'Vivir' en el hospital
Pasamos una mañana con Javier e Iciar, que han estado uno y dos meses, respectivamente, ingresados en Santa Marina. Parchís, juegos de móvil, ejercicios y sorpresas en el menú... llenan las 24 horas del día
Una edición de bolsillo de 'El nombre de la rosa' y otra de 'Vida de una gheisa', media docena de novelas de Danielle Steel, un ... volumen ilustrado de astronomía, otro sobre fauna amenazada... Hasta una antigua enciclopedia infantil. Llama la atención la cantidad de libros que hay, el parchís, las cartas de póker... Al lado, las máquinas de café y chocolate, unos sofás frente a los ventanales desde donde se ve el monte. Y las tardes musicales con Eva y su guitarra. Porque esto es un hospital, el de Santa Marina. Javier espera precisamente en la biblioteca (hay una en cada planta), ojeando una novela, aunque dice que no es muy lector. «El periódico sí lo leo. Primero, EL CORREO; y luego, los demás. Es lo primero que hago en casa cuando me levanto, coger la tablet y ver las noticias». Ahora lo hace en el hospital, donde ha estado ingresado más de un mes a causa de «una insuficiencia respiratoria y cadiaca serias».
«La media de estancia en Santa Marina son nueve días, aunque hay pacientes que están dos meses o más», explica Pilar Sorando, directora médica de este hospital vizcaíno de Osakidetza con 220 camas –casi todas llenas– que quiere «quitarse el estigma». «El perfil del paciente es una persona mayor pluripatológica y con enfermedad crónica. Ofrecemos cuidados paliativos, pero también tenemos mucha gente que, pasados unos días, recibe el alta», explica la doctora.
«Hay voluntarios que vienen a hacer compañía a pacientes cuyas familias no pueden estar mucho tiempo aquí»
Pilar Sorando
Directora médica
Como Javier e Iciar, los protagonistas de este reportaje. El día que se hace la entrevista se cumplen 37 y 60 días, respectivamente, desde que ingresaron, pero ya están con un pie en casa. «Si te digo la verdad, me da un poco de pena marchar», confiesa Javier. Parecido cuenta Iciar. Pasamos con ellos una mañana en el hospital para conocer cómo llenan las veinticuatro horas, día tras día, semana tras semana. Cómo son las rutinas cuando te toca 'vivir' en el hospital.
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Javier Viguri 80 años
«Soy de morro fino, pero les queda de bien el bacalao al pil pil...»
Hace unos días, se plantó. «Me tuve que enfadar y decirle a mi hija que se fuera a dormir a casa, que yo me podía quedar solo». Lo de enfadarse en una forma de hablar porque Javier Viguri (Nanclares de la Oca, 80 años) es un hombre afable con pinta de haber dado pocas voces. Lo de quedarse solo tampoco es así porque nunca lo está. «¿Qué tal, Javi. Cómo vas?», «espera que te peino un poco para la foto». «Me asean y me perfuman todos los días. Esta gente es majísima, a muchas enfermeras y auxiliares las conozco por el nombre».
Javier tiene neumonía crónica y algunas crisis son tan fuertes que le llevan al hospital. Ha estado un mes largo ingresado en el hospital de Santa Marina, donde ha celebrado su 80 cumpleaños. «Fue el 17 de enero. Le dije a la hija que trajera bombones para todo el personal». Dicen de él que es «muy buen enfermo» (y no solo por los bombones). «Salvo que no pueda casi respirar y empiece a jadear como un perrito, no llamo al timbre. No quiero dar guerra». La da un poco, dice en broma su hija Nerea, «con la comida». «Es que soy de morro fino. Las albóndigas no las trago. Ni aquí ni en casa, pero el bacalao al pil pil, que me encanta, lo preparan muy bien en el hospital y ayer me comí toda la merluza ¿eh?», le replica Javier a Nerea. Y ella asiente y sonríe: «A veces le doy una madalena a escondidas».
Superada la cuestión cotidiana del menú, no le pone Javier un pero a nada. «Aunque duermo bien, las noches se hacen siempre un poco largas, así que cuando empiezo a escuchar el trajín a eso de las seis y media o siete de la mañana es un alivio». Enseguida le traen el desayuno y él se pone a lo suyo. «Veo todos los programas de política de la tele. Me gusta mucho la política, pero la buena. No entiendo qué ganamos con tanta polémica. Mira ahora estos líos en el PNV...».
Paseo por el Pagasarri
De política y de lo que no es política, echa Javier las horas charlando con su hija en el hospital. «Nos gusta el ratito de después de comer», cuenta ella. A veces charlan de la vida en Sedano (Burgos), donde Javier compró una casa hace quince años, cuando se jubiló –«trabajé de sobrecargo, pasábamos hasta seis meses embarcados»–. Dice que le gustan los pueblos y alterna temporadas en Sedano con otras en el barrio bilbaíno de Deusto, donde vive. Aunque es alavés, su familia se mudó a la capital vizcaína cuando Javier era un niño. «El recuerdo más vívido que tengo de allí es pasar el puente del Zadorra para ir a clase. Tenía que caminar dos kilómetros y cuando había una crecida en el río no había manera de llegar a la escuela». Presume Javier con razón de memoria prodigiosa. «La primera vez que tuve un ingreso largo en el hospital, me pilló en Burgos. Allí me hicieron una prueba y me pusieron un montón de hierritos en la cabeza, pero nada, todo bien. Me acuerdo de todo. Podría decirte dónde guardo cada cazo y cada cazuela en casa».
Y eso que lleva más de un mes sin pisar por allí. Y lo que le queda. Porque tras recibir el alta en Santa Marina, Javier va a la residencia de Orduña a hacer rehabilitación durante tres meses –«necesitará oxígeno en casa», cuenta su hija–.
– Tendrá ganas ya de volver a casa...
– No espero milagros, pero el objetivo es poder andar por casa. Aunque estoy en silla de ruedas, voy con esa idea. Lo que daría por poder ir al monte... He sido mucho de monte, habré subido al Pagasarri más de tres mil veces.
También se acuerda de las tardes en San Mamés, que es futbolero. Y del Athletic. «Siempre he jugado al fútbol, pero de portero. Igual que mi nieto, que es guardameta en el Cáceres. Tiene 18 años y parece que despunta».
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Iciar 67 años
«Hace unos días no era capaz de dar tres pasos»
«No hace falta que poses para la foto, que vamos a salir elegantes de todos modos». A Iciar (Rekalde, 67 años) le da casi la risa. Y sigue, obediente, con la rutina. «Cogemos aire por la nariz y soplamos largo, largo, largo... Recuerda, respira despacito y camina suave, suave, a esa velocidad vas bien», le anima Borja Ugarte, responsable de 'Mugigela', un servicio para recuperar la movilidad que el hospital de Santa Marina lleva un año largo ofreciendo. «A una persona mayor, diez días en la cama le dejan barrido. Llegan caminando al hospital y resulta que luego, aunque se curan médicamente, no son capaces de ponerse de pie». Es el caso de Iciar. Ha estado ingresada en el servicio de neumología más de dos meses. «Cuando empecé con Borja no era capaz de dar tres pasos, pero mira ahora. Él me 'aprieta' y me viene fenomenal».
No solo es capaz de recorrer ese tramo agarrada a las barras seis u ocho veces, el rato con Borja le sirve también de distracción. Que falta hacen (las distracciones) cuando el ingreso es tan largo. «Duermo mucho y es una bendición», cuenta Iciar, ya tumbada en la cama. «Cuando me levanto, me tengo que poner un corsé. Protesto un poco cada vez que me lo colocan para venir a hacer los ejercicios, pero luego agradezco mucho esa 'salida' porque es un día distinto». Iciar tiene un enfisema pulmonar que le condiciona totalmente. «Paso mucho rato jugando a un juego del móvil». Nos lo enseña, es uno de bolas y le ha cogido el truco pero bien.
Aunque añora volver a casa y tumbarse en su sofá con la perrita ('Argi'), no tiene más que palabras de agradecimiento para el hospital que ha sido su 'casa' este tiempo. «Si te encuentras con una persona buena, la otra lo es más». Habla de Borja, de Mari Mar la psicóloga... «Pasa casi todos los días a saludarme y a veces charlamos un poco. De la vida, de cosas cotidianas...».
Reconoce que cuando el ingreso se alarga tanto, cada novedad es bien recibida. Desde la propia entrevista para este reportaje –«hoy, al haber estado distraída, ha estado mejor», confirma Borja, el médico rehabilitador–, hasta el desayuno dulce de los domingos. «Yo alterno el pan con las galletas para no aburrirme, pero me encanta cuando nos traen dos cruasanes pequeñitos el fin de semana. Aquí se come bien. ¡Si nos ponen hasta salmón!».
Estar en casa significa estar ya mejor, pero Iciar sabe que, aún así, tendrá sus días malos. «Cuando hay viento sur me ahogo mucho, lo noto aunque estén las ventanas cerradas».
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