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Eva Blanco.

Detenido 18 años después el presunto asesino de la joven de Algete que obligó a revisar 2.000 pruebas de ADN

La Guardia Civil ha detenido al sospechoso de la muerte de Eva Blanco, cuyo cuerpo sin vida fue hallado con una veintena de puñaladas en la nuca, el cuello y la espalda en 1997. El rastro de ADN ha resultado decisivo en la detención de A.C.G, un ciudadano español de 52 años y origen marroquí

efe

Jueves, 1 de octubre 2015, 19:56

La Guardia Civil y la Gendarmería Nacional francesa han detenido este jueves en Francia al presunto autor del asesinato de la joven Eva Blanco Puig, ocurrido en Algete (Madrid) el 20 de abril de 1997. El detenido, de 52 años, ha sido identificado como A.C.G. y es un ciudadano español de origen marroquí afincado en la localidad de Pierrefontaine Les Varans de Francia, donde ha sido arrestado, según informa el instituto armado en un comunicado.

El cadáver de Eva Blanco, que murió cuando tenía 16 años, apareció en una cuneta de un paraje denominado Las Pesqueras, junto a una rotonda de la carretera de Cobeña, con evidentes signos de violencia. La autopsia reveló que la joven había recibido una veintena de puñaladas repartidas en la nuca, parte posterior del cuello y espalda.

A diferencia de otros casos, los investigadores sí que han contado con una prueba elemental para poner nombre y cara al criminal: su perfil genético, procedente de los restos de semen encontrados en la ropa interior de la fallecida. Estas muestras de ADN han resultado determinantes para la localización de la persona detenida, según explica la Guardia Civil. Pero faltaba la otra pieza del puzle. Otro elemento orgánico con el que cotejarlo. La mitad oscura.

La noticia saltó en noviembre de 1999. El entonces alcalde del pueblo publicaba un bando en el que animaba a los vecinos varones a que se sometieran voluntariamente a pruebas de ADN para dar con el asesino y despejar la "x" de una vez por todas. Un total de 2.013 de los alrededor de 5.000 hombres de Algete dejaron por escrito su disponibilidad. Sus nombres se guardaron bajo llave en una urna.

El grupo de Homicidios de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid montó desde el hallazgo del cadáver la denominada Operación Pandilla para tratar de esclarecer el crimen, con indagaciones centradas inicialmente en los círculos más cercanos de la víctima, como amigos, familiares y conocidos, si bien los resultados que se fueron obteniendo fueron infructuosos.

Más de cien líneas de investigación

Durante estos dieciocho años, se han iniciado más de cien líneas de investigación, en las que se ha solicitado colaboración ciudadana y de los medios de comunicación en varias ocasiones y donde un gran número de personas anónimas han contactado con la Guardia Civil, facilitando diferentes datos, obteniéndose incluso testimonios que han logrado mantener activa esta investigación.

La línea de investigación que finalmente ha resultado definitiva se centró en un entorno de personas muy concreto y que finalmente, tras múltiples y laboriosas gestiones, permitieron centrarse en el presunto autor, un varón residente en la localidad francesa de Pierrefontaine Les Varans, y que salió de España en el año 1999.

Para ello fue clave el trabajo en genética forense sobre estudios de ADN efectuados por el Instituto de Ciencias Forenses de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela y del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil. A partir de la identificación del presunto autor, se inició una investigación conjunta con la Gendarmería Nacional francesa, cuyo apoyo la Guardia Civil considera "transcendental" para localizar al detenido en Francia.

Finalmente, a las 14.30 horas de este jueves, en virtud de una orden europea de detención y entrega emitida por el juzgado de Instrucción número 4 de Torrejón de Ardoz y ejecutada por la Cour d'Appel de Besançon, se ha procedido a la detención de A.C.G., nacido el 1 de marzo de 1963 en Taza (Marruecos). Desde el momento de su detención se han establecido los protocolos oportunos para trasladar al detenido a España para continuar la investigación.

"Tengo que irme a casa ya"

¿Qué pasó aquella noche? La última persona, además de su asesino, que vio con vida a Eva Blanco fue su amiga Vanessa. Estuvieron juntas en las pistas de Valderrey, tomando algo de kalimotxo. Hasta que, según relató Vanessa, su amiga se despidió así: "Me voy. Tengo que estar en casa a las doce". Faltaban quince minutos para la medianoche. Pero nunca llegó a su domicilio, a menos de un kilómetro de distancia.

A primera hora de la mañana siguiente, su padre, Manuel, tras haber telefoneado al cuartel y pasar toda la noche peinando zonas de ocio, hospitales y parques, puso la denuncia. Paralelamente, dos hermanos mayores de Ajalvir, ya fallecidos, que daban un paseo por el paraje de las Pesqueras, encontraron el cadáver de una chica. Estaba en la cuneta de la M-100, que une Algete con Cobeña, en una vía de acceso en obras. Era Eva Blanco.

La zona, a unos 7 kilómetros de su casa, estaba cerrada al tráfico y la solían utilizar chavales de la época en busca de intimidad en sus coches. El cuerpo estaba decúbito prono, boca abajo, perfectamente vestido. Sólo tenía quitada una manga de la chaqueta que llevaba. Esa noche había llovido muchísimo y aún había huellas de ella y también de su asesino en el terraplén de la carretera. Primera pista: el criminal calzaba un zapato tipo mocasín, de la talla 42. Debía de rondar los 33 años en 1997, quizá más, apuntaron los padres de Eva. "Creemos que es el padre u otro familiar de alguna de sus amistades", dijeron entonces Manuel y Olga.

A Eva le dieron 19 puñaladas en la parte posterior de la cabeza y en la alta de la espalda. Utilizaron una navaja de 8 a 10 centímetros de hoja y uno de ancho. La primera cuchillada y quizá mortal, en el costado izquierdo. Lo que hace pensar que estaba aún dentro del coche cuando se la dieron. Iba en el asiento del copiloto.

Salió del vehículo, un Renault de color claro, tipo berlina. Corrió por el terraplén de arena, en pendiente ascendente, pero el asesino la atrapó. La acuchilló y el cuerpo quedó en el "valle" del arcén, que la lluvia de esa noche convirtió en una especie de canalón. Y ese fue el primer gran problema, el de base, para la investigación. "La lluvia limpió el cuerpo. Sólo quedó una pequeña fibra roja, que coincide con la de la tapicería de algunos modelos de coche de aquella época", explicaron fuentes de la investigación.

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