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Cuando era pequeño, Aingeru Etxebarria siempre se asomaba a la cocina mientras su ama trajinaba en los fogones para preparar todo tipo de platos. «A los 10 años ya tenía claro que quería ser cocinero y mi familia siempre me apoyó. Solo me pusieron como condición que estudiara hasta C.O.U y que luego hiciera lo que quisiera», rememora. Y, efectivamente, fue eso exactamente lo que hizo. Siguiendo su pasión, este getxotarra de 46 años se formó en la Escuela de Santurtzi y en la de Artxanda y más tarde en la de Arguiñano. «También hice un máster con Ferran Adrià, donde me formé sobre la nueva cocina y conocí gente de todo el mundo», recuerda. Todo lo que aprendió de su madre, en las escuelas y trabajando durante años como cocinero llenó su cabeza de muchas ideas y de nuevas pasiones dentro del mundo de la cocina.
«Cuando estuve en la Escuela de Arguiñano, me fue gustando cada vez más eso de explicar cómo elaborar los platos. Un cliente me animó a que diera clases de cocina y lo probé. Y aquello funcionaba. La gente se iba contenta y yo más todavía», explica. Al principio, combinaba las clases con su trabajo en un restaurante, pero la nueva actividad le quitaba cada vez más tiempo y le apasionaba cada día más. Quería dedicarse a ello a tiempo completo, así que el pasado mes de octubre dejó su trabajo en un restaurante de General Concha y se lanzó de lleno a su proyecto del Txoko Didáctico. En este local, ubicado en el número 10 de Alameda Mazarredo, imparte cursos de iniciación y avanzados de cocina entre semana y monográficos todos los sábados por la mañana.
Las clases del Txoko Didáctico son «100 por cien prácticas», con sesiones de dos horas una vez a la semana y con diez personas como máximo. «Lo curioso es que viene gente de todas las edades. En una misma sesión puede haber un niño de 10 años y un señor de 60», detalla. En los cursos de iniciación se preparan platos del día a día, como merluza del Cantábrico en salsa verde, txipis en su tinta con arroz o taco de bacalao al pil pil. Por su parte, los cursos avanzados, «van dirigidos a gente que ya sabe cocinar y busca platos nuevos, que inventamos para ellos, con recetas personalizadas para luego practicar en casa», explica Aingeru.
La otra propuesta del Txoko Didáctico son los monográficos de los sábados por la mañana con dos horas de duración y con temática muy variada. Este mes de marzo, por ejemplo, ofrecen uno de cocina egipcia (8 de marzo), de pan de La Arboleda (15 de marzo), de productos ecológicos (22 de marzo) y fotograstronómico (29 de marzo). En las siguientes semanas, habrá otras sugerentes propuestas con diferentes monográficos hasta junio, centrados en el pato, la repostería casera, la cocina francesa, los guisos, las salsas, el bacalao, los calamares, la repostería americana, los escabeches y marinadas, las ensaladas o la comida peruano-japonesa.
Para Aingeru, la magia de su trabajo no reside sólo en enseñar a cocinar. Lo mejor, recalca, «es que se van tejiendo muchos lazos entre los asistentes. ¡De aquí han salido varias parejas! Cocinar es una herramienta única para romper el hielo, tanto que estoy preparando un grupo para los viernes por la tarde para ocho o diez personas que quiero llamar Meetic Gastronómico. Conocer a gente en torno a una mesa y elaborando un plato de cocina tiene que ser mejor que conocerlo en una pantalla, ¿no?», comenta riendo. Pero ojo, que los planes de Aingeru con sus 'aprendices', no se ciñen únicamente al txoko, sino que van mucho más allá. «Hemos hecho viajes gastronómicos a Cádiz, a Ibiza, a Gipuzkoa o La Rioja e incluso hemos ido a México. Cuando viajamos les trato de sumergir en la cultura gastronómica de la zona. Les enseño los mercados, los productos más destacados, los restaurantes tradicionales... Es una gran experiencia», confiesa.
Aingeru también viaja por su cuenta a diversos países por motivos de trabajo, ya que asesora a restaurantes de todo el mundo en la elaboración de sus cartas. Esa faceta profesional le ha llevado a países como Japón, México o China, donde pasó un mes organizando la carta de un resort. «Sin duda soy un auténtico privilegiado, pero en cuanto termino mi trabajo fuera estoy deseando volver a mi txoko. Disfruto como un enano en las clases y creo que lo transmito a los que vienen. Además, después siempre nos tomamos un vinito o un queso o un chorizo mientras charlamos de comida, de viajes o de lo que se tercie. Estoy feliz porque todos me dicen que están deseando que llegue el momento de la semana en el que les toca asistir al curso, ¿se puede pedir más?».
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