

El sueño cumplido de Goio
Gregorio Ugalde, vecino de Sopela, lleva once años construyendo un velero de 12 metros con sus propias manos. Ahora viajará en él hasta Grecia para disfrutar de las vacaciones de verano
Gregorio Ugalde, más conocido como Goio, nunca olvidará el 1 de noviembre de 2014. Esa fecha quedará grabada en su memoria el resto de su ... vida, porque fue exactamente el día en el que empezó a dar forma a su sueño: construir un velero con sus propias manos. Ayer, después de once años de esfuerzo y mucho sacrificio, por fin se realizaron las labores para transportar el barco, de 12 metros de slora y elaborado con madera de iroko, con la ayuda de una grúa. La idea es llevarlo hasta un puerto de Francia y desde allí salir y recorrer Córcega, Sicilia y Cerdeña. El destino final será la isla más grande de Grecia: Creta. Le hace especial ilusión, porque hace años hizo un viaje de jubilados a este último destino y le encantó. Tanto, que quiere volver a visitarla.
Este vecino de Sopela de 79 años ha sentido pasión por los barcos desde que era niño. Aunque es nacido en Orozko, se mudó a Bilbao cuando era pequeño. «Me gustaba mucho ver los barcos cuando llegaban a la ría. Lo he tenido en mente siempre, pero no tenía posibilidades de hacerlo. Ha llegado la oportunidad cuando me he jubilado, así que me he animado», celebraba ayer.
Goio ha trabajado diez horas al día los siete días de la semana durante once años. A pesar de las dificultades, nunca se ha dado por vencido. «La edad no es un impedimento. Te limita el esfuerzo y el movimiento, pero la voluntad no», aclaró. El velero, colocado a la perfección en su terreno en la calle Gatzarrine, en Sopela, lucía ayer un aspecto estupendo. Costaba creer que estaba hecho a mano. Goio decidió bautizarlo con el nombre 'San Pedro de Sopela' en honor al patrón del pueblo. Quiere llevar un pedazo de su tierra por el mundo. Para emprender el viaje se ha tenido sacar el título de patrón de yate y aprender inglés. Nunca le han faltado ganas.
Arropo de vecinos y familiares
Ayer, cuando comenzaron las labores para retirar su obra del terreno, estuvo arropado por familiares, amigos y vecinos. Entre ellos se encontraban Izaskun y Unai Ugalde, sus hijos. Se tuvo que llevar a cabo un operativo para cortar el tráfico y el proceso para colocar el barco en el camión tardó más de tres horas. Le estuvieron apoyando de principio a fin. «El sueño no ha sido la meta, sino el proceso. No creo que todo el mundo pueda decir que ha cumplido su sueño en la vida. También lo vemos como un ejemplo, porque nos ha inculcado valores como el esfuerzo, la perseverancia y la determinación», contó ayer su hija, que no pudo evitar emocionarse.

Goio ha mantenido la ilusión a pesar de los años. Una tarea nada fácil, porque se ha encontrado con muchas dificultades en el camino. Al fin y al cabo, once años dan para mucho. Pero lo tiene claro: su mayor motivación ha sido el día a día, disfrutar del proceso, del trabajo manual, de la satisfacción de ver algo hecho con sus propias manos, de poner el alma en un proyecto que nace de su esfuerzo y voluntad. Y lo ha logrado con creces.
«¡Imagínate cómo estaría sin hacer nada en casa una persona que es capaz de hacer un barco!», bromeaba Unai, su otro hijo, que le define como una persona muy activa y polifacética. «Yo confiaba en él, porque además es cabezón», ríe. Sus nietos, Irati y Kerman, también han vivido el proceso desde que eran bebés. Ahora, que ya son más mayores, observan a su 'aitite' con admiración. Incluso han llevado a amigos de la ikastola a ver el barco. Ayer, mientras ponían a punto su obra y la encajaban con cintas de izaje, los vecinos miraban con asombro el proceso. «¡Voy a saludar al capitán del barco!». «No ha habido una cosa así nunca». «Conozco a Goio de toda la vida. ¡Hay que tener narices!». Son algunas de las frases que lanzaban amigos y conocidos, orgullosos, cuando le veían ultimar detalles con la ilusión y las mismas manos incansables que cuando empezó el proyecto. Ahora, su sueño surcará los mares.
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