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Me apasiona el fútbol. Por eso me encantó que Bilbao acogiera la final de la Europa League. Por eso y porque bares, restaurantes, hoteles, taxistas ... y otras muchas empresas iban a sacar una gran tajada del evento, como así ha sido. Por eso y porque el evento ha puesto (otra vez) en el mapa mundial a nuestra ciudad.
He de confesar que en principio iba con el Manchester United. Me gustan los equipos históricos que han tenido (ahora no) en sus filas a auténticos jugadorazos que con el tiempo se han transformado en grandes leyendas. Pero cambié de bando ayer a la mañana cuando me pateé la ciudad para elaborar un reportaje sobre el impacto en la hostelería.
Bajé a la Plaza Nueva (o la Plaza Roja por la invasión de 'reds'), me paseé por Ledesma y subí finalmente a Pozas. Descubrí que, en contra de los establecido, se puede ir al fútbol como un dandi. Bien vestido. Informal, con estilo, tirando de calle y dejando un halo de elegancia que se percibía a la legua. Si, se distinguía de lejos a los 'spur', y yo pensé en ser uno de ellos. Como Dios manda.
Y ahí el Tottenham ganó por goleada. No por un pírrico e infame 1-0, como sucedió en San Mamés, sino de calle. No podían ser más pijos, con sus cortes de pelo bien cuidados. Los aficionados londinenses se paseaban a primera hora de la mañana con el aspecto de recién duchados. Bien aseados. Me dieron ganas de acercarme a ellos para comprobar si utilizaron perfumes 'nicho'. Tenían pinta de ello.
Tiraban de marcas. Se les veía con gafas de Prada, camisetas de Moncler, nikis de Boss y con alguna mochila de Bottega Veneta. Lo más. Que en ningún caso garantizan un plus de nada, pero, claro, ayuda a mejorar la imagen. Ataviados con los últimos modelos de bermudas en ningún momento se te ocurriría pensar viéndoles de esa guisa que asistirían a un partido de fútbol.
Más bien te los imaginabas estar a punto de tomar un aperitivo en la terraza de un garito 'cool' o de dejar la ciudad por unos momentos e irse a dar unos cuantos golpes al club de golf más cercano.
Mientras, los seguidores del Manchester se entregaban, como sus rivales, al consumo desaforado de cervezas, combinados de vodkas con sprite y gin tónics y grandes jarras de sangría.
Los del United lucían unos estilismos completamente diferentes. Algunos, lo siento, parecían recién salidos de la playa mallorquina de Magaluf, con chanclas. Se les veía muy buena gente, pero nada parecidos a los chicos llegados del norte de Londres con la ropa impoluta y sin manchas de alcohol. Recorrieron Bilbao con camisetas de aire vintage y con los nombres de viejas glorias a sus espaldas, como Ibrahimović, Cantona, Beckham y, por supuesto, Cristiano Ronaldo.
Frente a estos, los del Tottenham no podían ser (o parecer) más pijos. Por eso fui con ellos.
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