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Concha Ricoy, auxiliar de enfermería ya jubilada, vivió durante 30 años en Santutxu, pero en cuanto sus dos hijos se fueron de casa se mudó ... al Casco Viejo, donde lleva ya una década. «Yo siempre he querido vivir con David Beckham en el Casco Viejo... ¡y lo he conseguido!», bromea. A sus 65 años, Conchi se siente satisfecha y feliz por haber cumplido ambas ilusiones. Cada día es habitual verla pasear y charlar con los comerciantes de su calle, Artekale, en compañía de un precioso bichón maltés al que le ha puesto el nombre de su admirado futbolista. Esta mujer entrañable y risueña se ha convertido en la madrina de los comerciantes de esta arteria comercial en la que no paran de florecer nuevos negocios. «Les veo tan emprendedores y creativos... están arriesgando con todo su corazón y toda su ilusión, así que me gusta darles ese empuje y decirles: 'aquí tenéis vuestra calle y os va a ir bien, porque os vamos a querer y os vamos a ayudar'», cuenta. Y saca una bolsa de tela estampada por Martín y Gabriel, que abrieron Fantastic! hace un año en el número 39, para regalarme: «La he traído para ti, vamos luego a conocerles, ya verás, son un amor...».
Al principio, Conchi daba la bienvenida a cada comerciante que abría una tienda en su calle con un ramo de flores o una planta. Las primeras flores se las llevó a Trime, que abrió antes de la pandemia el centro de meditación Kadampa, en el número 4. «Se las regalé el día de la inauguración para que le diesen buena suerte», recuerda. A los chicos de Fantastic! les sorprendió con una planta. «Se presentó una mañana y nos la entregó. Conchi es maravillosa, nos ha traído tan buena energía que desde aquel día empezamos a tener gente», asegura Martín. A Mara, que llegó a esta calle en diciembre de 2023 con su tienda-taller Pura Madre, le regaló un atrapasueños que le compró a Carmen, de La Casa del Tarot, en el número 43. «Eso sí, a multinacionales y franquicias no les regalo nada, ¿eh? Mira esa casa de apuestas, estos negocios lo estropean todo», señala Conchi mientras nos hace una visita guiada por Artekale. «¿Sabes que es la única calle que no tiene bares? A las ocho de la noche cierran las tiendas y esto está súper tranquilo».
Desde que Rosario y Asier abrieron Karama Candle el pasado mes de octubre, en el número 48, ya siempre obsequia a los nuevos comerciantes con velas naturales hechas a mano por estos jóvenes emprendedores. «Cuando apareció Conchi con el ramo de flores, me alegró el día. No había entrado nadie, tenía muchos miedos... y aquello me emocionó mucho. Ahora ya es amiga y clienta, nos compra muchas velas», cuenta Rosario. Naiara, que ha llegado este año a Artekale con su peluquería Glamour radikal, en el número 19, ha colocado en la entrada la vela «de la suerte» que le regaló y que casi siempre está encendida. «Me hizo muchísima ilusión y el otro día que me vio sin trabajo vino a peinarse», agradece. También llevó una vela «al chico que ha montado una tienda de sprays en la esquina con Somera». «¡Ah! Y a mi médica y a mi enfermera, que se lo merecen. Les han gustado muchísimo y creo que han repetido».
Pero Conchi no solo les hace regalos, también les cuida y está pendiente de todo. «Nos ha traído bombones, flores... y siempre que pasa nos saluda. Si algún perro ha hecho pis en la puerta, baja a limpiarlo con lejía. Y si nos dejamos algún cartel fuera, enseguida nos avisa, está siempre atenta a nosotras», cuenta Mónica, empleada del taller de cerámica y pintura Kéyah studio, en el número 10.
Conchi siempre ha sentido debilidad por el Casco Viejo. «Yo siempre he hecho vida aquí. Cuando era una cría iba a La Chufa, el pub que tenía La Otxoa en Barrenkale, a los bares de Somera... Y como era muy heavy, también salía por Las Ruedas y el Metal Attack de Iturribide», recuerda. De hecho, cuando vivía en Santutxu, escalaba en el túnel de Txurdinaga, pero hacía las compras en su adorada Artekale. «Esta calle siempre ha tenido algo especial. Ya compraba la pasta fresca de Tortellino e iba donde Ibrahim, de la tienda de productos ecológicos Sania. Y cuando me mudé aquí bajaba a tomar el té con él. A mí siempre me ha gustado la mezcla de ambientes y por eso me gusta el Casco Viejo», explica Conchi, que cuando no está en Artekale está en Tanger, donde vive una buena amiga, o en el gimnasio, donde va cuatro veces a la semana para «hacer fitness y mantenimiento». «Dice mi hermana que soy la alcaldesa del Casco Viejo», ríe esta mujer afable y cariñosa que regentó una tienda de complementos en Santutxu de la que prefiere no hablar, porque aquello duró poco y no tuvo mucha suerte.
El otro día pasó al lado de la catedral de Santiago y se encontró con Pedro, del centro de meditación Kadampa, y con Sonia, de Kéyah studio, que se acababan de casar. Ambos se conocieron en Artekale, claro. Y esta vez la sorpresa se la llevó Conchi. «Me los encontré por casualidad, querían que me fuese con ellos a cenar y Sonia me dio su ramo de novia. Lo tengo puesto en casa... no sabes la ilusión que me hizo».
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