Badiola compagina la divulgación con la investigación. Luis Ángel Gómez
Iker Badiola | Director de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

«Un futbolista difundiendo bulos científicos no habría tenido eco sin las redes sociales»

Cree que el auge del negacionismo obedece a «la comodidad. Es más sencillo no creer en las vacunas que indagar en lo hay detrás de ellas»

Sábado, 1 de noviembre 2025, 00:58

Mario Vargas Llosa comenzó 'Conversaciones en La Catedral', una de sus mejores novelas, con una pregunta: «¿En qué momento se había jodido el Perú?». Algo ... parecido podría plantearse cuando el tema principal de una entrevista sobre divulgación científica se centra en lo que dice y hace Marcos Llorente, futbolista del Atlético de Madrid que se ha convertido en paladín del negacionismo y de todo tipo de bulos sin base científica. Ataviado con sus gafas amarillas para protegerse, en teoría, de la luz azul que emiten los aparatos electrónicos –en realidad los oftalmólogos subrayan que la mayor fuente de este tipo de luz procede del sol y que las molestias causadas por las pantallas se deben sobre todo a no parpadear–, el lateral internacional ha defendido también que los aviones nos fumigan y que exponiéndose al astro rey se genera una especie de callo que haría innecesaria la crema solar.

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Iker Badiola (Ondarroa, 1978) cumple un año como director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, una institución que nació hace tres lustros para «impulsar y visibilizar la cultura científica en el espacio público». Badiola sucedió en el cargo a Juan Ignacio Pérez, actual consejero de Ciencia, Universidades e Innovación. «Mi hijo, que tiene 17 años y quiere estudiar Matemáticas, también me comentó lo que hacía Llorente», lamenta el eco que han obtenido las peregrinas teorías del deportista. Con veintiocho artículos científicos y cuatro libros publicados, compagina su labor divulgadora con su trabajo como investigador contra el cáncer y su labor docente como profesor en la Facultad de Medicina y Enfermería de la UPV/EHU.

Antivacunas, 'cheimtrails', gafas de cristales amarillos… ¿Por qué este auge de los bulos científicos?

– Quizás sea por comodidad. Un amigo dice que, a veces, es más sencillo no creer en las vacunas que indagar en la ciencia que hay detrás de ellas porque el ejercicio intelectual es mucho más simple. Existe como una especie de colisión entre las creencias, ya sean espirituales o políticas, que pueden chocar con la verdad científica. Y ahí hay gente que se queda con la creencia, porque posiblemente la haya asimilado desde muy jovencito y la tiene muy arraigadas. Mientras que la ciencia es un conocimiento que le ha venido mucho más tarde.

Algunas personas creen antes a futbolistas negacionistas y entrenadores terraplanistas que a los propios científicos.

– Dentro de esta ecuación hay muchas incógnitas. Tenemos el hecho de la democratización de las ideas en las redes sociales. Posiblemente hace 40 años, en una situación en la que la comunicación estaba en manos de los medios de comunicación tradicionales, no sé hasta qué punto tendría eco esa persona. Los que tenían eco eran expertos en su área y a ese señor posiblemente se le hubiese preguntado por el fútbol y no más allá. Además, la persona que lo hubiera hecho habría sido un periodista profesional que le cuestionaría por el deporte y no por otro tipo de cosas porque sabría bien que no es una autoridad en ese campo. Que cada uno tenga la opción de dar su opinión está bien pero, en cierta manera, se ha desmadrado.

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Escasa formación

Según un estudio publicado el año pasado, el 28% de los españoles cree que el sol gira alrededor de la Tierra. ¿Qué dice eso de nuestra formación científica?

– Lo desconocía, es muy extraño. Lo que nos dice es que todavía queda mucho que hacer en las unidades de cultura científica.

¿Interesa la ciencia en Euskadi?

– Vemos que hay un interés creciente. Con las jornadas de Naukas logramos llenar el Palacio Euskalduna. En nuestro blog publicamos diariamente y la mayoría de iniciativas que organizamos tienen muchísimo seguimiento.

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Han pasado 15 años desde la creación de la cátedra. ¿Qué balance hace de estos tres lustros?

– Juan Ignacio Pérez logró situar la ciencia en el centro del panorama cultural, que fuera un elemento más como lo son el arte o la literatura. Lo que tratamos hacer ahora es llegar no solo a las personas que viven en las ciudades, sino a los barrios y a los pueblos. También pretendemos hacer una comunicación científica más inclusiva, que llegue a todas las personas, y llegar a gente sin interés en la ciencia.

¿Y cómo se llega a gente sin interés por la ciencia?

– Se trata de que nos encuentren sin buscarnos. Un ejemplo serían las infografías en la calle como se ha hecho con la iniciativa 'Ciencia en la calle', en la que se explicaba qué hay detrás de un yogur, de un código de barras o de una vitrocerámica.

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