenazas ambientales del planeta.

Este es el mensaje que lanza este 5 de junio el ‘Día Mundial del Medio Ambiente’, que pone el foco en la contaminación por plásticos. El lema es claro: urge repensar nuestro modelo de consumo. Cada año, el mundo genera alrededor de 400 millones de toneladas de plástico, según datos de la ONU. De esa cantidad, cerca de 12 millones de toneladas acaban en los océanos, contaminando todo a su paso: el agua, la flora y la fauna marina.

De todo el plástico fabricado en el mundo, solo el 10% se ha reciclado

«Las investigaciones realizadas señalan que la contaminación por plásticos, especialmente los de un solo uso, está causando graves problemas a la fauna marina debido a la interacción directa que tienen en los océanos», señala José Luis García Varas, responsable del Programa de Océanos de WWF España. «Además, estos residuos también empiezan a introducirse en la cadena alimentaria, lo que implica un impacto directo en la comida que ingerimos», advierte.

«El problema es que nos hemos vuelto adictos al plástico», reflexiona García, en un momento en el que la producción de este material sintético se ha duplicado en los últimos veinte años. Desde que comenzó su fabricación en 1950, ya se han producido más de 9.500 millones de toneladas, de las cuales menos del 10% se ha reciclado. ¿El resto? Sigue circulando por el planeta o ha terminado en vertederos y océanos, convertidos en micro y nanoplásticos, ya que su degradación puede tardar hasta 450 años, explica el experto.

Estos plásticos no solo están presentes en nuestra vida diaria, sino que se han adueñado de vastas zonas de los océanos, acumulándose y formando lo que hoy conocemos como las islas de plástico.

Infografía: Ander Plana.

Las islas que no son paraíso

Lejos de la imagen de playas desiertas y palmeras, las llamadas «islas de plástico» son en realidad enormes zonas oceánicas donde las corrientes marinas acumulan millones de fragmentos de residuos. Se forman por la acción de los giros oceánicos que arrastran los plásticos vertidos desde tierra firme, especialmente a través de los ríos. En la actualidad se han identificado cinco grandes acumulaciones: dos en el Atlántico (norte y sur), dos en el Pacífico y una en el Índico. La del Pacífico Norte es la más conocida: se estima que tiene una superficie equivalente a la suma de Francia y España.

Estas zonas no son masas compactas de basura flotante, sino más bien una sopa plástica de miles de millones de piezas pequeñas, muchas de ellas invisibles a simple vista. «El problema, -explica García Varas-, es que estas áreas coinciden con zonas donde muchas especies marinas se agrupan para alimentarse o reproducirse. Al interactuar con estos residuos, los animales quedan expuestos a peligros directos: desde enredos con sogas y redes abandonadas hasta heridas, amputaciones o asfixia».

Pero quizá el mayor impacto es el invisible. Prácticamente todos los grupos de especies marinas estudiados presentan restos de plástico en su interior: en el estómago, el aparato digestivo o incluso en sus bolsas digestivas. Estas ingestas no solo provocan lesiones internas u obstrucciones fatales, sino que también generan una falsa sensación de saciedad. «Los animales creen que han comido, pero en realidad no reciben nutrientes. Esto impide su desarrollo normal y, en muchos casos, acelera su deterioro».

Un cambio a nivel personal

La lucha contra la contaminación por plásticos no debe recaer solo en los gobiernos o las grandes corporaciones. Si bien es crucial que los primeros trabajen en acuerdos vinculantes que obliguen a los países y empresas a tomar medidas contundentes, el papel de cada uno de nosotros como consumidores también es fundamental.

El primer paso está en hacer un esfuerzo consciente por reducirlo. Optar por productos con empaques mínimos, evitar las bolsas de un solo uso, o cambiar los plásticos por opciones biodegradables, son solo algunas de las acciones que podemos hacer para reducir nuestra huella. El impacto de nuestras decisiones diarias puede parecer pequeño, pero cuando millones de personas se suman a este cambio, el efecto es transformador. Así, poco a poco, podemos allanar el camino hacia una sociedad menos dependiente del plástico, ayudar a preservar nuestros océanos para las futuras generaciones.

¿Por qué no se pueden limpiar las islas de plástico?

Aunque en los últimos años han surgido varios proyectos, muchos impulsados por iniciativas privadas, que buscan limpiar los océanos, la comunidad científica es clara: no existe aún una forma eficaz y segura de eliminar estas islas de plástico sin causar daños colaterales. «Sería una operación extremadamente costosa, y, además, implicaría un gran impacto sobre la fauna marina», señala el responsable del programa de Océanos de WWF España.

El problema, explica, es que al intentar retirar estas acumulaciones flotantes también se alteran los ecosistemas que se han formado alrededor, donde viven y se alimentan muchas especies marinas. Por eso, más que enfocarse en recoger los residuos que ya están en el mar abierto, WWF insiste en atacar el problema en su origen. «Entre el 80 y el 95% del plástico que llega al océano proviene de tierra firme», recuerda García, lo que incluye vertederos mal gestionados, envases que terminan en ríos y desagües, o residuos mal gestionados.

Además, señala, gran parte del plástico desechado está relacionado con los envases y embalajes de un solo uso: «Hasta un 70% de estos residuos tienen que ver con el empaquetado de frutas, verduras o productos de consumo diario». En este sentido, eliminar los plásticos innecesarios y sustituirlos por alternativas biodegradables es una de las claves.

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