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La boda de Laura y Bari en el Palacio de Ubieta
Ella es de Getxo, él de Bilbao, e idearon un enlace pensado al detalle con el sellaron su historia de amor
La historia de amor de Laura y Bari comenzó como un juego entre dos adolescentes. «Nos conocimos en Bilbao por unos amigos en común cuando teníamos 16 años. Él me pidió salir y yo le contesté que solo aceptaría si era para estar más de dos meses juntos». La promesa se cumplió con creces y de aquello ya han pasado diez años. Ahora, presumen de estar felizmente casados. Su boda tuvo lugar el 6 de octubre de 2018 en el Santuario de la Encina, en Artziniega, un templo de estilo gótico reconocido como monumento histórico artístico, en el que destaca un retablo de principios del siglo XVI y estilo hispano-flamenco digno de admirar. Para la celebración, se trasladaron al municipio de Gordexola, un entorno idílico y natural que recrearon en los jardines del Palacio de Ubieta. Esta conocida finca tiene catorce mil metros cuadrados y cuenta con un imponente edificio neoclásico de 1829, donde tuvo lugar el banquete, el baile y la fiesta posterior.
Un vestido de novia sencillo y especial
El secreto mejor guardado de la novia, su vestido, se confeccionó con mimo y durante meses en el atelier de alta costura de Miriam Gálvez, situado en la calle Menéndez Pidal de Madrid. Esta diseñadora nupcial lleva más de 20 años trabajando en el sector y supo entender al instante lo que Laura buscaba para su gran día. Tan solo hubo que seguir cuatro requisitos básicos: que fuera un diseño ligero, con caída, manga larga y escote en pico. Por eso, eligieron un crepé ligero cubierto con georgette, liviano y ágil, que le aportaba ese movimiento tan especial al caminar. «El resto lo fuimos creando sobre la marcha en cada prueba», asegura esta novia, natural de Getxo. De este modo, se añadieron sutiles detalles de encaje, unos pequeños botones-joya y unas mangas tres cuartos acampanadas que daban personalidad al conjunto.
Cada día tiene más peso entre las novias cambiar varias veces de vestido para adaptarse a los distintos momentos de la celebración. Sin embargo, Laura apostó por la practicidad. Con el consenso de Miriam Gálvez, idearon una cola desmontable que caía desde los hombros y se quitaba fácilmente para poder disfrutar a lo largo de toda la jornada. «Solo quería llevar cola en la Iglesia y estar muy cómoda durante el cóctel, la cena y el baile», asegura.
En cuanto al calzado, sí que guardó una segunda opción en la recámara. Para la ceremonia, eligió unos zapatos de Jimmy Choo en color verde petróleo, muy cómodos, que le regaló una de sus mejores amigas. Para la cena y la fiesta, los cambió por unas alpargatas todoterreno de Castañer, también regalo de otra de sus amigas, con las que pudo bailar toda la noche. Y fue, precisamente, en el baile cuando se produjo uno de los momentos más emotivos de la velada. «Los hermanos de Bari nos sorprendieron con unos fuegos artificiales que nos dejaron a todos con la boca abierta», recuerda.
Laura prescindió del tradicional velo y apostó por la frescura de un sencillo semirrecogido con ondas abiertas, obra deAmaia Lauzirika. «Tiene una forma de peinar que hace que cualquier peinado parezca natural». Y es que la estilista tenía ante sí a una novia de ideas claras que quiso llevar el pelo suelto, tal y como lo hace a diario. Eso sí, añadieron un toque especial gracias a un tocado de porcelana en tonos topo y gris. Una pequeña obra de arte hecha a mano en el taller bilbaíno de Clara Gortázar. Ese mismo efecto, la naturalidad, fue lo que buscó en su maquillaje, algo que logró con la ayuda de su cuñada, Patricia Pérez Badiola, que es maquilladora profesional en L`Oreal. «Ella sabía perfectamente cómo conseguir el resultado», añade.
Laura también supo de antemano que quería utilizar pocas joyas pero bien seleccionadas. Por eso, tan solo llevó consigo el anillo de pedida que le regaló Bari, un imponente zafio de la Joyería Carbal, y unos pendientes que fueron regalo de sus padres. Lo único que dejó en manos del azar y de los buenos profesionales con los que contó en el día de su boda fue el ramo, que se lo encomendó a Mar Izquierdo, de Garden Center. «Solo le dije que quería que fuera muy verde y con alguna protea», aclara.
Los padres de Laura son clientes habituales de este vivero y, por eso, también confió en Mar toda la decoración floral. «Estaba convencida que iba a saber reflejar el paisaje de Gordexola», asegura la novia, que recuerda cómo se plasmó en una suerte de helechos, piñas y velas de Jam Mardones que proporcionaron un ambiente muy cálido dentro de la carpa, creando el efecto invernadero que buscaban. De hecho, los pequeños pajes del cortejo nupcial, que iban vestidos de Marta Ussía, también llevaron unos cestos con helechos, acorde con la temática de la boda.
Por su parte, Bari eligió un elegante chaqué gris con chaleco ocre, de la firma bilbaína MAN 1924. El diseño vizcaíno también estuvo presente gracias a la madre de la novia, que eligió al diseñador Eder Aurre para recrear el look que llevaría en un día tan especial. En su caso, fue un traje de chaqueta en color petróleo, realizado en crepé. Estaba compuesto por un blazer efecto capa, con ribete en las solapas de color buganvilla y un pantalón ligeramente acampanado.
Del catering se encargó Maher Catering, otro de los puntos fuertes de su boda. «Nos ofrecieron una magnífica propuesta en forma de cóctel y menú que se convirtió en una gran experiencia gastronómica», aclara. Además, contaron con la banda de música Young Forest, que consiguió crear momentos únicos durante el cóctel. Inma Fiuza se encargó de la fotografía. «Desde el primer día sabíamos que queríamos confiar en ella, por su capacidad de capturar esos momentos y sacar fotos naturales, espontáneas y con una magia alucinante», nos cuenta. Y todo, orquestado bajo la batuta de Itziar Ortuondo, la 'wedding planner' bilbaína que, junto con su equipo, supervisó en primera persona que todo saliera según lo planeado. «Su figura fue imprescindible, tanto en los meses previos como en el día de la boda, ya que consiguió estar atenta de todos los detalles y de transmitirnos la tranquilidad suficiente para disfrutar desde el primer minuto de nuestro día», recuerda agradecida.
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Palabra de experta
Por su parte, Itziar Ortuondo solo tiene buenas palabras para los novios. «Recuerdo con claridad la boda de Laura y Bari y no puedo evitar sonreir al recordar a esta preciosa pareja», asegura. Solo ella es capaz de prestar atención a los pequeños detalles que hacen grande una boda. Y a los no tan pequeños, puesto que pudo capear un imprevisto de una forma muy profesional. «La mayor dificultad que presentaba la boda, aparte del alto número de invitados, fue un rally que se organizó en las inmediaciones del Santuario de Nuestra Señora de la Encina. Por eso, llevamos un refuerzo de personal para poder ejecutar la ceremonia. La coordinación directiva del rally y nuestro equipo fueron indispensables para que los invitados pudieran acceder a la ceremonia de una manera ágil y dinámica«, explica.
También supo hacer su particular magia en el Palacio de Ubieta que, por aquel entonces, aún no contaba con la carpa que tienen en la actualidad. Por eso, montaron la suya propia. «Al ser una boda de noche nos decantamos por una carpa transparente a dos aguas, iluminada por guirnaldas de luz cálida. Tiene la peculiaridad de que no se puede instalar en una boda de día dado su efecto invernadero», concreta. «La situamos en el terreno trasero del palacio para no desvelar de primeras la magia de las velas, los helechos, las guirnaldas de microbombillas y del comedor en sí». Además, se añadieron estufas piramidales de llama que garantizaron la temperatura perfecta durante la cena. Las mesas estaban vestidas con mantelería de lino beige y mesas alargadas de madera vista, creadas con antiguas puertas de madera. Todas ellas decoradas con muchas velas y centros florales que combinó como nadie Mar de Garden Center.
Dado el cambio en el protocolo y los estereotipos de las bodas, es indispensable hoy en día la figura de una 'wedding planner' que coordine y organice profesionalmente este tipo de eventos, con el fin de tener un día 10 como el que vivieron Laura y Bari. «Agradecer a los novios y, por supuesto, a sus familias su confianza y cariño. No os imagináis lo que disfrutamos con este proyecto y nos encanta que estén en nuestra lista de parejas. Deseamos que os guste la boda tanto como a nosotras. Gracias de corazón», concluye Itziar.
