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Javier, el ingeniero que ha cambiado planos por girasoles y ha abierto la única floristería de Leioa
Este emprendedor de 44 años ha dado un giro a su vida para llenar este municipio vizcaíno de flores. «Vengo de un mundo donde todo era A, B y C. Aquí todo es sentimiento»
Cuando la última floristería de Leioa cerró, el municipio se quedó sin pétalos, sin aroma, sin ese detalle con el que celebramos, consolamos o simplemente recordamos que la vida está hecha de momentos. Pero como a veces pasa con las mejores historias, cuando algo desaparece… algo nuevo y sorprendente florece. Javier García Madrigal, ingeniero de 44 años, nacido en Amurrio pero afincado en Bilbao desde hace años, ha transformado esa ausencia en un proyecto con corazón: Margarito Loredenda. Un espacio donde las flores no solo son decoración, sino también emoción, memoria y creatividad. «Mi ama lleva más de 35 años con su floristería en Amurrio, y desde niño he estado cerca de las flores», cuenta Javier, que ha decidido hacer una pausa en su vida y redirigirla hacia algo que llevaba dentro desde niño
Aunque estudió ingeniería técnica mecánica en la UPV/EHU y cursó un máster en dirección de producción, Javier siempre tuvo una vena creativa. «Yo quería hacer diseño industrial, pero no existía en la uni cuando empecé», recuerda. Durante años lideró equipos y asumió responsabilidades en el mundo técnico, hasta que en 2023 una reestructuración lo dejó fuera. Lejos de hundirse, lo vio como una oportunidad. «Me tomé un tiempo para pensar. Sabía que quería ser mi propio jefe y hacer algo ligado a la creatividad». Así nació su cuenta de Instagram, donde comenzó a compartir composiciones florales hechas con su madre y consejos sobre plantas. Poco a poco, lo que parecía solo un pasatiempo se fue transformando en algo más grande.

Con esa energía y pasión por las flores, Javier y su madre se animaron a participar en el primer Festival de las Flores de Vitoria, en 2024. Lo que empezó como un experimento -una forma de poner a prueba sus ideas y unir la experiencia de ella con su mirada más creativa- acabó siendo un éxito rotundo. La respuesta del público y el reconocimiento recibido les dieron el empujón que necesitaban. Aquella cita no solo les confirmó que iban por buen camino, sino que se convirtió en el trampolín definitivo para lanzar su propio proyecto.
Girasoles para los vecinos
Mientras valoraba dónde abrir su local, un amigo le comentó que en Leioa acababan de cerrar la única floristería del municipio. La idea se le quedó rondando, y el 23 de enero, casi por casualidad, dio con el lugar perfecto: una antigua tienda de ropa, con espejos en las paredes, fachada acristalada y en una ubicación inmejorable. Poco más de un mes después, el 3 de marzo, Margarito Loredenda abría sus puertas y empezaba a llenar de flores las calles de Leioa. «Ese día regalé un girasol a cada persona que entraba. Fue una locura. Se hizo viral, pero no en redes, sino físicamente», recuerda entre risas. Sin campañas ni estrategias, solo con un gesto sencillo, logró conectar con los vecinos. «Estoy encantado con la gente de Leioa. La acogida ha sido brutal», confiesa.

El local es una mezcla encantadora entre boutique y atelier, que no pasa desapercibida gracias a su llamativo letrero de neón turquesa, visible desde la carretera. «Quería que el espacio invitara a entrar», explica Javier. Los grandes ventanales dejan asomarse al interior, donde se puede ver todo en detalle, una invitación abierta y sincera para que cualquiera se acerque y descubra Margarito Loredenda.
Trabaja con su madre
El nombre Margarito Loredenda -un guiño entre lo vintage y lo pop- logra conectar por igual con jóvenes y mayores. «Hay personas mayores que vienen solo para compartir historias, muchas veces relacionadas con alguien que conocían con ese nombre», explica Javier. Para él, esas charlas van más allá de simples anécdotas: son puentes que unen generaciones y le recuerdan la importancia de mantener viva la memoria a través de las flores. Pero Margarito Loredenda es también un proyecto familiar, un verdadero puente entre generaciones.
Javier trabaja codo a codo con su madre, que aporta toda su sabiduría y experiencia tras 35 años al frente de la Floristería Inés en Amurrio. «Ahora compartimos mucho más que flores -cuenta Javier-. Yo le doy un enfoque más moderno y creativo, y ella me aporta ese conocimiento que solo se consigue con los años». Esta colaboración no solo enriquece el negocio, sino que fortalece su vínculo personal y les permite crecer juntos en esta aventura llena de color.

El objetivo de este bilbaíno de adopción va más allá de vender flores: quiere construir historias. Cada semana ofrece propuestas llenas de color para quienes se regalan un momento de belleza. Ramos preservados, arreglos para bodas, decoraciones para eventos, empresas o comunidades. Su estilo es arriesgado y elegante, juega con las gamas cromáticas y se adapta a la personalidad de cada cliente. «Escucho a la gente y desarrollo la historia para crear el ramo. Vengo de un mundo donde todo era A, B y C. Aquí todo es sentimiento», celebra.
Javier acompaña a sus clientes de forma cercana y personalizada: aconseja, escucha, propone... y no deja de estar presente durante todo el proceso. Además, trabaja con flores de temporada cultivadas en el terreno de sus padres. «Intento que siempre haya flores de temporada», añade, cuidando no solo el detalle, sino también el vínculo con cada persona que pasa por Margarito Loredenda.

Su catálogo está disponible de manera sencilla a través de WhatsApp Business y su cuenta de Instagram con propuestas adaptadas a todos los gustos y bolsillos. «Mi objetivo es democratizar las flores», explica Javier. Quiere que dejen de ser un lujo puntual para convertirse en un detalle cotidiano, sin importar la época del año. Por eso, personaliza cada pedido según las preferencias de sus clientes y ofrece envíos a zonas como Erandio, Astrabudua y Las Arenas, para que nadie se quede sin su ramo favorito.
Javier cambió planos por pétalos y cálculos por emociones. Y Leioa, que se había quedado sin floristerías, ha ganado mucho más que una tienda: ha recuperado un espacio donde florecen la creatividad, la memoria y el presente. «Meto millones de horas, pero lo estoy disfrutando tanto…», confiesa.
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