Trance y respeto
El paulatino abandono de amplios territorios, dedicados antaño a la explotación agrícola, ha propiciado el aumento y la extensión de nuestros montes, y con ellos, ... la presencia de los jabalíes, una especie muy prolífica. El jabalí huye casi siempre del hombre, jamás le busca ni le espera para dañarle, aunque no se le debe perder el respeto, ya que en determinadas situaciones, sobre todo cuando se siente acorralado o herido, puede volverse muy peligroso.
Al amanecer, el jabalí está muy escondido, cerca de su encame, para el que suele elegir zonas poco frecuentadas por la gente o el ganado. Pasa el día adormilado en lo más espeso del bosque y, al oscurecer, campea en busca de la comida, que ingiere glotonamente a cada paso. Sus alimentos preferidos son las bellotas de encina o roble, los tubérculos de muchas plantas, sobre todo los de la patata, los cereales maduros, casi todas las raíces de las plantas silvestres, especialmente las de la conocida vulgarmente por candilillo, la zarzaparrilla, la dragontea, y, en general, todo tipo de frutos y hierbas nutritivas.
En sus recorridos, este animal guarda grandes precauciones, marchando por veredas pequeñas que él o sus antepasados abrieron anteriormente. No le gusta salir a los parajes desprovistos de monte. Cuando tiene que atravesar un claro, se detiene, olfatea y mira en todas las direcciones, y cuando se decide a atravesarlo lo hace con mucho recelo. Si percibe la más mínima anormalidad cambia velozmente de dirección y se aleja a gran distancia del lugar que considera peligroso.
La gran densidad de la especie en toda la península ha permitido disfrutar a cazadores de toda índole y condición, ya que por precios muy módicos se organizan buenas batidas de jabalí. Además, la posibilidad de conseguir buenos trofeos está al alcance de cualquiera, eso sí, de cualquiera que tenga la serenidad suficiente para aguantar al jabalí cuando se le venga encima rompiendo monte.
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