«Siempre estaba callado porque creía que la gente pasaba de él»
Los vecinos no se explican «qué pasó por la cabeza» del presunto agresor, que acudía a terapia psiquiátrica y había sido tratado por adicción a las drogas
leire pérez
Galdakao
Viernes, 7 de junio 2019, 13:33
«Una vez a la semana acudía a terapia psiquiátrica en el hospital de Galdakao». Es «muy conocido» en el barrio de Aperribai, en Galdakao, ... aunque «siempre estaba callado. No hablaba con nadie porque creía que la gente pasaba de él». Con estas frases definían varios vecinos y conocidos el comportamiento de M.G.C., el joven de 33 años detenido en la madrugada de este viernes por asesinar presuntamente al compañero sentimental de su madre y herir de gravedad a ésta. La agresión mantiene conmocionados a los residentes de este núcleo urbano «donde todos nos conocemos».
De hecho, en la panadería de Aperribai este viernes eran muchos los vecinos que acudían a comprar el pan y no salían de su asombro al enterarse de la tragedia. «Con lo mayores que son los padres del fallecido, vaya palo», lamentaban algunos de ellos. Otros se preguntaban «qué puede haber pasado por la cabeza» del chaval para cometer el ataque y destacaban la «buena pareja» que hacían las dos víctimas.
Al parecer, M.G.C., el tercero de tres hermanos, una chica y un chico mayores que él, cayó muy pronto en las «drogas», según informa una vecina del bloque número 41. La adicción le llevó a estar «hospitalizado en psiquiatría». Lo pasó mal. «Una noche me mandó un mensaje y me dijo que tenía 'mono' (síndrome de abstinencia), muchas ganas de meterse algo», recuerda esta mujer a la que le daba «mucha pena», ya que le conoce desde pequeño.
Sus dos hermanos se independizaron hace años y se fueron con sus parejas lejos de Galdakao, aunque su hermano mayor estaba pendiente de él. M.G.C. continuaba residiendo con su madre en el número 39 del barrio. Cobraba una «pensión por incapacidad laboral» y seguía vinculado al hogar familiar. Sin embargo, nadie pensaba que pudiera atacar a Begoña y a Salva, un hombre de 51 años que vivía a pocos metros y al que sus vecinos definen como «una bellísima persona, el amor de su vida; ella que ha sufrido tanto», musitaba otra residente con los ojos cargados de tristeza.
«No se metía con nadie»
De carácter introvertido, el presunto agresor se dejaba ver con más frecuencia en los últimos tiempos por la calle. Bajaba «mañana y tarde» a tomar café en un bar cercano. En el establecimiento, ubicado en la entrada al barrio por la N-634, se sentaba en la terraza y se fumaba «un porro». Iba a lo suyo. «No se metía con nadie», apuntan otros clientes.
De niño jugó al fútbol con otros pequeños en la escuela de Aperribai. Hace unas semanas, coincidiendo con el fallecimiento de un joven del barrio por cáncer, realizó un comentario en el Facebook en el que señalaba que «yo tenía que haber sido el que se fuese». «Decía cosas raras, le contestamos que no hablara de ese modo y no nos contestó», comenta una amiga suya, también asidua de las redes sociales.
La relación con su familia era «normal», aseguran los vecinos, aunque más bien tirando a «justa», a pesar de que iba a con su madre y su pareja de vacaciones a un «camping de Cáceres». «Estaba en su mundo», señalan algunos que le conocían y que aseguran que le gustan «las motos y los perros».
La clave
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La víctima mortal: «Salva era una bellísima persona y el amor de la vida de ella, que ha sufrido mucho»
El Ayuntamiento traslada su pésame y condena el crimen
El Ayuntamiento de Galdakao emitió ayer un comunicado en el que condenaba el crimen y ofrecía su pésame a la familia del hombre fallecido. Un mensaje de apoyo que el Consistorio hizo extensible a todo el barrio. Porque en el fondo, Aperribai es como una gran familia. Casi todos se conocen y en las tiendas a los clientes se les saluda por su nombre. Nacido para albergar a los trabajadores de fábricas como La Dinamita, es uno de los núcleos más alejados del centro de Galdakao y dispone de ambulatorio y de una escuela de Primaria. No es de extrañar que el único tema de conversación ayer por sus calles fuera el trágico suceso. Porque, como decía la responsable de un bar, «aquí todos nos conocemos, sabemos de la vida de todos y nos preocupamos los unos de los otros».
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