La 'operación bikini' engorda
Al cabo de una semana de paellas, cervecitas y helados comprobará que los sacrificios de la primavera son inútiles. Puede que llegue a septiembre con más kilos. No queda otra que comer sano y hacer ejercicio. ¡Pero todo el año!
inés gallastegui
Martes, 14 de junio 2016, 02:36
La operación bikini es la piedra con la que, en esta época del año, tropiezan millones de personas. Mujeres y también hombres. Otra vez. Entre ... uno y tres meses de penalidades se demostrarán claramente insuficientes el primer día de playa, cuando esa diminuta prenda de lycra deje al descubierto, en toda su crudeza, los estragos de un invierno de excesos calóricos y sedentarismo militante. Al cabo de una semana -paellas, cervezas y helados mediante-, todos esos sacrificios de la primavera ya habrán demostrado ser por completo inútiles. Y hay muchas probabilidades de que en septiembre parte de la depresión postvacacional tenga que ver con la implacable sentencia de la báscula: no solo no habrán mantenido el peso que tanto les costó alcanzar, sino que superarán la cifra de partida.
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«La operación bikini engorda», sentencia Juan Revenga, dietista-nutricionista y autor del libro Adelgázame, miénteme. Y a continuación matiza: no es que una persona que se ponga a dieta con idea de perder unos kilos antes del verano esté condenada a engordar, sino que desde un punto de vista estadístico las probabilidades están en su contra: en general, la población que adopta esta costumbre termina, a medio plazo, ganando el peso perdido y algo más.
¿Por qué? Revenga, que también es biólogo y profesor de Ciencias de la Salud en la Universidad San Jorge, asegura que el efecto rebote o yoyó tiene una explicación metabólica: en muchas dietas se pierde agua o masa muscular, por lo que la reducción de peso es rápida pero ficticia. Y no hace falta tener vastos conocimientos para comprenderlo. «Como decía mi abuela, hacer dieta implica ir de la gran secada a la gran remojada: la restricción invita al exceso. La persona que hace dieta pasa unas semanas de mala leche quitándose de comer las cosas que le gustan y cuando cumple el objetivo o pasa el plazo que se había impuesto sale como un toro de toriles». No a matar, sino a comer y beber, claro.
«El mayor error de la operación bikini es que pretende acabar en poco tiempo con un problema de sobrepeso causado por unos hábitos de meses o años -señala su colega Aitor Sánchez-. Y si perdemos peso de forma rápida, con dietas mal diseñadas, con un gran déficit de energía y proteínas, es probable que no estemos perdiendo solo grasa, sino también masa muscular». Para evitarlo, recuerda el autor del blog Mi dieta cojea, es importante no solo seguir una dieta saludable, sino realizar ejercicio físico en paralelo.
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La mayoría de los programas de adelgazamiento fracasan porque están diseñados para no durar. La clave del éxito, subrayan los expertos, es la «adherencia al cambio», o sea, ser capaces de transformar nuestro estilo de vida de forma duradera, introduciendo el deporte y desterrando el exceso de azúcar, harinas refinadas y grasas. «Excepto ideas disparatadas, como comer barro, vivir del aire o atiborrarse de beicon, cualquier cosa es mejor que los patrones de alimentación de la población despreocupada -insiste el conductor del blog El nutricionista de la General-. La peor de las dietas suele ser mejor que comportarse como zampabollos, chuparrefrescos y ávidos comedores de chocolate, pizza y helados».
Madrinas delgadas
Puestos a hacer dieta, es preferible buscar las que están avaladas por la ciencia y no las que prometen resultados espectaculares o dicen lo que queremos oír: que comer lo que nos apetece y no movernos del sofá adelgaza. «Las dietas milagro no están hechas para perder peso, sino para ganar dinero. Todas aseguran ser rápidas, seguras, eficaces y placenteras -ironiza Revenga-. Lo que ponen sobre la mesa no es ciencia, es marketing». Por eso muchos regímenes tienen como madrinas a famosas guapas y delgadas. Ahí está la dieta antienvejecimiento Perricone, que presume de quitar michelines y años a la reina Letizia y a las actrices Julia Roberts y Cate Blanchett, o la del grupo sanguíneo, que practican Miranda Kerr y Kate Winslet.
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Con el ejercicio pasa otro tanto. «La operación bikini es una estrategia comercial. La gente acaba pagando un año de gimnasio para ir dos meses -explica Jonatan Ruiz, investigador Ramón y Cajal en Ciencias del Deporte-. El ejercicio no tiene efecto peluquería; son necesarios 3 o 4 meses con una dosis adecuada para que sus efectos sean visibles». Para Ruiz, doctor en Ciencias Médicas por el Karolinska Institutet de Estocolmo, «es posible ponerse en forma en relativamente poco tiempo, si la persona está en manos de un profesional con conocimientos».
El atajo del biotraje
También hay atajos, como explica Carolina Roero, gerente del centro Body Global Training de Granada, en el que un equipo de especialistas en fitness, medicina deportiva y fisioterapia se conjura para que el cliente cumpla sus objetivos a través de la dieta, el ejercicio y, si es necesario, distintas terapias. El biotraje es uno de sus aliados: una sesión de 30 minutos de ejercicio activo con electroestimulación equivale a 3 o 4 horas de entrenamiento, ya que «magnifica y optimiza» el trabajo de los principales grupos musculares, que se mantienen activos durante las siguientes 72 horas. No todo el mundo está preparado para enfundárselo y sus primeros efectos visibles en la tonificación y endurecimiento se producen, en el mejor de los casos, al cabo de un mes.
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La especialista advierte, sin embargo, que el hábito de hacer ejercicio hay que adquirirlo de por vida. «Hace poco vino una cliente y cuando estábamos preparando su programa de entrenamiento nos confesó que tenía la comunión de su hijo en dos semanas. ¿Y qué hago yo en dos semanas?», pensó Roero. Con disciplina se pueden perder 4 kilos en dos meses, pero si te sobran 20, tienes que plantearte un programa a más de un año vista. «No hay que quererse y cuidarse solo antes del verano y después de Navidad; hay que quererse y cuidarse todo el año», advierte la entrenadora.
La escritora y bloguera Rebeca Rus lo tiene clarísimo. «Este año me niego en rotundo a inmolarme comiendo cosas insípidas, sudando la gota gorda por el parque de mi barrio o invirtiendo mi hipoteca en ratamientos que en el fondo sólo me eliminan 14 centímetros de contorno... ¡en el conjunto de todo el cuerpo! Ya hice todo eso el año pasado y el anterior y el otro y el otro -vamos, desde que tengo 17 años- y lo único que conseguí fue llegar a la playa estresada, desganada, hecha una piltrafa y sin dinero en los bolsillos», escribe en su página Trendencias.
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«Quizá a los 20 años funciona, pero a partir de los 40, no. En un mes no consigues lo que no has conseguido en todo el año. Y si funciona, te pasas varias semanas sacrificándote y, cuando llegas a la playa, te tomas cinco cañas y ya está todo perdido», advierte Rus a este periódico. Ella aconseja hacer preparativos estas semanas previas a la playa, sí, pero para relajarse y desconectar.
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