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M. F. ANTUÑA
Miércoles, 5 de febrero 2020, 12:59
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Somos memoria. Somos cerebro. Y cuidar una y otro, alimentarlos gastronómica y espiritualmente, tiene premio. Eso sostiene el doctor Antonio Escribano, que acaba de publicar el libro 'Dieta para el cerebro' (Espasa), en el que desvela las claves para mantener en forma la a veces tan frágil memoria. No están muy separados mente y cuerpo, corazón y cerebro, que requieren para su mantenimiento de idénticos cuidados. Lo que es bueno para uno lo es para el otro. O sea: «Padecer hipertensión, diabetes, dislipemia [niveles de grasa, o sea, colesterol y triglicéridos], obesidad, ser consumidor de alcohol y tabaco y no practicar actividad física son factores de riesgo que nos predisponen a alteraciones neurodegenerativas», relata el endocrino y experto en nutrición. Dicho lo cual, cabe alentar los contrarios. Y algo más, dormir, escuchar música y darle al coco con una continua actividad intelectual.
Pero más allá de lo que podría parecer obvio y no lo es tanto, se adentra en las memorias, los recuerdos, los olvidos y da 25 claves. Algunas tan placenteras como alentar la música, un grandísimo estimulante para los recuerdos y mucho más que eso: «Si escuchamos música que nos resulta agradable, el cerebro libera dopamina, lo que produce la sensación de bienestar, pero, además, en el sistema nervioso central se provoca una sensación de alerta y se activa posiblememente la plasticidad cerebral, ya que escucharla es una actividad que pone en marcha simultáneamente todo el cerebro».
1 Adrentrarse en el conocimiento de cómo funcionan el cerebro y la memoria. Usar el cerebro, tener actividad mental y desarrollar el capital cognitivo.
2 Olvidar por completo el alcohol, el tabaco y las drogas. Nada mejor que poco.
3 Dedicar el tiempo necesario al sueño. No hay excusas para recortarlo.
4 Cuidar la atención y la concentración, nada de multitarea y huir del exceso de tecnología, de la comunicación y de los compromisos derivados de la misma. Alejarse de ambientes contaminados y ruidosos.
5 Ni apatía ni actitud negativa. Es necesario fomentar las ganas de aprender, la actitud positiva y la empatía.
6 Retar al cerebro, ponerlo a prueba, tenerlo siempre alerta y pendiente de que le pidamos algo nuevo. Hacer lo mismo de maneras diferentes.
7 Tener hábitos saludables para contrarestar el envejecimiento y evitar factores de riesgo como la obesidad.
8 Hacer actividad física y dedicar tiempo a no hacer nada, simplemente a pensar y meditar.
9 Evitar la automedicación y el autodiagnóstico. Estar triste no es tener depresión y unos días durmiendo mal no es insomnio y no requieren pastillas.
10 Cuidar la alimentación y la hidratación. Comer frutas, verduras, pescado azul y mucho cuidado con el consumo de azúcar.
Dicho lo dicho, no sería mal plan comer con buena música, pero lo importante es comer bien, variado, masticar entre 20 y 25 veces cada bocado e ingerir pausadamente. Hay que cuidar el desayuno, no único, sino extendido, con una bebida caliente, fruta, un yogur a media mañana y otra fruta a última hora, y lo que nunca ha de faltar es lo siguiente: todos los días frutas variadas, de tres a cinco piezas; más verduras y hortalizas dos veces al día; más frutos secos, algo de pan, lácteos, grasas; dos veces por semana legumbres, arroz pasta y patatas; y tres, cereales; de cuatro a cinco, carnes, y cinco, pescado, sin olvidar los huevos, de tres a cinco veces. Y por supuesto más agua de la que sirve para calmar la sed. Hay que hacer del beber agua un hábito rutinario, especialmente entre las personas mayores. «En trabajos intelectuales y académicos, para rendir dentro de las máximas posibilidades, estar correctamente hidratado es decisivo y cambia todas las perspectivas. Este factor de la hidratación se tiene muy en cuenta en el caso de las actividades físicas, pero no tanto en el trabajo mental y en las actividades para las que se requiere atención, razonamiento y memorización», apunta el doctor en su libro.
Incluye el volumen 25 recetas elaboradas a partir de un listado de productos que favorecen que los recuerdos no huyan y se hagan fuertes. Son pescados azules como el salmón, la caballa, el atún o las sardinas; mariscos como las gambas, langostinos y almejas; las carnes rojas y blancas; el brócoli, los tomates, las zanahorias, las espinacas, el ajo, los guisantes, las berenjenas, los champiñones; frutas como las manzanas, el plátano, el aguacate y las uvas; las pasas, los orejones, las ciruelas secas y los dátiles; la avena, el germen de trigo, la leche y el yogur, las legumbres, el chocolate negro, el café, la cúrcuma, la miel, los huevos, el aceite de oliva y, por supuesto, el agua. O sea, la variedad de opciones alimenticias es amplia y a todas luces sabrosa. De unos higaditos de pollo en salsa a un arroz con cúrcuma, piñones, pasas y jengibre pasando por unos rollitos de salmón son una buena idea para la cabeza y el paladar.
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