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Muchas cosas han cambiado en Bilbao a lo largo del último medio siglo, pero todavía permanecen en activo algunos de los negocios que se adelantaron ... a su tiempo y que marcaron la personalidad de la ciudad. Un claro ejemplo es la tienda Mosel, ubicada en el número 53 de la Gran Vía y que este mes ha cumplido 50 años. «La inauguración fue todo un acontecimiento en Bilbao, estuvieron presentes muchos arquitectos de Bilbao y de Milán y contamos con la actuación inolvidable de Paco de Lucía», nos cuenta Elena Álvarez de Arcaya, actual responsable de Mosel e hija del fundador, José Patricio Álvarez de Arcaya, que con 91 años todavía sigue involucrado en esta empresa pionera que es todo un referente a nivel internacional.
Pero la historia de Mosel comienza mucho antes de aquella mítica inauguración en abril de 1975. «Mi padre trabajaba en un banco, pero aquello no le llenaba, era y es un amante del diseño y de la creatividad. Esa pasión le llevó a buscar los artículos más exclusivos y los mejores fabricantes europeos y en 1963 abrió junto a su esposa una tienda en Vitoria, su ciudad natal, donde se vendía sobre todo mobiliario y lámparas con sello italiano y nórdico», explica Elena. No eran tiempos fáciles para abrir un espacio dedicado al diseño y menos para importar propuestas europeas; España seguía sumergida en el franquismo, pero aún así la tienda tuvo un éxito arrollador.
En 1967, Mosel dio el salto a Bilbao, con un local en la calle Doctor Areilza, pero los sueños de José apuntaban cada vez más alto. «Un día paseando por la Gran Vía, vio que el colegio Vera Cruz estaba en venta. Él quería emular los grandes 'showrooms' que había visto en Milán y decidió apostar por este espacio de 1.500 metros cuadrados», detalla Elena. Para conseguir poner en marcha un proyecto tan ambicioso se preocupó mucho no solo de cuidar el contenido sino también el continente. Por eso, encargó el proyecto a la prestigiosa arquitecta milanesa Cini Boeri, que formó equipo con el famoso arquitecto y diseñador industrial Livio Castiglioni y con el arquitecto Pierluiggi Cerri, considerado el mejor grafista europeo.
Precisamente, Cerri fue el artífice del famoso logo de colores de auténtico gas de neón de Mosel, que desde 1975 se ha convertido en parte del paisaje de la ciudad y que sigue llamando la atención de bilbaínos y visitantes. La propia tienda, con sus grandes escaparates con cristales y paredes de formas irregulares, es considerada una catedral del arte, justo lo que buscaba José cuando comenzó esta aventura. «Aquí puede venir a curiosear quien quiera, ¡estamos encantados de recibirlos! Nos han visitado arquitectos de renombre, como Frank Gehry o Norman Foster. También se pasan por aquí muchos actores que vienen a actuar al Teatro Arriaga. Por ejemplo, José Sacristán siempre nos dice que cuando viene a Bilbao tiene dos visitas obligadas: el Museo Guggenheim y Mosel», comenta orgullosa Elena.
No obstante, las visitas que más celebran son las de los clientes que han tenido a lo largo de este medio siglo y que comenzaron a apostar por un diseño moderno en sus hogares en un época en la que en Bilbao pocos se atrevían a salir de lo más clásico. «Lo mejor es que después han confiado en nosotros sus hijos y ahora sus nietos», explica Nerea. Y lo más curioso es que hay algunas piezas que ya tenían en los años 70 que todavía se siguen produciendo y vendiendo, como la butaca sueca Lamino. Además de contar con grandes y míticas firmas europeas, Mosel también realiza sus propios muebles. «En 1999 fundamos el taller Arkaia, donde fabricamos mesas y muebles de madera maciza de nogal europeo, castaño de Asturias o roble francés y de factura artesanal», explica Elena. Este taller, ubicado cerca de Vitoria, completa así el proyecto de Mosel, con piezas únicas y numeradas que representan su apuesta por la sostenibilidad y los productos duraderos.
Ahora, con 50 años a sus espaldas, el futuro de Mosel se presenta prometedor. Aquel joven que dejó la banca para dedicarse al diseño ha sabido transmitir toda su pasión a sus seis hijos y todos, de distinta manera, están vinculados a esta empresa familiar que también realiza proyectos integrales de reforma, decoración e interiorismo. «Lo hemos mamado desde pequeños. Yo siempre recuerdo que mis viajes familiares de infancia tenían un objetivo: comprar alfombras en Marruecos, muebles en Copenhague... Así que estudié Empresariales y siempre supe que acabaría dedicándome a esto. ¡Era inevitable!», cuenta riendo Elena.
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