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Nueva Sibol, la única fábrica española de mascarillas autofiltrantes capaces de frenar el coronavirus, tanto de los tipos FFP2 como FFP3, –más gruesas y avanzadas– ... está en el polígono Torrelarragoiti de Zamudio. Es una de la media docena de fábricas de Europa que producen estos productos. Fue fundada hace 35 años y se integró con el tiempo en Spasciani, una empresa italiana. En los 3.000 metros cuadrados de superficie de la compañía vizcaína fabrican equipos de protección individual, tanto respiratoria como ocular o auditiva. También cascos y trajes especiales.
El año pasado, contaba con unos 40 empleados que desempeñaban su labor en un solo turno de ocho horas. Desde que se desatara la crisis sanitaria del coronavirus la última semana de enero, la empresa ha tenido que contratar a una decena de empleados más. Se ha triplicado el turno en la producción de mascarillas y se ha duplicado en otras secciones, como la de almacenes y moldes. Antes de que se desatara la alarma sanitaria, cuando se fabricaban menos de 6.000 unidades al día, se exportaba el 40% a distribuidores industriales y de servicios de Europa, Asia y Sudamérica. Ahora, la situación ha cambiado. China, que satisfacía el 80% de la demanda mundial, cortó el grifo y esta pequeña empresa de Zamudio empezó a no dar abasto. La demanda por parte de las diferentes administraciones públicas y suministradores se disparó. Las firma tuvo que adaptarse al nuevo ritmo en muy poco tiempo y adquirir respuestos para reanudar la producción de inmediato por si fallara alguna pieza. Ahora ha llegado al máximo de producción, 16.000 mascarillas al día. No hay stock. Antes sí, el suficiente para tres meses. Todo está venido antes de que se produzca.
El gerente, Iñaki Muñoyerro, recibe una llamada cada cinco minutos y constantes pedidos del extranjero a los que es imposible dar salida. «Todo el mundo quiere las mascarillas», asegura. La empresa ha comprometido la mayor parte de su producción al Gobierno vasco al menos hasta junio para hacer frente a la emergencia sanitaria. El acuerdo se ha sellado esta misma semana. Así que no hay margen de maniobra para exportar.
Osakidetza es la encargada de canalizar el reparto entre los hospitales, otros departamentos del Gobierno vasco, como Seguridad e incluso otras instituciones vascas o comunidades autónomas. Al menos en Euskadi, no faltarán mascarillas contra el coronavirus. De momento, las máquinas y los operarios no paran. Antes fabricaban también protecciones FFP1, pero ahora el 80% de las unidades que salen del polígono de Torrelarragoiti son del tipo 3 y el resto, del 2. Antes, todo el material pasa el control de calidad en los laboratorios, de la firma. La empresa cuenta con un espacio propio para realizar los ensayos, que gestionan dos especialistas en Química.
Ahora mismo, la firma está centrando su producción en las mascarillas. El 75% del volumen de fabricación se corresponde con elementos de proteción respiratoria. Sibol ha sobrevivido a la feroz competencia de China porque en el año 2010, diseñó una gama económica para los tipos FFP1, FFP2 y FPP3. Las mascarillas, tanto con válvula como sin válvula de exhalación, se fabrican íntegramente aquí. También se realiza en las instalaciones la inyección de plástico de las piezas en las máscaras. La firma también produce mácaras buconasales de doble filtro. Son las que deben usar los trabajadores determinadas industrias pero con un blindaje extra contra el coronavirus, para que las fábricas no tengan que parar si se incrementara el nivel de alerta. Se cree que seguirán con este ritmo de trabajo durante todo el año. Aunque la demanda estatal baje el pistón, seguirá habiendo peticiones de otros países a quienes la crisis golpee con posterioridad.
El precio para los suministradores, destacó Muñoyerro, es el mismo que antes de que apareciera el coronavirus. Los consumidores deberían comprarlas por entre 0,70 y 3,9 euros, lo que cuestan las más sofisticadas. Si se venden más caras, es que se están aprovechando. «Estos casos nos hacen mucho daño», explicó el gerente, que recordó las quejas que ha suscitado que una farmacia de Salamanca venda por 30 euros una mascarilla que cuesta como mucho dos euros.
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