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Tienda en Bilbao (de la sombrerera Almudena Aguirre)
La sombrerera Almudena Aguirre abre una tienda en Bilbao con sombreros, bolsos, broches... que no verás en ningún otro sitioLa diseñadora bilbaína inaugura en el Casco Viejo un comercio singular en el que ofrece sus piezas únicas, desde tocados hasta delantales
Cruzar la puerta de la nueva tienda de la sombrera bilbaína Almudena Aguirre supone viajar en el tiempo. Sumergirse en un lugar lleno de sombreros únicos y muebles antiguos que alberga la historia de su familia. «Mi bisabuelo paterno fundó la tienda Almacenes San Ignacio en Carnicería Vieja y después un segundo local en Las Arenas, que estuvo abierto 78 años, primero con mi abuela al frente y luego ya en manos de mi madre. Yo me crié allí, jugando en la trastienda con telas y aquella caja de terciopelos que tenía prohibidísimo tocar», recuerda. En su nuevo espacio, ubicado en el número 12 de la calle Belostikale, ha colgado el letrero antiguo de Almacenes San Ignacio, que comparte protagonismo con dos mostradores de madera que pertenecieron a su bisabuelo y que ella ha conservado durante todo este tiempo. «Llevan más de 100 años largos en la familia, primero estuvieron en la tienda de Carnicería Vieja, después en la de Las Arenas, más tarde en mi atelier y ahora aquí. Ha sido una locura traérlos, pero tenían que volver al origen, al Casco Viejo, donde empezó todo», cuenta emocionada.
Dice que lo suyo son cuatro generaciones de «amor textil» y que ha heredado de su familia su pasión y curiosidad por este oficio. Aprendió a coser a los ocho años, mucho antes que a andar en bici. Tras estudiar diseño de moda en la escuela IADE de Bilbao en los años 80, enseguida comenzó a trabajar como modista para obras de teatro y la televisión. Vivió en Dublín y después se mudó a Londres, donde aprendió las técnicas tradicionales de la sombrerería, que dieron paso a sus primeras colecciones. Lleva más de 20 años vistiendo por la cabeza a las mujeres más elegantes de la villa en su atelier, un cuarto piso de la calle Elcano. Pero Almudena sentía que había llegado el momento de dar el salto, de tener su escaparate y estar más cerca de la gente. «Después de que se cerrase la tienda de Las Arenas, la eché muchísimo de menos. Yo tenía ese sueño de abrir mi propio comercio, pero ya lo había abandonado. Estoy un poco en shock, todavía no me lo creo. Con 20 años, nada me daba miedo, todo pá'lante. Y ahora con 57, pá'lante también, pero con más prudencia, estar de cara al público me da respeto, pero confío en que va a ir bien».
En la decoración de su nuevo espacio, también está representada su familia materna. Almudena pasaba los veranos de su infancia en el hotel de la Belle Époque que sus abuelos tuvieron en Zestoa. «Amaba estar allí, me encantaba contemplar la elegancia de los huéspedes y la belleza que se respiraba en el ambiente», recuerda. Por eso, ha trasladado parte de aquel glamour a su nueva tienda. Con los tiradores de las puertas de las habitaciones del hotel, ha hecho los colgadores para sus sombreros; en los toalleros antiguos hoy expone sus diademas, con las antiguas fallebas de las ventanas ha creado percheros; y la clásica mesa de juego está llena de telas. «Yo quiero que la gente al entrar se sienta como en casa, porque aquí están todos los diseños que yo he hecho con mis propias manos durante todos estos años, en distintas etapas de mi vida, y también muebles y objetos antiguos que contienen la historia de mi familia», cuenta mientras prepara un té.
En su singular comercio se pueden encontrar sus espectaculares sombreros y tocados de alta costura. «Los tengo en exposición, para que la gente pueda verlos y pedirme con cita previa que les haga alguno para un evento especial. Eso sí, adaptándolo a su forma del rostro, estatura, peinado...». Y también ofrece la línea de sombreros para el día a día que empezó a confeccionar después de la pandemia con materiales reciclados. Almudena recupera y tiñe tejidos, pasamanerías y bordados para crear piezas únicas. «Los hago con mantas y alfombras antiguas del hotel de mis abuelos, con telas que guardo de la tienda familiar, con tejidos que compro en los viajes... No hay dos sombreros iguales y además son reversibles, así que te llevas dos por uno», explica.
A su abuela paterna, la que trabajó en Almacenes San Ignacio, la conocían como la Balenciaga de los uniformes, por sus elegantes diseños, y Almudena ha querido seguir con la tradición. «Me pueden encargar uniformes para hostelería, comercios… los hago con un toque especial», cuenta. De hecho, ofrece en su tienda una línea de originales delantales creados por ella con retales de telas. Apasionada del teatro, también sueña con volver a confeccionar el vestuario para compañías teatrales y de danza. «Lo disfruté muchísimo y lo pasé mal cuando dejé de hacerlo. Yo siempre me he sentido actriz, hice mis pinitos, y me encanta tener mis escaparates, porque son como un pequeño escenario en el que puedo presentar mis propuestas y expresarme».
El jueves hizo una inauguración con la familia en la que brindaron con champán por un futuro prometedor. «Han creído en mí y me han apoyado a tope, estando ahí en mis momentos de flaqueza», cuenta agradecida. Este viernes Almudena ha abierto por primera vez al público las puertas de esta tienda que lleva su nombre, que acoge tesoros de su familia y que está llena de artículos especiales hechos por ella con sus propias manos. «Desde que vi el local, el 17 de junio, han sido meses de mucho trabajo, estoy agotada. Pero empieza una aventura que espero que siga siendo una experiencia increíble, con mucho esfuerzo, ilusión y transformación. Ojalá jubilarme aquí, yo ya no muevo todo esto a ningún otro lado ¿eh?».
