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Casarse en tiempos de coronavirus: la boda de una bilbaína justo antes de decretarse el estado de alarma

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Casarse en tiempos de coronavirus: la boda de una bilbaína justo antes de decretarse el estado de alarma

Regina y Gonzalo siguieron adelante con sus planes y contrajeron matrimonio a puerta cerrada el pasado 14 de marzo. Al terminar la ceremonia, el Gobierno anunció la noticia

Martes, 31 de marzo 2020

El 14 de marzo nos anunciaron la imposición de una cuarentena que pretendía frenar la pandemia que se había adueñado de nuestra tranquilidad. De la noche a la mañana nuestros planes cambiaron, pero la salud era lo primero y el resto podía esperar. Justo antes de que el Gobierno decretase el estado de alarma, antes de que mundo se paralizase y las personas comenzáramos a ver la vida a través de la ventana, Regina se encontraba en su casa, a la espera de desenfundar el vestido de novia con el que tenía pensado caminar hacia el altar. La evolución del coronavirus en nuestro país durante las semanas previas a su enlace no logró impedir que esta joven diera el 'sí quiero' a Gonzalo bajo todas las medidas sociosanitarias pertinentes hasta entonces. «Seguimos adelante con nuestros planes porque teníamos muchísimas ganas de casarnos. Es cierto que este tema nos cogió muy cerca, pero al final, el apoyo de nuestras familias nos impulsó a tomar esta decisión». Los invitados se cayeron de la lista, la ceremonia se ofició a puerta cerrada y la celebración que tenían prevista se canceló, pero su amor era lo primero, el resto podía esperar.

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La boda de Regina y Gonzalo es un ejemplo de lo que verdaderamente importa a pesar de los contratiempos y de cómo una pequeña fiesta se puede convertir en la más emotiva de las celebraciones. Ella es de Bilbao, él de Jerez y se conocieron en la Feria de Sevilla hace diez años. Una sinergia perfecta entre norte y sur moldeada durante una década que acabó en propuesta de matrimonio en el icónico Temple Bar de Dublín. Durante un año, idearon como cualquier otra pareja los detalles de su boda, orquestada bajo la batuta de Eva Iglesias, la 'wedding planner' de Bodas Colorín Colorado, sin imaginar que un invitado de última hora truncaría la celebración que con tanto mimo habían preparado. «Según iba avanzando la pandemia en nuestro país sentí muchísimo agobio, no solo por la boda, sino también por la situación en España», aclara.

El coronavirus se convirtió en la primera ficha de un dominó que comenzaba a desmoronarse. «En mi casa había mucha tensión porque todos sabíamos lo que pasaba, pero no queríamos hablar del tema». Sin embargo, los invitados comenzaron a fallar y se vieron obligados a reestructurar su plan. «Dos días antes da la boda nos dimos cuenta que había gente que no se atrevía a decirnos que no venía por pena a fallarnos. Comenzamos a sentirnos culpables y responsables de lo que pudiera suceder, así que tomamos la decisión de cancelar la celebración y hacer la ceremonia a puerta cerrada».

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Regina siempre pensó que se casaría en su tierra natal, pero finalmente decidieron que Madrid, su lugar de residencia habitual, sería el punto intermedio perfecto para todos. «Mis padres viven aquí, la familia de Gonzalo en Sevilla y nuestros invitados venían de ambos sitios».

Tras los nervios llegó la calma, y los sentimientos encontrados que surgieron después del precipitado cambio de planes dieron paso a una extraña armonía dentro del caos que se vivía alrededor. Esta novia bilbaína llegó a la iglesia de San Fermín de los Navarros en coche y acompañada de su padre, un momento que recuerda como uno de los más especiales del día. «¡Me hizo llorar y todo!». Durante la ceremonia también hubo lágrimas de felicidad y una palpable emoción que se duplicó tras aquellas semanas de intranquilidad. «Estaba como en una nube», recuerda. Además, estuvieron presentes muchos más invitados de los que esperaban, algo que fue una grata sorpresa para toda la familia.

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Su look nupcial tenía el sello inconfundible de Lorenzo Caprile, un maestro por el que Regina siente una predilección especial. «Siempre me ha encantado y, además, he estado muy a gusto con él. Creo que todo lo que hace sienta fenomenal y sabe sacarte el máximo partido». Lo que nunca tuvo tan claro fue cómo quería que fuera su vestido de novia, pero se dejó aconsejar por el modisto, que la apoyó en cada una de sus decisiones. El resultado fue un diseño de corte imperio, manga larga y sobrefalda desmontable que Caprile confeccionó con un maravilloso tejido de su 'Nonna'. El detalle que descubrió cuando se fue a vestir es que el diseñador madrileño le había añadido un lacito azul dentro del vestido para cumplir con la tradición.

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Como accesorios, llevó el anillo de zafiros de su pedida, una pieza de Javier Gómez Zuloaga. También utilizó un colgante que le regaló Gonzalo, de la joyería Gómez Zuloaga, y unos pendientes de Aristocrazy. Completó su look nupcial con unas sandalias doradas de Mim Shoes y un ramo de flores elaborado por Bimflowers. Además, eligió un maquillaje muy natural y un recogido en coleta alta, obra de Amado Rodríguez, el estilista del Club Alma que «es como de la familia». Durante el 'getting ready', también estuvo acompañada por Marta, la modista del equipo de Caprile que cosió su vestido y le acompañó en todas las pruebas, y por sus primas, tías, padres y hermano. «Me tranquilizó muchísimo que estuvieran todos conmigo». Por su parte, Gonzalo, que es maestrante, llevó el elegante uniforme de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla que perteneció a su abuelo.

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Ya convertidos en marido y mujer, no tomaron rumbo a la finca Las Jarillas, donde tenían previsto celebrar su enlace, sino que fueron a casa de Regina con sus respectivas familias y un par de amigos. No hubo multitudes, ni pañuelos en alto, ni música con DJ, pero disfrutaron igual por el simple hecho de estar acompañados de sus grandes apoyos. «Tenemos las mejores familias y los mejores amigos que podíamos tener. ¡Así da gusto!». Ellos eran lo primero y la fiesta podía esperar, aunque prometen renovar los votos el año que viene con todos sus invitados. A pesar del cambio de escenario, no renunciaron a la tradición y abrieron el baile en la solemnidad de su salón. Una estampa atípica, sí, pero quizás la que mejor resume la importancia del amor en tiempos de coronavirus.

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