Llega el 'tardeo mortal' a Bilbao: hablar de la muerte en el bar con desconocidos mientras te tomas unas cañas. Mireya López

Llega el 'tardeo mortal' a Bilbao: hablar de la muerte en un bar con desconocidos mientras te tomas unas cañas

La taberna La Sinsorga del Casco Viejo acoge una vez al mes una cita distendida e incluso divertida para charlar con otras personas sobre el final de la vida alrededor de un cóctel o una cerveza

Jueves, 27 de febrero 2025

Solo hay dos días con menos de 24 horas en nuestra vida: el que nacemos, que lo celebramos cada año, y el que morimos, del ... que no queremos ni hablar. Pero la muerte es inherente a la vida. De hecho, es la única certidumbre que tenemos sobre el futuro, aunque queramos mirar para otro lado. «Necesitamos humanizar la muerte, hablar sobre ella, desde la naturalidad y desde la infancia, porque esto nos ayuda a superar emociones y a encontrar apoyo en otros. Este tema se ha vuelto tabú y esto aumenta el desconocimiento y el miedo», explica la psicóloga clínica Natalia Gómez-Rubiera.

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Hablar abiertamente sobre la muerte, además de ser algo muy sano, se ha convertido en tendencia. Los Death Café llegaron a Bizkaia hace más de una década, pero no dejan de proliferar. Son encuentros que reúnen a desconocidos, normalmente en algún bar o cafetería, para conversar sobre la muerte con naturalidad en torno a una taza de té o café. En la taberna La Sinsorga, situada en el número 9 de la calle Askao, se celebran desde septiembre, una vez al mes; y este miércoles también acogió un evento de este tipo el bar Matiko Berria, ubicado en el barrio del mismo nombre.

Compartir el dolor y el miedo alivia, especialmente cuando se trata de algo que nos concierne a todos. La importancia de tener información sobre este destino inevitable ya la entendió el antropólogo y sociólogo suizo Bernard Crettaz, que en 2004 creó el Café Mortel, un espacio de comunicación abierta que reunía a diferentes personas interesadas en hablar sobre el final de la vida. Un budista británico, Jon Underwood, le siguió los pasos e inauguró en 2011 los Death Cafes para intercambiar ideas y sensaciones sobre la muerte con desconocidos alrededor de una taza de café. Se trata de una franquicia social; cualquiera que cumpla con sus principios puede crear o participar en uno de estos encuentros, que son gratuitos y buscan generar una comunicación íntima, directa y honesta.

La novedad es que ahora ha nacido en Bilbao una versión «más informal y distendida»: el tardeo mortal. «La muerte es un tema que nos cuesta abordar y pensé que sería más fácil charlar sobre ello en un ambiente desenfadado, tomando unas cañas o unas mimosas», cuenta Carmen Koetsenruijter, organizadora de este evento y doula del final de la vida. Lleva desde septiembre detrás de los Death Cafes que se celebran en La Sinsorga, donde este martes organizó el primer tardeo mortal. «En los Death Cafes se presentan los participantes, sentados en círculo, y van sacando temas relacionados con la muerte. Yo procuro que se respete el turno de palabra, pero no intervengo ni propongo nada. Hay unas reglas muy establecidas. El tardeo mortal es un encuentro menos rígido, más espontáneo», cuenta.

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Carmen Koetsenruijter, organizadora de los tardeos mortales y doula del final de la vida. Mireya López

Hasta su primer tardeo mortal llegaron puntuales, a las seis y media de la tarde, las 16 personas inscritas a la actividad, que costaba siete euros con consumición incluida, a elegir entre cerveza, limonada o mimosa. Carmen fue saludando una a una y las invitó a dividirse en grupos de cuatro y a sentarse en unas mesas altas. «Os voy a dejar una pregunta en cada mesa y os recomiendo que vayáis más allá para que se generen conversaciones y reflexiones interesantes. Todo lo que se habla aquí es íntimo. Hemos venido a jugar, sin miedo al juicio, así que vamos a sacarle jugo», aconsejó. Y dejó sobre las mesas unas cartulinas plastificadas con varios interrogantes: «Si pudieses planear tu propio funeral, ¿dónde tendría lugar y cuál sería la temática?», ¿Eres donante de órganos?... y más cuestiones que Carmen prefiere que no se desvelen para mantener la sorpresa, ya que pretende repetir estos eventos una vez al mes. «Ha habido una gran acogida, así que vamos a mantener los Death Cafes el primer jueves de cada mes y el tardeo mortal el último martes», adelanta la organizadora.

Dudas y experiencias

Así, de primeras, da corte charlar con desconocidos sobre un tema tan trascendental, pero superada la timidez inicial, la conversación fluyó con naturalidad. Y las participantes no dudaron en compartir sus propias pérdidas, miedos y experiencias. «Si vienes a jugar, vas a conocer a la gente de tu mesa de una manera muy íntima en muy poco tiempo, porque son temas con los que profundizas en su interior muy rápidamente», asegura Carmen, que también dirige el centro de yoga y autocuidado MAYA. Ella ya sabía que sus preguntas llevarían a nuevas preguntas. «¿Sabéis cuánto tiempo se puede tener a una persona fallecida en casa?», «¿Cómo funciona un velatorio?», ¿Si donas los órganos te pueden incinerar?», son algunas de las dudas que fueron surgiendo durante el encuentro.

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Carmen, que iba moviéndose por las mesas, lanzaba nuevas cuestiones e incluso compartía su experiencia como acompañante de personas en sus últimos días de vida. Fueron dos horas intensas, pero se hicieron entretenidas. Hubo hasta risas. «Si una persona antes de morir quiere un helado de fresa, voy a la cafetería a por su helado de fresa. Y yo sé que aquí en Euskadi demostramos el amor dando de comer a los demás, pero si ya no quiere comer más, pues que no coma, habrá que respetarlo», se escuchó. Estos encuentros sirven para recordar que todos somos mortales, aunque no queramos recordarlo, y que hablar con los demás del vacío y la soledad inmensa que supone la pérdida de un ser querido nos hace sentir que no estamos solos. «Mi madre se murió cuando yo tenía 14 años y nadie me preguntaba cómo estaba, ni me hablaba de mi madre, como si no hubiese ocurrido. Y como no se habla, te sientes sola. Yo necesitaba transitar el duelo y mantener viva a mi madre a través de las palabras. Hubiese echado de menos un grupo de apoyo y que en mi entorno se hubiese llevado con naturalidad», contó Jacarandá Serrano, una de las asistentes.

El tardeo mortal se alargó un rato más, porque la vida y la muerte dan para mucho. «¿Nos pedimos otra caña? Os podéis mezclar para hablar con las personas de las otras mesas. ¡Qué se note que esto es un tardeo!», sugirió Carmen, consciente de que estos encuentros sirven para conocer gente de otra manera.

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