Una de cada diez personas con cáncer que vuelve a trabajar se encuentra con un salario reducido.

«¿Quién te contrata con una edad y con el estigma del cáncer?»

Un 12% de los enfermos que finaliza el tratamiento pierde su empleo al intentar reincorporarse al mundo laboral. Además, uno de cada tres denuncia haberse sentido «discriminado»

Nerea Vieytez

Martes, 19 de enero 2016, 17:55

«¿Quién te coge con una edad y con el estigma del diagnóstico de cáncer?». «Te encuentras que tienes 40 años y unos hijos que mantener y ya no tienes trabajo. Pienso que tendrían que dar la posibilidad de encontrar un empleo y que las empresas reciban algún tipo de beneficio por contratarlas». «No hay legislación ahora mismo que facilite la reinserción laboral de las personas que han tenido cáncer». «Yo soy esteticien, tengo un linfedema y me han negado la invalidez».

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Esos son los testimonios, pero hay cifras: un 12% de las personas con cáncer que finaliza su tratamiento pierde su empleo al intentar reincorporarse al mundo laboral. Además, un 31% se ha sentido «discriminado o perjudicado» en su trabajo debido a la enfermedad. Son los datos que arroja un estudio del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC), que ha preguntado a más de dos mil personas que han superado la enfermedad y han regresado al mercado laboral... o lo han intentado al menos.

Esta semana EL CORREO publicaba el testimonio de Natividad Herrera, de 48 años, una cajera de Portugalete que denunciaba que le han rescindido el contrato días después de ser operada de un tumor de pecho. Desde la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) aseguran que no se trata de un caso aislado y las cifras lo corroboran: el 10% de los encuestados aseguran haber sufrido una «reducción de sueldo» y otros tantos denuncian que la enfermedad ha supuesto «un obstáculo en la promoción profesional».

«Cada día estamos con personas supervivientes que se tienen que enfrentar a la decisión, en muchos casos nada fácil, de volver al trabajo o solicitar la incapacidad permanente. En un porcentaje muy elevado esta incorporación se produce de manera precipitada sin haberse curado del todo ni física ni emocionalmente». Marta Torre, trabajadora social de la Junta Provincia de Bizkaia de la AECC, insiste en que la reincorporación laboral no debería responder a presiones sociales y familiares. «Conocemos a muchas personas que se sienten presionadas, casi siempre por tribunales médicos o por la propia empresa», denuncian, y remiten a ejemplos concretos, como el de Marisol, «una mujer con cáncer de mama y linfedema que tuvo que incorporarse a su trabajo en una pescadería al año de detectarle la enfermedad porque el tribunal consideró que sus secuelas no se lo impedían. Soportando la humedad, el frío y otros riesgos para su total recuperación». O el caso de un matrimonio que enfermó a la vez. «Él tenía cáncer de colón y ella, leucemia. El marido tuvo que volver a trabajar con múltiples complicaciones físicas y psicológicas, mientras su mujer estaba tratándose en el Oncólogico de San Sebastián». O el de una joven peluquera de 28 años que «perdió su trabajo» al detectarle un cáncer de colón. Y con los autónomos es mucho peor, «porque casi se ven obligados a no cogerse la incapacidad temporal y en muchas ocasiones a cerrar sus negocios».

Por otra parte, la vuelta al trabajo después del cáncer no siempre es una experiencia traumática, sino que puede ser beneficiosa no solo en términos económicos, sino también desde el punto de vista social, familiar y emocional, ya que «favorece la autoestima, el reajuste de roles, desarrollar actividades fuera de la enfermedad o la readaptación a la vida que se llevaba antes de la enfermedad». Pero desde la AECC reclaman una incorporación de un modo secuenciado y paulatino, «con flexibilidad de horarios». Además, «es muy importante una valoración de tareas, sobre todo en el caso de que la persona presente secuelas que le impiden o dificultan realizar una actividad específica».

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Claro que en esto necesitan la complicidad del empresario y no siempre la tienen. «Muchos pacientes nos trasmiten su malestar porque sus jefes no les llaman ni se interesan por su enfermedad y cuando vuelven a su puesto de trabajo se encuentran con que lo ha ocupado otra persona». En otras ocasiones los pacientes se ven incapaces de realizar el trabajo que hacían antes, lo que genera una gran frustración. El estudio del Grupo Español de Pacientes con Cáncer evidencia que a una de cada diez personas la enfermedad les afecta de tal modo que no pueden trabajar de la misma manera que lo hacían antes o no son capaces de aguantar una jornada completa. «Recuerdo los casos de una médico de Basurto y de un chico que era físico. Ambos habían luchado durante años por alcanzar sus posiciones laborales y después de la enfermedad les resultó imposible volver».

Jesús Mari Fernández Rodríguez, bilbaíno de 50 años, se presta a contar su caso en primera persona. Le diagnosticaron un cáncer de pulmón en mayo de 2010: «casualidad era mi primer día de trabajo en una fábrica de fundición y sufrí una intoxicación por algún tipo de sustancia. Me llevaron al hospital y al tratarme por esto descubrieron que tenía un tumor en el pulmón». A partir de aquí comenzó una dura lucha que todavía continua hoy. «Me quitaron un tercio de un pulmón y en el otro me diagnosticaron un efisema. Al acabar el tratamiento el tribunal médico de la Seguridad Social me concedió la incapacidad absoluta revisable». Pero al cabo de un año se la retiraron: «solo con hacerme una espirometría consideraron que sí podía trabajar y me asignaron una incapacidad permanente total». Un concepto que quiere decir que Jesús Mari no puede dedicarse a su profesión habitual, pero sí puede desempeñar otros trabajos, por lo que la ayuda que recibe del Estado es menor que con una incapacidad absoluta. «Me pagan 800 euros, mi mujer trabaja por horas y tenemos una hipoteca de 1.000 euros. Y cuatro hijos».

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Durante este tiempo, Jesús Mari ha ido encadenando diversos trabajos: chófer, operario descargando palés, empleado en un hostel haciendo camas... pero las secuelas que le ha dejado la enfermedad, vértigos y fatiga entre otros, le impiden desarrollar bien estas tareas. En este momento está de baja y tiene abierto un proceso judicial para reclamar de nuevo la incapacidad permanente absoluta. «Si consideran que puedo trabajar, que me ayuden a buscar un empleo, pero algo que yo pueda hacer».

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