Que hay que hacer para que todo te importe un bledo
Estás leyendo BizkaiaDmoda, la Newsletter de tendencias de moda, belleza, decoración, salud, relaciones de pareja y más cosas bonitas cada semana en un tu mail, por Virginia Melchor. Si quieres recibir este boletín cada domingo en tu mail, apúntate aquí.
«¡Equipo! ¿Qué plan lleváis para el finde?», escribió Nerea en el grupo de WhatsApp de la cuadrilla este viernes. Por primera vez en mucho tiempo -menos mal-, ninguno podíamos salir a potear después del trabajo: «Yo hoy imposible... me toca currar», «He quedado con los clientes el domingo (sí, el domingo) y tengo que terminar el proyecto», «Me he despertado a las cinco de la mañana, estoy muerta», «Levantaremos el país, pero a nosotros no nos levanta ni Dios...» En fin, estamos buenos. Ya comentamos el pasado fin de semana que andamos todos muy preocupados últimamente . De ahí que haya pensando en escribir estas líneas. Mientras cenábamos el sábado, nos dimos cuenta de que todos conocemos a alguna persona que siempre sufre por lo que pueda pasar, que vive con todas las alarmas encendidas. «El principal artífice de su sufrimiento es su propia mente y no las circunstancias, es decir, no les afectan las cosas por lo que son sino por cómo las ven», explica la psicóloga Nerea Bergara.
Entonces puse de ejemplo a mi amigo Héctor, que es todo lo contrario. Ya os hablé de él en la primera 'newsletter' ('Una vida con los mismos vaqueros'), donde contaba que un día cogió la mochila para iniciar un viaje a pie por Europa -sin móvil y sin apenas dinero- que duró tres meses y se convirtió en su mejor escuela. Siempre he admirado (y envidiado) su filosofía de vida. Es un gran maestro de la felicidad. De esas personas que no necesita muchas cosas para estar bien, que vive el presente, sin demasiadas autoexigencias, sin anticiparse, sin importarle el qué dirán. Hoy vive con su pareja en México, donde desarrolla páginas webs para empresas españolas.
Le escribí esta semana para que me contase cómo hace para que todo le importe un bledo. Y resulta que también tiene preocupaciones, pero decide conscientemente qué hacer con ellas. Es decir, a pensar bien se aprende. «Demasiadas veces me he agobiado por problemas que después he comprobado que eran insignificantes, así que me esfuerzo en no pasar un mal rato voluntariamente. No me compensa y me parece una pérdida de tiempo. Salvando las desgracias o situaciones muy difíciles, a mí lo que me funciona es ver el lado positivo de las cosas, que no se consigue en un día, es un proceso que requiere trabajo diario», me contó. Para tener «una mente más sana», también ha aprendido a despreocuparse por algo antes de que suceda. «Porque si al final no ocurre, habré estado envuelto en una nube de pensamientos negativos para nada. Y si ocurre, me habré preocupado por algo que después me volverá a preocupar, es decir, me habré preocupado dos veces por lo mismo. Otra pérdida de tiempo». Sobre todo, porque el 91% de las cosas que nos inquietan jamás ocurrirán, según un estudio de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos).
Cobrar la nómina a final de mes, reservar la casa rural para Semana Santa antes de que esté ocupada, la cantidad de azúcar en el bote de mermelada, si crío bien a mis hijos, si tendré esa enfermedad que he buscado en Google... a todos nos inquieta algo. «La preocupación sana sirve para ayudarnos a anticipar y solucionar problemas», explica la psicóloga clínica Natalia Gómez-Rubiera. Pero preocuparse en exceso paraliza y puede derivar en trastornos de ansiedad. «Quienes se preocupan demasiado sienten miedo a lo que vendrá y, además, les cuesta tolerar la incertidumbre. De hecho, esta dificultad para aceptar lo incierto les lleva a utilizar la preocupación como una estrategia de control, pero es una falsa sensación que no soluciona los problemas y acaba pasando factura al cuerpo y la mente», asegura.
Ante tantas preocupaciones, ¿qué se puede hacer? «Hay que ocuparse, es decir, relativizar, racionalizar lo que se piensa y empezar a hacer algo para solucionar aquello que nos está perturbando», señala Pilar Berzosa, psicóloga clínica y profesora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Una estrategia con «respaldo científico es la hora de las preocupaciones », apunta Natalia. «Consiste en utilizar una hora al día para pensar en ellas. El resto del tiempo queda prohibido preocuparse. Durante esa hora, se anota en un cuaderno lo que preocupa y se divide en tres tipos. Por un lado, los problemas reales, que tienen solución y se busca. Por otro, los problemas reales no modificables, que no dependen de mí y, por tanto, los elimino de la ecuación. Y por último, están los problemas no reales y no modificables, que ni existen ni dependen de mí, como tragedias futuras. En este caso, la solución pasa por reflexionar sobre ellas y reorientarlas hacia algo positivo y objetivable», precisa.
Aquí más «herramientas antídoto» que propone Pilar para ayudar a nuestra mente a manejar las preocupaciones del día a día:
- «El sentido del humor neutraliza la angustia y la ansiedad. No resuelve el problema, pero 'limpia' la mente para cuando vayas a pensar otra vez en él. Escuchar monólogos, por ejemplo, nos distrae de las preocupaciones. Y también la música alegre es una gran aliada».
- Huir de personas tóxicas: «Si estamos angustiados y preocupados, conviene que nos distanciemos un poco de las personas pesimistas. De lo contrario, nos retroalimentaremos y nos iremos a casa todavía peor».
- Escribir nuestras preocupaciones «Tener una libreta para escribir sobre lo que nos preocupa y añadir el nivel de intensidad de cada preocupación (del 1 al 10) es una gran herramienta terapéutica. Y si no te gusta escribir, grábatelo en el móvil. Lo escuchas una vez y lo borras. Es muy importante sacar las preocupaciones de la cabeza, porque dejarlas rumiando dentro nos angustia. A continuación, cerramos la libreta y saliamos a practicar deporte, que aporta un gran bienestar emocional. Con ir a andar es suficiente».
- Expresar nuestras emociones: «Conviene hablar con otras personas sobre nuestras preocupaciones para escuchar su visión. Quizá nos digan que el nivel de intensidad del problema es bajo y coincida con lo que habíamos escrito en la libreta. Entonces, nuestro cerebro se dará cuenta de que en realidad no era para tanto».
- «Leer, colorear mandalas, hacer manualidades... Debemos conocer cuál es nuestro kit para manejar los momentos ansiosos».
- A mí lo que me funciona es 'salvar' cada día, como les suelo decir a mis amigos. Es decir, ir solucionando lo más inmediato. También intento -casi nunca lo consigo- gestionar mi tiempo para no saturarme. Según la psicóloga clínica Amaia Bakaikoa, «hay que dedicar ocho horas al descanso, ocho al trabajo y otras ocho al tiempo libre para conseguir un equilibrio emocional». También funciona tener días de «servicios mínimos», como dice la escritora y ponente Sol Aguirre. Son aquellos en los que solo haces lo urgente y te dedicas tiempo para ti misma. Eso sí, el truco infalible 'antipreocupación' en la cuadrilla lo tiene Berta. Y siempre lo suelta cuando nos nota agobiados: «Tranquilidad, que en cincuenta años, con suerte, estamos todos muertos».
Nos encontramos en el Instagram de Bizkaia Dmoda (@bizkaiadmoda) o en el mío personal (@virm89).
Hasta el próximo domingo. Sé feliz.