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De Plentzia a Nueva York: las joyas de Sara
Las joyas alucinantes que crea Sara en su taller de Plentzia (y fascinan en Nueva York)Sara Ortuzar, que concibe joyería contemporánea con toque artístico, acaba de exponer sus piezas en el Museo de Artes y Diseño de Manhattan. Y en julio empezará a venderlas en el Museo Balenciaga
En la vida de Sara Ortuzar hace tiempo que convergen dos caminos creativos. Dos pasiones muy distintas, pero que al mismo tiempo reflejan su fascinación por el cuerpo humano. Esta artista de 46 años, que estudió Bellas Artes en la UPV/EHU, se ha convertido en un referente del tatuaje reparador. Trabaja con mujeres supervivientes de cáncer de mama a las que devuelve la areola y el pezón. «Cuando yo empecé, hace 20 años, no lo hacía casi nadie. Fui pionera, se fue corriendo la voz, y recibí muchísimas peticiones», cuenta. Hoy realiza sus tratamientos en la clínica Láser Médico Gran Vía de Bilbao, donde también camufla cicatrices y, sobre todo, devuelve sonrisas. Un trabajo que le llena y que compagina con su pasión por la joyería contemporánea. De su taller de Plentzia salen sus originales joyas, auténticas obras de arte con destino a Milán o Nueva York.
Los lazos de Sara con el mundo del arte son fuertes. «Mi madre estudió Diseño de Moda, ha sido profesora de artes aplicadas y tiene un don innato para dibujar. Y mi padre es un manitas siempre dispuesto a ayudarme», cuenta. Pero su primer contacto con la joyería fue gracias al orfebre vizcaíno Eduardo Pérez, quien le enseñó el oficio. «Aprendí muchísimo sobre joyería clásica. Fue un gran maestro». En 2011 Sara llegó a abrir una galería de joyería contemporánea en la calle Sombrerería del Casco Viejo, pero tuvo que echar el cierre apenas año y medio después. «Era una propuesta muy nueva en la ciudad y costaba mucho la venta», reconoce.
Hoy alimenta su pasión desde su propio taller, un espacio de libertad en el que da rienda suelta a su lado creativo. En sus diseños, únicos, geométricos y cargados de luz, aúna forma y función. «Mis joyas son esculturas portables, nacen para ser una expresión de la propia persona y no para estar dentro de una vitrina», explica esta apasionada de la moda que admiraba el carácter provocador de Alexander McQueen. En mayo expuso sus creaciones en el evento Mad Abut Jewelry, que se celebra cada año en el Museo de Artes y Diseño de Nueva York. «Ha sido una experiencia increíble, con una acogida buenísima. Me ha servido para aprender mucho con los comentarios sobre mis piezas de diseñadores y coleccionistas». Y también para hacer nuevos clientes: «Ahora estoy creando dos broches que me pidió una coleccionista neoyorquina». Y, además, está terminando una colección, compuesta principalmente por pendientes, que se va a vender en la tienda del Museo Balenciaga, en Getaria. Sus creaciones cuestan desde los 70 euros de unos pendientes hasta los casi 2.000 de un collar más elaborado. «Puedo tardar días en hacer una pieza y siempre la dejo reposar para volver a mirarla por si necesita alguna modificación. Y, además, me la pruebo siempre para ver la sensación que me da», cuenta.
En sus propuestas hay una fuerte vinculación con el mundo del arte. En ellas conviven procesos artesanales con los últimos avances técnicos, que permiten mayor experimentación. «Dedico muchos esfuerzos a la investigación para encontrar soluciones técnicas que me permitan crear las piezas. Me fijo en la ciencia y la belleza de la naturaleza. Por ejemplo, tengo una línea inspirada en el hielo, porque me interesa cómo cambia el agua en función de la temperatura. Las personas no somos diferentes a estos procesos naturales, también cambiamos según el entorno», explica. En su trabajo la búsqueda estética comparte protagonismo con la investigación sobre materiales. «Me interesan aquellos que cambian su forma a través del calor, como el agua. He trabajado con gomas termorretráctiles, con resinas epoxi... y ahora con ácido poliláctico», cuenta.
Amante de los perfumes, se pueden encontrar algunas de sus piezas en la perfumería Erlai, en Rodríguez Arias, además de en su cuenta de Instagram y en su página web. «Me gustaría colaborar con diseñadores vizcaínos para llevar mis creaciones a la pasarela y me encantaría lanzar diseños en formato top, como una especie de prenda joya». Sara no se cierra porque su firma es, en realidad, un laboratorio de ideas en permanente reflexión. «Me levanto por la noche mil veces, porque como no apunte todas las ideas que me vienen a la mente, no me puedo dormir», ríe. Hoy trabaja en una línea aún más artística y experimental, porque ante todo defiende su expresión personal y creativa. «Yo pensaba que a la gente estas piezas que hago les iban a parecer rarísimas, pero estan gustando mucho. Eso sí, cuando noto que estoy haciendo una línea más comercial, freno, porque pierdo libertad».
Esculturas sobre la piel
Sus clientes son personas interesadas en el arte y el diseño que aprecian su saber hacer. «Valoran la artesanía, la belleza de una pieza única, como quien invierte en una obra de arte». Porque sus diseños no dejan de ser pequeñas esculturas para llevar sobre la piel. «La conexión con los clientes siempre es especial, porque no es como comprar una sartén. He vendido muchísimos pendientes para regalar que han ido a destinatorios de todas las edades. No hay brecha de edad ni de género». Sara solo quiere disfrutar del camino, de sus dos pasiones, y que sus diseños provoquen emociones y generen cierto misterio. «Algunas personas intentan entender la pieza y buscan una interpretación, pero otras se dejan llevar, no necesitan explicaciones, y me encanta. Lo mejor es cuando les entregas la pieza ya terminada y ponen esa cara de asombro, como los niños cuando ven algo por primera vez».