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Aratz Castro es el portavoz de Ortzadar LGBT, entidad que organiza desde 2019 el Orgullo de Bilbao. La apertura de un hotel para gays se tradujo la semana pasada en un cruce de comunicados con otra histórica entidad. Castro apela a «unirnos» contra los «movimientos ... antiderechos» y a repensar la forma de reivindicar, porque «imponer» desde la «crítica generalizada» a los heterosexuales el discurso de la diversidad está provocando «una reacción» entre los jóvenes.
- ¿Está el movimiento dividido?
- Hay que diferenciar entre asociacionismo y colectivo LGBT, mucho más amplio que lo que podamos representar las asociaciones, y cada una tiene su posición hacia los temas. Cuando hablamos de turismo, estamos hablando de experiencias para un público mayoritario LGBT, aunque no exclusivamente.
- ¿Qué aporta este hotel?
- Cuando un hotel de estas características se asienta en una ciudad como Bilbao, hay que poner en valor que es un lugar abierto y respetuoso con la diversidad. También aporta visibilidad y un servicio.
- ¿A qué fue la semana pasada a Fitur?
- Queríamos reivindicar que las campañas de turismo muestren la diversidad, y pedimos a Basquetour que apoye el Orgullo y que lo incorpore a las campañas.
- ¿Por qué es importante atraer turistas?
- La pregunta sería, ¿y por qué no? ¿Queremos que las personas LGBT visiten Bilbao? Yo entiendo que como todas.
- Organizan el Orgullo, que en palabras de otra asociación es un acto «que pasa como una apisonadora sobre las necesidades y opiniones del colectivo local».
- Creemos que Ehgam, que ha sido una asociación histórica y que ha hecho mucho, está desconectada de las demandas del colectivo, que ahora son sobre todo cultura y ocio. Nos preocupa que se partidicen las reivindicaciones, y prueba de ello es una queja sobre la apertura de un hotel poniendo como excusa un problema social que tenemos que es el de la vivienda.
- Ellos acusan a Ortzadar de lo mismo, de estar politizados.
- Todas las organizaciones sociales hacemos política. La cuestión es cuando priorizas ciertas reivindicaciones de ciertos partidos frente a las demandas de un colectivo. Nos dicen que tenemos colaboración del Ayuntamiento y de la Diputación. ¿Qué organizaciones sociales no tienen ayuda de estas instituciones?
- El Orgullo cumple una década. ¿Cómo ha evolucionado?
- Cuando empezó, que lo organizó Bilbao Historiko, hubo unas 10.000 personas y en 2024, 50.000. La seña de identidad es ofrecer cultura y entretenimiento; que la cultura sea nuestra herramienta de visibilización y de transformación.
- Una de las principales críticas es que la fiesta gana peso en detrimento de la reivindicación.
- Hay que recordar que la reivindicación, el tomar conciencia, empezó en un bar. Intentar desprestigiar una reivindicación porque se utiliza como herramienta el ocio creo que es equivocado.
- ¿Y qué ocio quieren?
- Programación con artistas que son referentes en el colectivo; fiestas como hacen en otras ciudades como en Madrid, en Berlín, en Barcelona, en Torremolinos, dirigidas a este público; pero también reivindicamos que, cuando haya una agresión, haya una respuesta rápida de las instituciones.
- Hace un par de semanas, una discoteca de Torremolinos prohibió en un cartel promocional la entrada a «maricones».
- Nos pareció aberrante. Hubo una respuesta rápida del Ayuntamiento y la Fiscalía.
- España está entre los países europeos más avanzados en derechos. ¿Teme retrocesos?
- Se van conquistando espacios, pero no están garantizados, Trump acaba de decir que niega la identidad de las personas trans; lo tenemos en Argentina, Rusia, Irak... Esto no es cuestión de derechas o izquierdas, sino de movimientos antiderechos que han construido una agenda en la que mezclan medio ambiente, igualdad, diversidad LGBT y racismo. Eso lo tenemos aquí reflejado en Vox, y creo que es nuestra obligación unirnos contra esto en vez de generar polémicas estériles, que lo único que hacen es dividirnos y desmotivar al colectivo.
- Son mensajes que están calando entre los más jóvenes.
- A medida que salen líderes que refuerzan este mensaje, ellos se sienten fuertes para hacerlos visibles. Pero deberíamos hacer una autocrítica y no atacar frontalmente a quien no es como nosotros. Reivindicar mis derechos como persona gay no debe implicar criticar a los heterosexuales; es justamente buscar su complicidad y su alianza. Y creo que, en los jóvenes, hay rebeldía porque estamos mandando un mensaje erróneo al generalizar y hace que se vean atacados, tengan un discurso reactivo y no cojan lo bueno de nuestro mensaje.
- Es paradójico, porque la generación Z es la que más ha salido abiertamente del armario.
- Son personas que muestran su diversidad sexual con más naturalidad, pero hay una reacción ante un discurso que se pretende imponer. Insisto; más que atacar, lo que tenemos que hacer es dialogar.
- ¿Medidas como la 'ley trans' han tenido un efecto rebote?
- Ha habido una intención bastante espuria de ciertos partidos en señalar a un colectivo muy pequeño que era muy complicado que se pudiera defender. Cuando hablan de que las mujeres trans quitan puestos de trabajo, en Euskadi estaremos hablando de 200 personas en un país de 2,2 millones. Es un argumento muy débil. Si lo que estamos diciendo es que tenemos que poner todas las medidas legales para que quien no sea trans no pueda hacer ninguna trampa, hablemos de eso, pero no utilicemos la identidad trans para intentar poner en contra de la ley al movimiento feminista y a las mujeres.
- ¿Ha apreciado algún repunte en las actitudes homófobas?
- Quiero pensar que lo que crece son las denuncias porque la gente es consciente de que esto no es permisible y que existen mecanismos para que haya consecuencias.
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