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Viajar sola y hacerte fuerte (II): 10 días incomunicada en un retiro del silencio

Tras tomar la decisión de hacer mi viaje sola, conseguí mi plaza para el retiro de 10 días de silencio y meditación Vipassana en Barcelona. Una experiencia dura y emocionante, donde desconecté del mundo... para conectar conmigo misma

ángela saiz alonso

Jueves, 17 de octubre 2019

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Decidí hacer mi viaje sola un mes antes de la fecha de salida. El primer destino no era lejano; Barcelona era el lugar donde realizaría el retiro de silencio y meditación. Como ya os adelanté en la primera entrega del relato, el retiro consistía en estar sin móvil, sin libros, sin poder hablar con nadie... No era consciente de ello, pero esta definición solo era una cuarta parte de lo que fue realmente. No pretendo asustar a nadie; fue una experiencia preciosa, llena de cosas buenas y muy gratificante a nivel personal y emocional... pero no negaré que fue duro, muy duro.

En la península solo hay dos centros para hacer este tipo de retiros de 10 días, en Barcelona y en Ávila. (Inciso importante y económico: Quiero recalcar que cualquier otro retiro que os intenten cobrar una salvajada por 10 días de silencio no es el retiro apropiado o «real» de meditación Vipassana. Para aprender esta técnica, es necesario este tipo de retiro con este número de días, ni más ni menos (no vale ir un fin de semana a ver qué tal me va con esta meditación). Vipassana es un proceso lento y se enseña poco a poco; podrás hacer retiros de horas o de fin de semana una vez que hayas aprendido la técnica tras esos 10 días. Por otro lado, se basa en las donaciones de los alumnos, si tú puedes alojarte, comer y aprender en el centro es porque otros alumnos han donado cierta cantidad de dinero para que se pueda seguir compartiendo conocimientos sobre la Ley de la Naturaleza, el Dhamma. Una vez aclarado este tema, el cual me parecía importante mencionar, cierro el paréntesis). Perfectamente, viendo mis necesidades de cambiar Bilbao por otro «escenario» en el que pasar el mes de agosto, podría haber elegido cualquier otro lugar del mundo para hacer el retiro, pero algo me decía que debía ser en mi idioma y no en inglés. Un amigo cercano había hecho el curso el año anterior y me contó que para él había sido como «un renacer». Nunca había oído hablar de ello y decidí preguntarle. Me lo recomendó totalmente, me dio la web y, un día cualquiera, sin pensarlo demasiado, entré a fisgar. Descubrí que había tanta gente que se quería apuntar a los cursos de 10 días que, la mayoría de veces, se llenaban y te quedabas sin plaza en los primeros minutos. Por eso, cuando vi que salía el curso de Barcelona, conseguí plaza estando a las ocho de la mañana delante del ordenador.

Fue confirmar mi plaza para el retiro de silencio y aparecer el miedo. ¡No sabía a qué! Supongo que a lo desconocido. Nadie me había dicho en qué consistía realmente un retiro de meditación, solo sabía que serían 10 días y que no iba a poder tener comunicación ni con la gente de allí ni con el exterior. ¿Ya estaba? ¿Solo eso? Yo era capaz. Totalmente. Hacía años, me operaron de nódulos en las cuerdas vocales, tuve que estar 7 días sin hablar (y comiendo helado para la inflamación en la garganta, lo cual se me dio muy bien) ¡y lo conseguí! Quería pensar que sería parecido... pero no tenía nada que ver. Me dediqué a preguntar y a ser curiosa y me enteré de que dos conocidas cercanas también habían hecho ese retiro. Me tiré alrededor de un mes haciéndome a la idea y leyendo mucho sobre el tema... pero no me preparé física o mentalmente para ello. No medité cada día antes de ir, ni compré los atuendos apropiados (quizá debiera haberlo hecho). Debían ser prendas largas y flojas, sin enseñar el hombro (para no distraer al resto de alumnas). Era una de las normas del retiro, junto con no hablar o no tener acceso a ningún tipo de tecnologías (al llegar, te guardaban tu móvil, iPad, portátil... con el resto de las pertenencias que no ibas a necesitar en tu estancia como joyas o material de escritura o de lectura). Lo de la ropa puede parecer una tontería, pero era algo importante para sentirte cómoda las 10 horas que meditábamos al día. Además de cumplir estas «normas», teníamos que practicar en todo momento el «Noble Silencio», cumplir la segregación de sexos (chicos por un lado y chicas por otro) y atenerse a «Cinco Preceptos» durante todo el curso:

1. Abstenerse de matar a cualquier criatura

2. Abstenerse de robar

3. Abstenerse de toda actividad sexual

4. Abstenerse de mentir

5. Abstenerse de todo tipo de intoxicantes

Sé lo que estáis pensando... ¡y no sois los únicos! Al contar que me iba a hacer, yo sola, un retiro de silencio, escuché y vi todo tipo de comentarios y reacciones a mi viaje -con temor o desconocimiento, ¡e incluso con burla!-. «¿Por qué quieres ir ahí? ¡Aprovecha mejor tus vacaciones! ¡Eso que cuentas parece una cárcel! ¡No aguantas ni de coña 10 días sin hablar!» Y mi favorito: «Te vas a meter a una secta, ¡qué bien!»

Con todas estas ideas en la cabeza, nerviosa y emocionada a la vez, emprendí mi viaje. Hablando de viajes sola, como ya os comenté la semana pasada, ¡este no era el primero! Mi mayor viaje hasta la fecha fue en 2012, cuando me fui sola a vivir a Londres, con un billete de ida, una maleta con poca ropa, 20 años ¡y muchos miedos! Mi propósito no era irme de vacaciones; era vivir una aventura en la que practicar inglés y empezar una nueva vida, aunque fuera por un tiempo limitado. Trabajé mil horas al día de camarera (tuve suerte que coincidieron los Juegos Olímpicos y había más trabajo del habitual en la ciudad) y aprendí muchísimo. Ahí descubrí lo que era estar sola de verdad, cenar tú sola en un restaurante, leer un libro tú sola en un banco sin necesidad de hablar con nadie o cogerte un tren tú sola para ir a ver a Bon Iver porque daba un concierto a una hora de tu casa... ¡pero esa es otra (larga) historia y no quiero extenderme con mi aventura londinense, que muchos de vosotros ya la leísteis cuando la fui escribiendo día a día! Estuve viviendo alrededor de medio año -volví a Bilbao para seguir con mis estudios de Periodismo- en la loca capital inglesa y supuso un gran cambio en mi vida. ¡Me corté hasta el pelo a lo garçon! En 2013, viví algo similar yéndome con mi primera pareja a vivir a Malta. Tengo recuerdos preciosos de ambos viajes, que me ayudaron a crecer y mejorar como persona, y cada año pienso en volver a marcharme una temporada para volver renovada y con el chip totalmente cambiado. ¡Recomendable totalmente para salir de nuestras zonas de confort!

Volvamos al tema, que me disperso, disculpad. Así soy, ¡no sé resumir! Tras volar de Bilbao a Barcelona con una mochila más grande que yo (iba a pasar un mes fuera de casa y tenía que ir preparada), disfruté de mi etapa pre-retiro con unos días en la ciudad catalana, haciendo planes y viendo a gente que hacía tiempo que no veía. El día señalado como el comienzo del retiro, fui al centro de meditación Dhamma Neru, ubicado en Palautordera. No recuerdo cuando fue la última vez que me sentí tan nerviosa y asustada al mismo tiempo. Pero todo salió bien. Fueron 10 maravillosos días de retiro de silencio, donde aprendimos y practicamos la técnica de meditación Vipassana, paso a paso. Si esperabais que os contara día a día cómo fue el retiro de silencio, ¡siento defraudaros! Pienso que, al igual que me pasó a mí, hay que hacerlo sin expectativas previas. Si te sientes con la energía y ganas suficientes para realizarlo, ¡adelante! Te animo a ello. Pero has de saber que no es –repito- un retiro o viaje interior como los que se ofertan continuamente en muchas webs, ni un retiro espiritual cualquiera. Es duro y no todo el mundo está preparado; hay que ser fuerte de cuerpo y de mente y querer hacerlo de verdad para poder terminarlo y que cause los efectos adecuados en ti.

Yo lo conseguí. Estuve 10 días en silencio meditando. ¡Me sorprendí a mí misma y me siento muy orgullosa de ello! Bien es cierto que se me hizo muy largo y fue intenso. Sufrí mucho por mi espalda: estar sentada meditando en posturas similares 10 horas al día 10 días seguidos fue demasiado para mi espalda y notaba cómo se me cargaba más y más. Aunque reconozco que los encargados del curso me ofrecieron todo tipo de facilidades para poder seguir meditando. Desde aquí, se lo agradezco, una vez más. Fue un alivio estar desconectada del mundo y conectar conmigo misma, aunque eché de menos muchas cosas y hubo momentos en los que solo quería un abrazo (tampoco podíamos tocar a nadie) o una mirada de apoyo sincera. Tras aprender la técnica, me llené de amor puro y sentí felicidad verdadera. Pasar tanto tiempo sola, observando mi interior y aprendiendo a conocerme fue maravilloso. No os voy a mentir: tuve ganas de irme a mi casa en varias ocasiones, sobre todo al principio, los primeros días, cuando ni siquiera lograba concentrarme en calmar mi mente o cuando me dolía todo el cuerpo. Pero fui fuerte, elegí quedarme, seguir meditando, conociéndome a mí misma y terminar el retiro. Tan solo una chica de las 30 que éramos, abandonó, fue en el día 3, lo recuerdo bien. De los chicos falló alguno más..., pero como solo nos veíamos en la sala de meditación común, no me quedé con las caras (¡supuestamente no teníamos ni que tener contacto visual! Pero a mí, en ocasiones, se me iba esa idea de la cabeza y me sorprendía mirando tanto a las mujeres como a los hombres y, un rato después, volvía a mi meditación). Intenté portarme bien en todo momento y cumplir todos los preceptos.

A continuación, para terminar, quiero dejaros dos fragmentos que escribí cuando salí del retiro de silencio y me fui directa a Grecia. Tenía muchísimas ganas de escribir, expresarme y contar (aunque fuera a través del papel) lo que había experimentado. Al salir del centro Dhamma Neru, sentí una paz que nunca había experimentado. Era la paz de estar tranquila conmigo misma, de haber observado mi cuerpo de verdad y de haber andado de la mano con el silencio, nuestra más plena naturaleza interior.

«No dejo de tener recuerdos de Vipassana (la meditación) y Dhamma Neru (el lugar). Fue increíble estar viendo durante 10 días seguidos amaneceres teñidos de rosa y naranja. Soy coleccionista de atardeceres, pero el amanecer es aún mejor y haberlo observado con atención tantos días me parece un regalo. Nos levantábamos a las 4 de la mañana, desayunábamos a las 6, teníamos comida veggie a las once, no cenábamos y nos acostábamos a las nueve; las horas restantes eran de meditación o descanso. Adquirimos una disciplina alucinante esos días. Recuerdo que una de las cosas que más me hacía sonreír era ver a alguno de los seis conejos salvajes y libres por el jardín; nunca estaban solos, nos observaban con cautela y pegaban brincos maravillosos. En más de una ocasión, les hablé (no nos estaba permitido hablar con nadie) y me encontraba a mí misma segundos después riéndome de la situación. Me encantaba ver cómo comían, cómo se rascaban el hocico o cómo se despiojaban unos a otros. Aquellos animalitos me daban vida y esperanza. Aún estoy asombrada de haber vivido esta experiencia, que sólo está trayendo cosas buenas a mi vida y calmando mi interior. Nuestro maestro Goenka decía: Con paciencia y persistencia. Y así fue».

«Mire a donde mire veo montañas muy verdes y mar. Los colores y olores de este lugar me recuerdan a Eivissa. Me hace sentir libre, pero tengo una sensación extraña. Después de 10 días de retiro de silencio, practicando la meditación Vipassana 10 horas diarias, salir al mundo «normal» se me ha hecho difícil. La técnica ha sido muy dura y necesito reposar todas las emociones sentidas y sensaciones vividas. Por otro lado, ha sido renovador y sé que soy fuerte y valiente. Una de las cosas que más recuerdo es a Roks, mi compañera de habitación. Fuimos un apoyo de miradas mutuas continuas que decían «todo va a ir bien». Reconozco que rompimos el Noble Silencio (en susurros) para hablar de que, por primera vez, había sentido los latidos del corazón de su bebé mientras meditaba. Intuí que yo era la única persona a la que se lo había contado, ya que no podíamos comunicarnos con nadie. Puso mi mano en su vientre y yo también los noté; iban muy deprisa. Tan solo teníamos que observar nuestros cuerpos. Fue tan bonito y emotivo. Me sentí plena porque me hiciera formar parte de ese momento».

Contaría muchísimas más cosas de todas las que viví, pero, si tenéis dudas, siempre podéis preguntarme, escribidme y yo intentaré inspiraros o responderos en lo que esté en mi mano, con consejos o charlas sobre mi experiencia.

P.D. Creo mucho en las señales y, sin duda, vi como una señal que coincidiera la fecha del final del retiro de silencio en Dhamma Neru con el inicio del retiro de yoga en Grecia. Para más inri, la profesora de yoga sería Kat Webster, mi favorita y con la que llevaba practicando yoga desde 2013. Descubrí el yoga cuando viví en Malta y, al volver a Bilbao, me topé en mi camino con la maravillosa Kat (que se acababa de mudar a Bilbao desde Inglaterra, de dónde es ella y justo abría su estudio 'La Casa Del Yoga') ¡y no nos hemos separado desde entonces! Para mí, más que el yoga en sí, debe existir un feeling especial con tu profesora y Kat es la persona adecuada; es la más dulce, tranquila y profesional a la hora de enseñarte y ayudarte en tu práctica. Pero de eso os hablaré en la próxima entrega, el próximo jueves, ya que la decisión de hacer yoga en Grecia fue el mejor post-retiro de silencio y el mejor pre-viaje sola por ese maravilloso país.

¡Hasta el próximo jueves!

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