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Superar un cáncer de mama supone un proceso largo que encierra en muchos casos toda una carrera de obstáculos pero, por fortuna, la tasa de supervivencia ha experimentado un fuerte ascenso en las últimas décadas. Se trata de una enfermedad, no obstante, que deja muy tocado el aspecto emocional de quienes la sufren. Uno de los tratamientos más habituales es la mastectomía, una intervención que normalmente implica la extirpación completa del pecho, pezón incluido.
La cicatriz que deja esta intervención no solo es estética. Va más allá del físico. Con el objetivo de aportar una solución 'beauty' pero también un chute de autoestima, Miss Pupet, centro bilbaíno especializado en manicuras y pedicuras, tratamientos faciales pero también en servicios de micropigmentación, ofrece desde hace un año la posibilidad de recurrir a prótesis mamarias de pezón y areola hiperrealistas con las que han conseguido devolver a muchas mujeres la confianza y la seguridad en sí mismas.
Amaia Muñoz, una de las fundadoras de esta 'Beauty Boutique' -como a ella y su hermana les gusta denominar su centro-, puso en marcha a principios de 2024 este servicio estético que ha supuesto un antes y un después: consiste en recrear de forma precisa tanto el pezón como la areola que lo rodea con un aspecto tan natural que es difícil diferenciarlo de uno real.
Ella es quien las crea de forma totalmente artesanal, un trabajo minucioso y muy delicado con el que trata de reconfortar a personas, en su mayoría mujeres que se han sometido a una mastectomía o doble mastectomía por cáncer de mama, pero también en casos en los que el pezón ha visto alterada su apariencia natural por cualquier otra cuestión. «Cuando ven los modelos de muestra, la cara ya les cambia por completo, y cuando se ponen la prótesis sobre su pecho, hay una exposión de emociones tan grande que es difícil describirla con palabras. Al final, viene gente que ha estado mucho tiempo sin querer mirarse al espejo», afirma esta profesional.
Cada prótesis es personalizable y supone entre 3 y 4 horas de trabajo, que Amaia realiza en su taller. Se elaboran con silicona médica de última generación. «Hay que poner mucho empeño de principio a fin; desde que realizamos el molde hasta los detalles posteriores. Yo necesito mi ratito para desconectar», apunta. Conseguir semejante nivel de realismo, tanto a la vista como al tacto, no es tarea fácil. «Tienes que ir combinando muy bien las gamas cromáticas para conseguir el efecto deseado», explica. El resultado final se consigue con dos tipos de siliconas quirúrgicas, que se mezclan y «cuando esto ocurre se solidifican y se genera ese efecto tan natural», añade la experta.
Gracias a su flexibilidad y su diseño ergonómico, se adaptan a la piel de forma segura y cómoda. Son de quita y pon. Están pensadas para quitarlas a la hora de dormir por la noche, pero son muy duraderas. De hecho, son resistentes al agua: se pueden llevar mientras la persona se ducha o se da un baño en el mar, por ejemplo. «Quien recibe la prótesis la trata como un tesoro, pero realmente es muy fácil de cuidar. Es delicada porque tienen unos bordes muy finos para que la adhesión sea perfecta, pero basta con lavarla con agua y jabón y echarle unos polvitos para mantener esa suavidad».
Con dos centros en la Plaza Venezuela y en la Gran Vía, hace un año Miss Pupet apostó por este proyecto tras conocer la técnica de una profesional de Barcelona que supuso toda una revolución. «Investigando conocí a Raquel, que es la que ha generado todo este movimiento. Quise ir a formarme con ella porque me parecía algo extraordinario. Dentro de la micropigmentación hiperrealista, esto es un paso más». Se trata de un método muy novedoso. «Existen otras prótesis que cumplían su papel, pero eran más bien un disfraz. Desde el año pasado, Raquel implementó este sistema tan innovador. Ella está masectomizada y empezó a darle una vuelta a los materiales. Ha ido mejorando ese material y cómo generar esa prótesis para que no necesite adhesivo, que el color sea lo más parecido a uno real o que se adapte a cada piel», relata.
Amaia lleva años dedicada a la micropigmentación, pero no se había atrevido con la micropigmentación paramédica. Confiesa que le daba «mucho respeto» por el aspecto emocional que supone para ella misma. «He estado mucho tiempo formándome pero no había tenido el valor de llegar a implementarlo porque siempre que he estado en esos procesos, llevaba una mochila emocional muy grande. Es verdad que es un cierre muy bonito pero normalmente hay casos detrás que son muy dolorosos», subraya.
El precio de cada una de estas prótesis mamarias oscila entre 400 y 600 euros. En el kit se entrega una de regalo. «El tema económico limita bastante pero al final es una inversión. En este tiempo ya hemos tenido unas 200 peticiones».
Según explica Amaia, el público mayoritario es femenino, pero también hay hombres que han acudido a su centro. Sobre todo, se trata de mujeres que han superado un cáncer de mama, pero también hay otros motivos: «Ahora tengo que entregar una que son para una persona con pezón invertido. Es una persona que tiene 70 años y lleva toda la vida sin pezón y eso le ha condicionado su vida, sus relaciones, a la hora de probarse ropa... La reacción es la misma que en las personas que vienen por un motivo oncológico. Te cambia la vida».
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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