«Yo no me iría nunca de mi casa, pero la tienen que tirar para mejorar el barrio»
Vecinos de El Peñascal debaten sobre los tres planes de regeneración elaborados por el Gobierno vasco y el Ayuntamiento de Bilbao
Plácido Ballobre es de ascendencia gallega, pero nació en El Peñascal y no conoce otra cosa. Ni quiere. A sus 60 años, se declara enamorado ... de su barrio y de su vivienda. «Pero mira qué terraza más maja tengo; aquí da el sol hasta las nueve de la noche y menudas fiestas que hemos montado», explica. Los recuerdos le empapan los ojos antes de coger aire y afrontar la realidad: para llegar a la puerta debe superar decenas de escaleras y varias rampas. Aun así. «No me iría por nada del mundo de mi casa», zanja, aunque asume que «la tienen que tirar para mejorar el barrio».
Todavía faltan años para que eso ocurra, pero la fecha está más cerca que nunca. Porque la semana pasada, tras más de una década de espera, el Gobierno vasco y el Ayuntamiento de Bilbao presentaron su plan de regeneración. Los vecinos saben que no tendrán la última palabra, pero quieren opinar sobre su diseño definitivo, que se debate entre tres ejes: derribar hasta 300 inmuebles, realojar al menos a 200 familias y construir hasta 225 pisos nuevos.
«La cosa es que algo tienen que hacer porque hay escaleras que suben hasta el cielo»
Joaquín González también lleva «51 años» en otra de las viviendas que sucumbirán a la piqueta. Y, como a Plácido, le asalta la emoción al echar la vista atrás, si bien él se expresa más crítico con las dificultades que les exige el día a día, mientras muestra varias heridas en su pierna derecha. Cicatrices de su última caída, hace unos meses. «Resbalé con el verdín de las escaleras y fui rodando hasta abajo», resume.
Alejandra Acosta no acumula tantos quinquenios en su expediente de residente en El Peñascal, pero reivindica su derecho a la palabra «tras 16 años viviendo aquí». De entrada, se confiesa «muy ilusionada» ante los tiempos venideros. «Tener ascensor, un buen portal, ¡y garajes!», enfatiza. Joaquín se contagia y cuenta que su plaza en el parking municipal de la parte baja del barrio le aboca a andar «más de 10 minutos de ida y otros tantos de vuelta» cada vez que coge el coche.
Cerca de ellos, en la única plaza con parque infantil, a pie de carretera, un grupo se entretiene con «el monotema». A ellos se acerca el presidente de la asociación de vecinos, Pedro Castañares, que evita inicialmente posicionarse sobre las tres propuestas, aunque acaba descubriéndose al remarcar la postura de la agrupación: «La que más espacio y luz deje a los edificios que se mantienen, la más accesible y la que menos perjudique a los vecinos». Y esa, coinciden todos, es la tercera, que contempla construir bloques bajos junto a la carretera a cambio de levantar un edificio de más de nueve alturas en un antiguo pabellón.
«Muchos ya se han marchado»
«La cosa es que algo tienen que hacer, porque hay escaleras que suben hasta el cielo», se queja José Luis González. Y Enrique Garay puntualiza que, ademas de una solución urbanística, se tiene que «garantizar la seguridad en un barrio de pueblo que antes tenía las puertas abiertas y ahora no bastan 18 llaves para cerrarlas».
Ana Estévez apuntala esta consideración al asegurar que «el Gobierno vasco ya lo ha hecho mal en los realojos de Iturrigorri y debe evitar ese error». Ella fue realojada en un piso construido por el Ejecutivo vasco en Uretamendi hace cuatro años, «pero han mezclado a dueños y a gente que vivía de alquiler que no respeta las normas de convivencia y está destrozando las casas». «Pues en la parte alta de El Peñascal más de la mitad ya están alquiladas, porque muchos se han marchado o fallecido», precisa Garay.
LA FECHA
2026es el año en que empezarán los primeros derribos de un plan que exigirá realojar a 200 familias.
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