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El teléfono suena a las cinco y media de la mañana en la autocaravana con la que he viajado hasta Polonia con el equipo de Galdakaoko Boluntarioen Gizarte Elkartea. El joven médico alavés que en esos momentos está a punto de llegar a Bizkaia con ... otro sanitario y ertzainas voluntarios y 48 pasajeros ucranianos a bordo pide ayuda para una familia extensa de 9 miembros que estaba previsto que llegaran a la ciudad unas horas más tarde. Una de las personas sufre una enfermedad y se desplaza en silla de ruedas. Están en la estación central de tren, a media hora en transporte público, y la madrugada está desagradable, gélida y lluviosa, así que urge ir a buscarles. El grupo está compuesto, como es habitual, por mujeres y niños, ya que los hombres de entre 18 y 60 años tienen prohibido salir de Ucrania. El mayor de ellos, Sergio en español, tiene 15 años. Se quedarán con una familia vitoriana que contactó con la asociación el día anterior.
Les hallamos fuera de la estación, en unas carpas de acogida que han habilitado voluntarios polacos. Unos bomberos se ofrecen a desplazarles hasta el monasterio de los hermanos franciscanos, donde la asociación ha conseguido establecer un «cuartel» para trabajar organizando traslados a Euskadi gracias a la solidaridad de los religiosos mientras se prolongue la guerra y el éxodo de ucranianos hacia Europa. El mayor desde la Segunda Guerra Mundial.
Les alojamos en las habitaciones cedidas por los monjes, que también nos ofrecen desayunar y almorzar con ellos. Los niños corretean por el comedor y después se retiran a descansar. El camión para trasladar caballos del club hípico La Galea, que conduce el dueño, el getxotarra Koldo Goñi, y una furgoneta con remolque cargada de sillitas de bebé, llega más tarde cargado del material solicitado, sobretodo productos para niños, que se dirigen a una central de Cáritas en la ciudad cercana de Rybnik para ser distribuidos. Goñi y otros voluntarios vizcaínos, el comercial César González, el transportista Daniel González y el bombero Iker Olabarri penetraron en Alemania con la calima enturbiando el parabrisas y «sin agua en los limpias». «Echar una mano siempre es una experiencia bonita», dice Goñi en el almuerzo con los frailes franciscanos. Él también estuvo colaborando en los campos de refugiados de Grecia.
En Katowice, la mayor parte de las parroquias están acogiendo refugiados pero en muy pocos lugares cuentan con el espacio necesario para almacenar tanto material. Al final, los voluntarios han cargado con cuatro toneladas, menos de las previstas, en este primer viaje. «Algunos almacenes están completos», explica el hermano Sergius, natural de esa ciudad. Sí que solicitan, por ejemplo, zapatillas de deporte, ropa interior nueva para mujeres y maletas. «Hay que traer cosas útiles, no a lo loco. Lo que traemos está seleccionado», explica Goñi antes de realizar la descarga.
Mientras, el trabajo sigue. Nos piden trasladar a cinco pasajeros en el autobús que ha fletado un club de buceo Izaro de Bermeo que llega más tarde cargado de material y con plazas libres. El primero que partió, en el que viajan médicos y ertzainas como voluntarios, ha llegado ya a Bilbondo y sus pasajeros han podido reunirse con su familia. La mañana ha sido emocionante. Es el último día de la expedición.
La autocaravana debe partir pronto para llevar a Nadiya y a su marido, Kolia hasta Bizkaia, donde les espera su hija. Les quedan por delante al menos dos días de viaje en carretera cruzando parte de Polonia, Alemania y Francia. En los próximos días, otros voluntarios se trasladarán al monasterio de la Orden de los Hermanos Menores de Katowice para organizar los traslados. Mientras, seguirán las gestiones. Está previsto que partan de Polonia varios bomberos voluntarios de Bilbao. Además, siete taxis vascos viajaran hacia Polonia la tarde del viernes. La ola de solidaridad está debordando Bizkaia. Media docena de ertzainas vascos también fletarán dos autobuses para trasladar a personas que lo necesiten y a familiares de Policías. Además, varios particulares contactan porque han emprendido el viaje hacia Polonia para buscar a refugiados. Ahora, la Asociación de Galdakao busca, precisamente, a familias residentes en Euskadi y en otras comunidades que quieran acercar a sus seres queridos para alojarles con ellos. «La misión en Polonia continúa», dice el presidente, Álvaro Saíz.
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