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Alejandro Machín, que proviene de una familia emprendedora, ya tenía ganas de crear algo propio. Trabajó casi una década en la empresa familiar y ... después pasó por el Garden Center de Sopela y la mítica ferretería Ezpeleta, pero le atraía la idea de montar su propio negocio. Hace un par de años su vida dio un giro y comenzó a interesarse por la restauración de muebles antiguos. «Empecé a hacer cursos y a restaurar mobiliario que tenía por casa o que había pertenecido a mi familia y parece que se me daba bien», cuenta este bilbaíno de 52 años. Después de un mal momento personal, decidió empezar de nuevo e intentar ser feliz haciendo lo que le gusta. «Lo he pasado muy mal por un tema personal y aún estoy recuperándome. Quería un cambio en mi vida y en eso estoy. Me he lanzado a la piscina de cabeza, sin agua ni nada», reconoce ilusionado.
Alejandro acaba de abrir su propia tienda, Studio 17, en el número 17 de Alameda Recalde. En este nuevo espacio, que inauguró el pasado sábado, se pueden encontrar muebles y objetos de decoración 'vintage', la mayoría de estilo 'mid century', creados entre los años 50 y 80. «Este es un gremio en el que hay que moverse muchísimo para encontrar 'tesoros'. Los busco en Internet, en ferias, estoy en contacto con coleccionistas... Y también suelo ir mucho a la zona del Levante», cuenta. Alejandro se preocupa de que todo lo que vende en su tienda esté en buen estado. «Todos los muebles están perfectamente restaurados, algunos con mis propias manos», precisa.
Este emprendedor se quedó con el primer local que vio y lo ha mantenido seis meses cerrado al público, porque ha preferido ir llenándolo poco a poco con las piezas de diseño que ha ido encontrando. Allí vende desde peces de cerámica portuguesa hechos a mano por 15 euros hasta unas sillas art déco catalanas de cuero y madera de olivo de los años 30 que cuestan 1.200 el par. «También tengo cartelería antigua, lámparas de diseño, cuadros, espejos brutalistas, centros de mesa y jarrones de cristal de Murano... Yo no me cierro a nada, me adapto a lo que la gente vaya queriendo», dice ilusionado. También ha reservado un hueco especial a «un buen amigo», L. Moex, un escaparatista que pinta cuadros a todo color y crea unos espejos muy originales con raquetas antiguas de tenis.
Alejandro celebra la buena acogida que ha tenido su negocio entre los vecinos y comerciantes de la zona. «Mi primer cliente fue un señor que se llevó dos peces de cerámica porque me dijo que le gusta apoyar a los emprendedores cuando abrimos un pequeño comercio. Mucha gente se ha acercado a mirar, a interesarse... Una señora hasta me ha preguntado si tengo el bolso 2.55 de Chanel. Por ahora no vendo bolsos, pero quién sabe», ríe el dueño de Studio 17, que de momento solo abre de lunes a viernes por la mañana, de 10.00 a 14.00 horas. En ese horario, quien se quiera deshacer de algún tesoro 'vintage', puede llevárselo a la tienda, porque está abierto a comprar aquellas piezas que estén en buen estado y encajen con su estilo. «Eso sí, yo soy muy visual, me tienen que entrar por los ojos», admite.
Alejandro está «muy ilusionado» con esta nueva etapa con la que quiere dejar atrás unos años complicados en su vida personal. «También estoy nervioso, con incertidumbre de que todo salga bien. He dejado tarjetas en algunos comercios para que vayan conociéndome y he pensado en repartir también por la zona del Guggenheim y en hoteles de la zona». Sabe que emprender no es fácil, pero le sobran las ganas. «He visto en mi familia lo mucho que cuesta arrancar un negocio. Es una carrera de fondo, de largo recorrido, pero voy a por todas».
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