Los vizcaínos se van de puente: «Cogimos el viaje cuando las cosas estaban mejor»
El aeropuerto se ha llenado este viernes de pasajeros muy atentos al papeleo: «Seguramente tendré que hacerme una prueba al día»
Viajar en tiempos de covid tiene sus peculiaridades. A mediodía de este viernes, la zona de salidas del aeropuerto de Loiu presentaba un aspecto muy ... animado (es decir, lo normal en el arranque de un puente tan largo, pero ya sabemos que lo normal se ha vuelto ahora anormal, o quizá sea al revés) y la gente charlaba de esas cosas en las que uno suele pensar antes de tomar un avión: las de toda la vida (el tiempo que va a hacer, la buena pinta del hotel, lo bonito que dicen que es aquello) y las que se han incorporado a nuestras rutinas en los últimos meses, esa cadena de formularios, certificados y restricciones que se viene de vacaciones con nosotros. Todos acarreaban también a otra acompañante que se había apuntado al viaje sin haber sido invitada: la incertidumbre, una molesta sensación de que algo puede torcerse en cualquier momento y tirar el puente abajo.
«Llevamos el pasaporte covid en el móvil y en papel: por si las moscas, hemos hecho dos copias, y una va en el bolso y la otra en la maleta», repasaba Eleine Etxarte, de Portugalete. Y su amiga Marian Duñabeitia la escuchaba con gesto irónico: «Solo nos falta llevarlo tatuado». Eleine, Marian e Isabel Abariturrioz se marchaban a Cracovia, vía Fráncfort, y estaban ilusionadas con el ambiente navideño de la ciudad polaca, las salas de arte, las minas de sal... Pero, aunque esperaban ya en la cola para facturar, también seguían teniendo cierta sensación de prueba de obstáculos: «Cogimos el viaje cuando las cosas estaban mejor. Ahora, a lo mejor nos habríamos quedado en un balneario de por aquí. Hemos tenido que notificar a la Sanidad polaca nuestra llegada y no ha sido nada fácil traducir el formulario del polaco: en el desplegable no encontrábamos España, pero sí nos aparecía un país que el traductor automático llamaba Nariz Que Moquea, y que debe de ser Catar. A la vuelta tenemos que rellenar otro formulario», repasaban con aire aplicado.
Irse de vacaciones empieza a parecerse a un máster en regulación internacional contra el covid. Aparte de nuevos rituales como tomarse un gelocatil antes de volar, no vaya a aparecer una décima de fiebre traicionera, los viajeros se empollan a fondo las reglas de este juego, tan variadas y cambiantes. Es el caso de Itsasne Urruela, de Leioa, que se va con su pareja, Sergio Pérez, y sus amigos Asier y Naiara a pasar diez días en Budapest, Praga y Múnich. Este viernes Itsasne parecía un punto oficial de información, capaz de responder con prontitud y precisión a cualquier duda: «En Alemania, FFP2 y test de antígenos que nos vamos a hacer allí. Nos han mandado un listado de sitios donde es gratuito. En Praga, restricciones en la hostelería. Para volver, rellenar un formulario y adjuntar pasaporte covid en PDF», iba enumerando con aplomo casi profesional. En verano, Itsasne y Sergio estuvieron en Ámsterdam y Florencia y recuerdan, con cierta sorpresa, que les resultaron más trabajosos los trámites de vuelta que los de ida.
La situación en Alemania, donde se ha decidido implantar la vacunación obligatoria, era motivo de preocupación para muchos viajeros, inseguros de lo que se iban a encontrar allí: lo mismo las cosas cambiaban en las dos horas de viaje. «Da un poco de reparo, pero en España estamos igual, así que no vamos a plantearnos que nada pueda salir mal. Si empezamos a pensarlo, nos quedamos aquí», resumían María Luzán y Elena Sanz, en cabeza de una tropa de veintidós tudelanos («cinco familias») con destino a Colonia. Tienen allí a un pariente/amigo («nooo, no vamos a quedarnos en su casa») y llevaban planteamientos de viaje muy variados: a unos les interesaba especialmente el parque de atracciones; a otros, la catedral; y a los más pequeños, sin duda, una fuente de chocolate que debe de ser lo más hermoso del mundo entero.
Velero, 'snorkel' y zumos
El laboratorio de Eurofins que funciona en el aeropuerto no andaba ayer escaso de trabajo. Janire Amador, de Bilbao, salía de hacerse una prueba de antígenos, con un precio de 27 euros. «Me voy a Berlín, escala Fráncfort. Pasé el covid, tengo solo una vacuna y no cumplo los requisitos de entrada en Alemania. Me había comprado un test en la farmacia, pero este laboratorio nos ha salvado la vida». ¿Y su pareja, que viaja con ella, no tenía que meterse el palitroque en la nariz? «Qué va, él tiene la pauta completa, le eché de casa con el tiempo suficiente y no se contagió». Janire se mantiene informada de la situación en Alemania a través de un contacto en el país: «Nos dice que las cosas están bien, con controles de aforo pero sin locuras. Eso sí, seguramente tendré que hacerme una prueba cada día. Hay puntos gratuitos», puntualizaba, todavía con lagrimeo en los ojos.
También el bermeano Andoni Uriarte y su hija Nora habían pasado por el laboratorio. Aquí va a ser mejor que los lectores impresionables se salten directamente el párrafo, porque su plan es de los que dan envidia insana: se iban, vía Madrid, a pasar diez días en las islas de Bocas del Toro, en el Caribe panameño. «Yo trabajo en verano y hacemos ahora las vacaciones: velerito, 'snorkel', nadar, jugos de frutas...». ¿Y lo del laboratorio? «Los dos hemos pasado el covid y hemos recibido una dosis, pero la entrada al país es con vacunación y PCR, así que hemos venido al aeropuerto con cita, nos hemos hecho la prueba aquí y nos llegará el resultado al móvil antes de doce horas. Como el viaje es de trece horas y pico, perfecto. En Panamá parece que la cosa está bien, parecida a aquí, con cerca del 80% vacunado», detallaba Andoni. Y Nora añadía una frase de siete palabras que valía por todo un catálogo de viajes: «Tampoco vamos a estar con mucha gente».
Por supuesto, hay una manera de simplificar las gestiones y rematar las incertidumbres. Y no, no nos referimos a quedarse en casa viendo llover: Michel Goiri, Ana Romero, su hija June y la madre de Ana, Mari Carmen, se iban a pasar el puente a Cádiz. «Si no vas a las islas, no hace falta nada especial. Hemos preguntado a Aena por la niña y no hay ningún requisito extra, es como si fueses en coche. El miedo ya lo quitamos el año pasado y, además, allí no vamos a relajar las precauciones ni comportarnos de manera irresponsable, seremos tan prudentes como si estuviésemos en Ledesma», se comprometía la familia bilbaína. ¿Y sus planes? «Queremos ver la zambomba, la fiesta navideña de Jerez, pero sobre todo vamos para ver el sol. Se cumplen 20 años del estreno de 'El Señor de los Anillos' -recordaba Michel- y, en fin, queremos salir unos días de Mordor».
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